Capítulo 12: La casa de los horrores

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  Michael se quedó un largo rato en silencio, aún apoyado contra la puerta. Sentía como las manazas de los zombies la aporreaban con una furia desmedida. ¿Podrían aguantarla hasta que se cansaran de golpear? ¿Y si nunca se iban? Para empezar, esos zombies ya no eran iguales al resto, corrían, tenían uso de cierta razón, y no se cansaban, no se caían, no eran fáciles de vencer. Su corazón palpitaba al mismo compás que los golpes. Pum, pum, bum. Pum, pum, bum.

Sentía frío, no era una sensación común, como cuando llegue el invierno y sientes frío exteriormente, era diferente. Tenía frío internamente, escalofríos electrizantes recorrían toda su columna vertebral, hasta el último hueso. Lo único que sintió, fue la cálida mano de su padre sobre su rodilla, vio su cara de preocupación, sudada y aterrada.

-¿Hijo...estás bien? -Lo examinaba, palpándolo de arriba a abajo.- Tenías una expresión extraña.

-P-papá...- Iba a decirle lo que había ocurrido, que tenía una herida sangrante en el tobillo, una mordedura de uno de esos monstruos. ¿Pero cómo le diría a su padre algo así? Nadie estaba preparado para una noticia así. Y lo peor de todo, era que le aterraba morir, le aterraba tener que convertirse en uno de esos seres del inframundo. Así que de momento, ocultó todo su miedo y consiguió sonreír a su padre.- Sí, es sólo que...esto ha sido intenso. Casi nos cogen.

-S-sí...-El rostro de Jason se suavizó al ver que estaba bien. Se había temido cualquier cosa, casi lo peor.- La próxima vez que hagamos algo tan inconsciente, atadme a una silla y metedme un calcetín sucio en la boca.

-Pero papá...¿eso indica que ya no vamos a salir? -No quería morir allí, si tenía hacerlo y su final ya estaba escrito, quería hacerlo fuera, en un lugar que no fuese aquel. No podía hacerle eso a su padre. Pestañeó repetidas veces, aún podía sentir el olor a putrefacción del exterior, el olor a pus y a sangre.

-No, tesoro. Tendremos que salir algún día, aquí dentro nos vamos a volver locos, pero...no ahora.- Los espectros seguían golpeando la madera sin descanso alