Capítulo 31: El final que no llega ¡Capítulo final!

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  Albert los miraba a todos, con atención, sin decir palabra alguna. Audrie confiaba mucho en las personas que estaban tratando de ayudarlos, tratando de salvarlos. Pero no podía evitar sentir la piel de gallina, algo no iba del todo bien. Los ojos de Albert, a través de los de Reese, no estaban asustados, proyectaban más maldad aún. La locura estaba danzando en ellos.

-Eres un jodido asesino.- Murmuró Andy, captando la atención del híbrido. Por más que le nombraran los pecados que había cometido y el sinfín de asesinatos que había llevado a cabo, jamás decía nada. No les daba las respuestas que querían saber.- ¿Por qué coño no nos dices ya cómo lo haces para ser así? ¿Por qué coño no te atacan los muertos a ti? ¿Qué te has hecho en el cuerpo?- Albert no decía nada, lo único que hacía era sonreír, cada vez más y más, de manera más maligna. Audrie pensó que la sonrisa de Reese ya no era tan perfecta como la que la había enamorado perdidamente.

-Si os contase mis secretos...esto no tendría nada de diversión. ¿No creéis? Yo he sido el más listo de todos, he sabido aliarme con la situación y he sabido sacarle provecho, yo soy el que merecía esta condición.

-Pues lo has hecho mal, porque has convertido a varios en híbridos. El caso de Chris...-Lo señala con la mano.- Él es como tú. ¿Por qué tu te sigues sintiendo tan especial? ¿Acaso no eres como él?

-¿Eso es lo que pensáis? ¿Qué YO y ese gusano, somos iguales? Desconocéis aún demasiadas cosas.- Caminó por la sala, haciendo la típica pausa que deja a todos los demás con la intriga a flor de piel.- Os diré algo, como si fuese un regalo o un pequeño obsequio. Chris, al igual que todos los demás a los que les di mi poder, irán muriendo poco a poco. Sí, son inmortales, pero ellos no tienen el toque que tengo yo. Irán perdiendo su humanidad poco a poco, hasta que dejen de actuar como ahora y se conviertan en unos simples zombies. ¿Es que no habéis visto la ferocidad con la que ha luchado Chris hace unos minutos? Interesante...- Vaciló, dejando que la pausa que había creado, les sirviese para poder entender lo que estaba ocurriendo.- Sí, exacto, por vuestras expresiones deduzco que ya habéis caído en la cuenta. Vuestro amiguito está a punto de ser un triste zombie más. ¿Quién de vosotros será el valiente que le de una sepultura digna? ¿Seréis capaces?

Chris tenía los ojos blancos abiertos de par en par, sin poder apartarlos del creador y destructor de su condición. Deseaba poder matarlo con sus propias manos, pero ya sabía que todos sus esfuerzos iban a ser en vano. ¿Para qué llamar más rápido a la muerte, si ya iban de cabeza hacia ella?

-Ups, perdón...¿te he asustado?- Dijo Albert, mirándole súbitamente a los ojos.- Pero vamos, no te me pongas así, tu vida será mucho más sencilla a partir de ahora, ya lo verás.

-¡Basta ya! -Explotó Elliot.- El único que va a morir aquí, vas a ser tú. ¡De una vez por todas!

-¿Te atreves a retarme, niñito? ¿Tú, que has retozado con Daniel como dos cerdos en celo? Los humanos sólo pensáis en lo mismo, ahí está el claro ejemplo de ello.- Se hizo el silencio, todos los presentes paseaban su mirada de Daniel a Elliot y así sucesivamente, enmudecidos. Albert soltó una risa estridente, que acabó siendo más aguda de lo normal, casi chirriante.

-¿Qué te importa a ti con quien me acueste yo? -Exclamó Elliot, que no pudo evitar tener las mejillas coloreadas de rojo, avergonzado de que su pequeño secreto hubiese salido a la luz de esa manera tan directa. Andy bufó, escuchando la conversación con una ceja arqueada. Incluso parecía estar divertido.

-Los humanos no estáis preparados para este tipo de cosas. Os dejáis llevar por impulsos tan simples como el sexo o la comida. ¿Qué ser poderoso, podría pararse a comer un bocadillo, o echar un polvo cómo un animal en celo?

Daniel sintió que la sangre le subía como un volcán a la cabeza. Apretó los dientes hasta que le dolieron las encías y se lanzó sobre Albert. Bruce también actuó al instante, visualizando al fin la señal que tanto había esperado.

-No necesitaré esto para lo que voy a hacerte.- Soltó el machete en el suelo y le dio una patada, haciéndolo pasar entre las dos piernas del híbrido.

-Me da que vas a morir mucho antes de lo previsto. ¡Una lástima! -Alzó sus garras, que antaño fueron dedos y trató de clavar las afiladas uñas en la carne de Bruce, pero este dio un ágil saltó hacia atrás y lo esquivó con maestría. Descargó un cartucho entero sobre el pecho ya agujereado de Henry, haciéndolo danzar entre espasmódicos movimientos aleatorios.

-Chicos, chicos, chicos...no me seáis retardados de pensamiento, que hasta ahora ibais muy bien. ¿Dispararme? ¿En serio? -Alzó los brazos, con una actitud prepotente y una sonrisa que no cabía en sí de gozo.

-No, cabronazo. ¡Sorpresa! - Sentenció Daniel, deslizando la afilada hoja de su machete por el cuello endurecido de Albert. La carne se resistía a ser cortada, por lo que Daniel tuvo que emplear aún más fuerza.-¡Muere, hijo de puta, muere! -Apretó aún más, hasta que su propia cara quedó salpicada de sangre. El cuerpo cayó al suelo, de manera independiente, formando de inmediato un inmenso y fresco charco de sangre.

-Eso no me ha gustado en absoluto...-Susurró la cabeza de Albert, pendida de la mano de Daniel, que aún la aferraba por el cabello. Daniel ya no veía a Henry ni a Albert, sólo veía la cabeza arrancada de su hermano, con esa sonrisa aún dibujada en sus siniestros labios.- ¡Me habéis cortado la cabeza! ¡Chicos malos!

-¿Por qué coño sigue hablando? -Bruce había puesto una de sus botas encima del cuerpo inerte de Reese.- Le hemos cortado la puta cabeza y aún sigue...teniendo ganas de dar guerra. No entiendo nada en absoluto.

-Ni yo...pensé que con esto habríamos acabado con él de una vez por todas.- Mya se acercó, aunque no demasiado. Examinando con cautela la cabeza del híbrido. Que movía los ojos y su cara como si no hubiese pasado nada.

-Jamás podréis acabar conmigo, ya lo habéis comprobado. ¡Soy el Elegido! ¡Soy invencible!

-A mi ya me tiene hasta los huevos.- Andy le dio un puñetazo en la cara, haciendo que la cabeza se meciese durante unos largos segundos. Se arrancó un trozo de tela del uniforme y se lo metió en la boca, callándolo.- Así estás mejor, calladito.

-¿Qué hacemos con la cabeza? -Daniel la alza hasta su misma altura, para poder mirarla de cerca. Había odiado a su hermano con todas sus fuerzas, pero jamás se habría imaginado sosteniendo su cabeza. Ni si quiera él se merecía eso.

-¿Y si la enterramos? -Sugirió Luna, acercándose a ellos.

-¿Enterrarla? Tú estás loca.- Añadió Andy, con aire despectivo, como siempre.- Seguro que es capaz de cambiarse de cuerpo otra vez y jodernos la puta existencia, como a lo que se ha estado dedicando últimamente.- Yo voto por quemarlo. No creo que queden restos como para que pueda hacer una de las suyas.

-Yo también había pensado en quemarlo, es una buena opción, pero...-Daniel se quedó pensativo, mirando como la cabeza de Reese trataba de morderlos, inútilmente. Abría y cerraba sus fauces podridas, sin dejar de intentarlo.- Me gustaría tanto poder saber que es lo que ha ocurrido para que el mundo llegue a este extremo y poder remediarlo, saber qué se ha hecho este científico loco en el cuerpo para no poder morir jamás, el por qué de que los demás zombies no le ataquen y le obedezcan...

-Perdéis el tiempo...por que no pienso deciros nada en absoluto. Los secretos del virus, su estudio y realización, quedarán guardados en mi mente para siempre. ¡Todos los humanos moriréis en algún momento! ¡El fenómeno zombie jamás va a desaparecer!

-Eso es lo que tu te crees, cabronazo. Nosotros somos los supervivientes americanos, este Apocalipsis no hará que nos vengamos abajo. Créeme cuando te digo que tú vas a estar mucho más jodido que nosotros. Porque como dije antes, nosotros llevamos las riendas ahora. ¿Quién tiene un mechero a mano? -Canturreó, mirando a todos los miembros de su familia.

Andy le tiró un mechero que siempre llevaba en su bolsillo trasero del pantalón.También disparó con furia a uno de los caminantes que se había quedado colgado en la ventana, a mitad de camino. Estaba en un avanzado estado de descomposición, con todos los cristales clavados en el cuerpo. Tenía las huesudas costillas casi expuestas, dejándoles ver como era su constitución por dentro. Su cabeza quedó como una masa hinchada e irreconocible.

Pero de lo que sí se habían dado cuenta todos, era de que el número de atacantes era cada vez más reducido, ya no trataban de romper las ventanas, ni se amontonaban contra las puertas. Incluso, se podía disfrutar un poco del silencio. Un silencio en el que no reinaban los muertos, ni sus alaridos lastimeros. Fue el sonido más encantador que todos habían escuchado jamás. Aún quedaban muertos vagando por algunos rincones, caminando erráticos, sin reparar en ellos. Cada vez tenían la situación más controlada, estaban sobreviviendo, lo estaban consiguiendo.

- ¿Sabes? Iba a quemarte....-Susurró Daniel.- Pero he pensado en que podrías morir demasiado pronto. Y esto no va así, se que me arriesgo demasiado al dejarte tanto tiempo con vida, ahora que te tengo entre mis manos, podría matarte sin más...pero no es mi estilo. Eres un repugnante ser que ha matado a casi todos nuestros seres queridos, nos has humillado, burlado y matado. ¿Y crees que te voy a quemar, así como así? Nah, estás muy equivocado.- Los demás se quedaron mirando a su jefe con grata sorpresa, ¿qué disparatada idea se le había ocurrido ahora?. Lo supieron, en cuanto Daniel comenzó a propinar puñetazos en la deforme cara del híbrido. Golpes furiosos, llenos de rabia y dolor. Sollozaba, pero cada vez sus golpes eran de mayor calibre.- ¡Esto...por Misha, por Jason, por Michael, por Rachel, por Chris, por Arthur, por Sam, por Fukushi...Y POR MI HERMANO! -No dejaba de gritar y berrear, propinando golpe tras golpe, sin parar. La cabeza de Albert había quedado convertida en una masa sanguinolenta y más deforme aún, con los ojos sacados de sus cuencas y desparramados por el suelo. Pensaron en detener al hombre, pero sabían que no era conveniente. Daniel lo necesitaba, había estado todo el tiempo guardándose sus sentimientos, esos sentimientos que tanto le habían atormentado por dentro. Partió el cráneo con sus propias manos, y no paró de golpear, hasta que trozos de hueso, se habían clavado en sus nudillos como si fuesen astillas. Había convertido sus manos en un auténtico esperpento.

-Qué peste echa el hijo de la grandísima puta...-Elliot arrugó la nariz, frotándosela con los dedos.- Agh. - Miraba a Daniel, tan vulnerable, que casi se echa a llorar el también.

-¡Joder, menudo vocabulario! -Rió Bruce, pasándole un brazo por los hombros. Cuando apretó al chico contra su cuerpo, se sintió orgulloso de lo que acababa de realizar Daniel, había acabado con el espectro, soltando todo el dolor que le atenazaba el corazón.- Jamás te había escuchado hablar así.
-Normalmente no suelo hacerlo, pero supongo...que ya no soy el mismo chico que empezó todo esto. ¿No? Creo que ninguno lo somos. Hemos crecido y evolucionado.

-Seh, chico listo. Ahí tienes toda la razón del mundo, antes todos éramos un poco más panolis que ahora.- Soltó una carcajada, una risa que sonó a victoria para todos ellos.

-Creo...creo que esta vez si que hemos ganado.- Jadeó Daniel, levantándose del suelo, mirándose las manos heridas, pero ahora lloraba de alivio, mezclado con felicidad. El silencio de Albert, fue el canto de la libertad de sus compañeros.

Todos los supervivientes se fundieron en un gran abrazo, con los ojos anegados en lágrimas. También bajaron las armas, totalmente seguros que de momento no había más peligro y las dejaron caer el suelo.

-¿Estáis todos bien? -Preguntó Daniel, paseando la mirada de uno a uno. Audrie ni si quiera lo miró y parecía terriblemente entristecida. Y no la culpó, acababa de cortarle la cabeza delante de sus narices al hombre que amaba, su reacción estaba totalmente justificada. Y Chris no se había unido al abrazo, ya sabía que tipo de pensamientos debían estar rondándole por la mente.

-Estoy de puta madre.- Contestó John, agarrando a Luna de la cintura, con suavidad.- Pero no me pidas que dispare otra puta bala más, porque ya no doy más de mí mismo. Me duelen hasta las pestañas. No pienso coger un puto arma en mucho tiempo.

-No pasa nada, porque esta vez...creo que sí. Hemos ganado.- Audrie se acercó hasta él, lo suficiente, como para poder doblarle la cara con una fuerte bofetada. No hizo nada para impedirla, sintió que se la merecía, así que lo dejó estar. Era una mujer llena de dolor, debía expresarlo de alguna manera y él lo veía bien. Le dolió la bofetada, claro estaba, Audrie era una mujer fuerte y había cargado la mano con todos sus sentimientos, pero el también estaba tremendamente dolido, era su hermano, al fin y al cabo.

-Oh, dios...-Susurró Bruce, mirando como la mujer se alejaba, con paso decidido.- ¿Estás bien, tío?

-Sí, estoy bien...-Sonrió.- No te preocupes, entiendo su dolor, no pasa nada. Ha tenido que ver como matábamos a su pareja, cualquiera de nosotros estaría así si tuviese que presenciar algo semejante.

-¿Y tú...como estás? Ya sé que no te hablabas con él y eso, pero seguía siendo tu hermano. Supongo que te habrá resultado duro...

-Ha sido lo más duro que he tenido que hacer en la vida. Pero...ese ya no era Reese, ya no. Sólo quería poneros a salvo a todos, es lo único que pretendía.

-¡Jo, pero si es que eres un osito achuchable! -Bruce saltó y se le enganchó con las piernas en la cintura, como si fuese un koala.

-Te he dicho mil veces que no me llames así, baja.- Se echó a reír, incapaz de hacer que su amigo bajase.

-Estoy deseando celebrar lo que hemos conseguido. ¡Esto es genial!

-Espera, espera...-Lo dejó en el suelo, con un tono de voz más calmado.- Aún tenemos que abatir a los caminantes que queden por la zona, todos y cada uno de ellos. No quiero que ningún muerto quede de pie. También tendremos que limpiar la iglesia, creo que es un lugar perfecto para que podamos vivir tranquilos y quiero que sea un lugar óptimo.

-Qué aburrido eres, tío. Siempre pensando en lo que hay que hacer.- Sonrió Bruce, haciendo un gesto obsceno con la mano.- Déjate llevar un poco. Aunque bueno...ya sabemos que te has dejado llevar con alguien de aquí.- Alzó las dos cejas, una y otra vez.- ¡Qué calladito te lo tenías!

-No empieces con el tema, por dios...-Las mejillas de Daniel enrojecieron, violentamente.- Ya sabes que me da vergüenza hablar de estas cosas, mira que te gusta ver como lo paso mal.

-En realidad...sí. Es uno de mis hobbies favoritos.- Se puso los brazos detrás de la cabeza, con una sonrisa que se iba ensanchando por momentos.- ¿Para cuando la boda?

-Esas bromas no me gustan...-Daniel le dio un empujón, tratando de hacer que cerrara la boca.

-¿Quién dijo que fuese una broma? -Esta vez el que habló, fue Elliot, que los miraba a los dos.- Yo no me acuesto con cualquiera porque sí. ¿Es que para ti si que fue un polvo ocasional?

-No...yo...esto...joder.- Se rascó la cabeza.- Estáis todos en contra mía, no es justo.

Todos se echaron a reír, con la divertida situación. De la cabeza de Albert, apenas quedaron unos restos de cráneo rotos y sangre, mucha sangre desparramada por el suelo. Se sintieron aliviados, cansados y sobre todo, agradecidos, de que todo hubiese acabado por fin. Aún tenían que sobrevivir a un mundo muerto, claro estaba, pero al menos sólo tendrían que luchar contra los caminantes, como al principio. Sin ningún híbrido inteligente de por medio, que tratase de matarlos a todos sin descanso ni oscilación. Movieron todos los cadáveres que habían conseguido entrar en la iglesia y los colocaron en pilas ordenadas en la parte trasera y les prendieron fuego, para asegurarse de que nunca jamás volverían de entre las tinieblas. Las llamas fulgurantes se perdían de vista en el cielo, oscureciéndolo, con cargadas nubes de polvo y ceniza.

-Todavía no me creo que te vayas...-Susurró Daniel, apoyando su mano en el hombro de Chris.- ¿De verdad quieres hacerlo? Tal vez haya mentido...no podemos fiarnos de la palabra de alguien así.

-¿Y si no ha mentido? ¿Y si algún día, pierdo lo que me queda de humanidad y os acabo haciendo daño? Jamás me lo perdonaría.- Estaba serio, en sus ojos blancos se reflejaban las llamas infernales.

-Eres un miembro indispensable de esta familia, Chris. ¿Lo sabes, no?

-Tus palabras me sobrecogen, de verdad...y me encantaría poder quedarme aquí con vosotros, lo deseo de corazón...pero es por el bien de todos. Ahora mismo soy una amenaza que podría resultar una bomba de relojería. Ya lo he decidido, Dan.

-Bueno, si es lo que has escogido...supongo que no puedo obligarte a que cambies de idea. Pero si te vas, quiero que sepas que cuando nos necesites, estaremos aquí para recibirte con los brazos bien abiertos.- Chris lo miró con una leve sonrisa de agradecimiento y ambos se fundieron en un cariñoso abrazo. Tardaron en despegarse, lo necesitaban.

-¿Os quedaréis de verdad en esta iglesia? Después de todo lo que ha ocurrido detrás de estas paredes, lo veo algo siniestro...-Se encogió de hombros.

-Quizá no sea una buena opción, pero no estamos para ponernos a buscar más refugios ahora, no sabemos lo que nos podríamos encontrar ahí afuera. Con un poco de limpieza y cambiando los malos momentos por los buenos...estoy seguro de que podría ser un buen hogar.

-Os deseo lo mejor, Daniel, de verdad. Habéis sido unos grandes amigos y la única familia que he tenido.- Su sonrisa era verdadera y de las más sinceras que haya podido ver en su vida.

-Gracias, tío, lo mismo te digo. ¿No te vas a despedir de los demás?

-No, quiero que lo hagas tú por mi, por favor. Os he cogido tanto cariño, que...no podría despedirme de todos, es un trago demasiado duro para mi. ¿Podrías hacerlo? ¿Así, como si fuese un último favor? No quiero causarles más dolor.

-Si me lo pides así, haré lo que me pides, Chris.-Se estrecharon las manos, con fuerza y se sostuvieron las miradas, despidiéndose en silencio por última vez. Mientras todos los demás gastaban sus últimas fuerzas en limpiar de sangre el suelo y quitando los cadáveres, Chris se marchó, sin dejar rastro, sin decir nada a nadie, con el corazón hecho pedazos. Esa fue la última vez que se supo de él.

La iglesia quedó como nueva, mucho mejor que cuando la encontraron. Todos ayudaron a construir un lugar mejor, hasta el pequeño Nathan, que no dejaba de reír. Así eran los niños, ellos lo tenían mucho más fácil en aquel mundo lleno de mierda, olvidaban las cosas malas en seguida, no les daban tanta importancia como los adultos, sufrían menos. Norah lo seguía, siempre cuidando de él, sin dejar que se acercase demasiado a los cadáveres tirados por el suelo. Fue muy doloroso,todos habían perdido a seres queridos en aquella exasperarte batalla contra el ejército del mal. Lloraron al enterrar los cuerpos de Arthur, el noble abuelo que había muerto de manera desagradable, el pobre y atlético Sam, que perdió la vida, tratando de proteger a los que amaba, también a la desalmada Rachel, que murió sin poder soportar ni un minuto más la situación y Reese, el heróico Reese. Al que todos habían querido y amado.

-¿Cómo llevas esa herida? -Blair se acercó a Bruce, que estaba ensimismado, mirando los cadáveres. Al escucharla, su cuello giró automáticamente, como un marinero atraído por el canto de una bella sirena.

-Nada que no pueda soportar, encanto. Soy todo un campeón, si te lo dije.

-Pues sí, la verdad es que has aguantado. Todos lo hemos hecho, si te digo la verdad...hubo momentos en los que perdí la cordura totalmente. Me estaba haciendo el cuerpo de que la cosa podría acabar ahí...temí morir.

-Yo también sentí mucho miedo, no veía la hora de acabar con ese degenerado. Oye, por cierto, me prometiste un premio. ¿Dónde está? Yo quiero mi premio.

-¿De qué premio hablas? Creo que has debido darte un golpe en la cabeza o algo así, porque yo no he hablado nada contigo de ningún premio.

-Eres malvada.- Se cruzó de brazos, hinchando las mejillas, fingiendo un enfado infantil, que hizo que ella rompiese a reír.

-Torturarte es más divertido de lo que yo pensaba, pero creo que va siendo hora de que te de ese premio que tanto esperas. ¿Qué era exactamente lo que tenía que darte?- Arqueó las oscuras cejas, juguetona.

-¿No te acu...?

Antes de que el hombre pudiese quejarse de nuevo, ella lo agarró por las mejillas y unió sus labios contra los suyos. Dándole un beso tan suave y tan tierno, que a él le supo a pura gloria. Bruce había deseado besarla desde que la vio por primera vez, pero la espera siempre merece la pena. Y tanto que la había merecido. El beso tuvo la misma sensación en él que cuando fue a la playa por primera vez con sus padres. La sensación fue la misma que cuando sintió las saladas olas del mar entre los dedos de sus pequeños pies. Agradable y fresca.

-Vaya...-Sonrió, llevándose las manos a los labios, satisfecho.

-¿Eso es que te ha gustado, o qué no?

-¿Tú qué crees? Sería gilipollas si no me hubiese gustado. ¿Puedo repetir?

-No seas avaricioso...pero sí, puedes repetir.- Ambos se volvieron a besar, fundiéndose en un solo ser. El resto del mundo se había detenido para ellos, y palabras de amor revoloteaban por el aire.- Yo podría estar repitiendo este momento toda la vida.

-Eh, que puedes hacerlo. Hay Bruce de sobra para ti.- Alza las cejas, bromeando, como siempre.- Pero con cuidado, que hay niños delante y la cosa se puede poner interesante.

-Oh, vamos, por dios...¡ya has roto el momento romántico! -Le da un golpecito en el hombro, empujándolo. Ambos se echan a reír, cómplices.

Después del arduo trabajo que todos habían realizado por hacer de la iglesia un lugar tranquilo y apacible, con muros altos, con buena seguridad y protección, todos se asentaron, encontrando dentro de aquellas paredes, su hogar. Un hogar que pronto comenzó a rezumar amor por todos lados. Elliot y Daniel eran una de las parejas más queridas por todos. Al principio les costó encajar, Daniel se sentía demasiado viejo para un chico tan joven, pero Elliot le había enseñado que para el amor, no había sexo desigual ni edad que importase; Que si se ama, se ama de corazón, y eso era lo único que importaba. Andy también dejó su orgullo aparcado para cuidar de Mya y de su bebé, que a pesar de su seriedad y su lejanía, resultó ser el mejor padre para el niño que nació en aquel entorno hostil y muerto. Bruce y Blair también habían comenzado una relación, juntos. Él siempre la hacía de rabiar y ella se enfadaba, pero hasta en esos momentos, sabían que ambos eran felices el uno con el otro, risas y gritos, todo por igual. Luna seguía feliz con John, que hacía todo lo posible por hacerla feliz y por ver su sonrisa blanca y perfecta cada día un poco más. Audrie jamás le perdonó a Daniel lo que pasó aquel día y seguramente no lo haría jamás, él no se lo reprochó y ni si quiera hablaron del tema entre ellos, eso quedó más que zanjado y enterrado. Ella se encargó de criar y proteger a Nathan y Norah, brindándoles todo su amor incondicional.

El día más soleado del mes, los supervivientes pensaron que era un buen momento para celebrar todo lo vivido y lo que llegaría aún por vivir. Celebrar que estaban vivos y sí, aún estaban en un mundo lleno de muertos y todos los días sentían el mismo peligroso oscuro y tenebroso que los amenazaba desde cualquier esquina, pero eran fuertes y se habían prometido sobrellevarlo. Eran una familia, y eso era lo que hacían, amarse y protegerse ante todas las adversidades.

Daniel entró en la habitación que compartía con Elliot y se encontró al chico recostado en la cama, boca abajo y con un bolígrafo entre los labios. La cama, que tantos momentos los había visto compartir.

-¿Qué estás haciendo? Llevaba un rato buscándote, creí que estarías con los demás, preparando las cosas para la celebración. -Se sentó a su lado y le dio un beso en los labios.

-Estaba escribiendo unos pequeños carteles que pienso dejar por el bosque después. Llevo toda la mañana escribiéndolos.- Se mostró orgulloso por su iniciativa. A sus ojos, era una buena idea, innovadora y eficaz. Pero cuando Daniel entró en escena, todos sus objetivos se basaban en él.

-¿Y qué has puesto en ellos, qué pretendes? -Se interesó, cogiendo uno de los pequeños papeles que había dejado desparramados por las sábanas. Leyó en voz alta: "Esta carta la escribo con esperanza. La esperanza de encontrar a alguien vivo. Alguien que conserve todas las partes de su cuerpo. Alguien que pueda leer esto sin sentir como se lo comen los gusanos por dentro ni como su piel se va cayendo lentamente. Alguien que al leer esto, también se alegre por saber que aún hay una pizca de humanidad, humanos sobreviviendo, luchando por volver a repoblar y levantar el mundo. Me llamo Elliot Addams y mi...bueno, mi compañero se llama Daniel Collins, aunque prefiere que le llame Dan. Estamos viviendo en una pequeña iglesia, en Arizona."

-¿Qué, qué te parece? -Preguntó, impaciente, al ver que Daniel se había quedado pensativo, con la mano apoyada en su barbudo mentón.

-Creo que ya lo he pillado, quieres encontrar supervivientes, pero no arriesgarnos como siempre hemos hecho. Quieres que si hay alguna persona sola y en peligro en el bosque, que al leer esto...sepa donde estamos. ¿No es así?

-Sí, así es.- Asintió varias veces con la cabeza.

-Sólo hay una cosa que veo mal aquí...

-¿Cuál? -Abrió su boca, de pura sorpresa, escuchando lo que tuviese que decir Daniel.

-¿Por qué coño no has puesto que soy tu novio?- Le guiña el ojo, riéndose.- ¿Es qué te avergüenzas de tener un novio tan viejo? ¡Oh, dios mío! ¡Es eso!

-¡N-no, idiota....! -Enrojeció, arrebatándole el papel de las manos.- Pero no me gusta que los desconocidos sepan todo de nosotros, mientras menos información demos de entrada, mejor. Si alguien lo lee y viene aquí, ya podrá conocernos.

-¿Seguro?

-¡Seguro! Jope, Dan....si sabes que te quiero mucho.

El hombre cogió al chico en brazos, levantándolo en volandas, con una sonrisa cómica y especial, que sólo ellos dos entendían a la perfección. Le dio un beso en los labios y le susurró al oído todos los "te quiero" que pudo, haciéndole olvidar el mal rato que había pasado. Lo quería, sí, más que a nada en el mundo.

-Vamos, anda, que nos esperan...O tendré que decirles que me has seducido para que no vaya.

-Eso no se lo creen.- Sonrió, besando su nariz.- Yo solo te parezco sexy a ti.

-Y más vale que siga siendo así....-Rieron juntos una vez más, antes de reunirse con todos los demás, que ya habían colocado todo tipo de alimentos sobre la mesa.

El Apocalipsis no había llegado a su fin, ni parecía tener intención de ello, pero, ¿Para qué iban a querer que parase, si todo lo que querían, ya estaba frente a ellos? Así fue como este grupo de valientes supervivientes y guerreros vivió felizmente todo lo que pudieron. Gozaron del momento, del presente que tenían justo delante de sus narices y del futuro que estaba por venir. Un futuro largo y próspero, pero también misterioso, ya que en un mundo como aquel, donde reinaba la destrucción, nunca sabían que día podía ser el último.   

El último bocado.Where stories live. Discover now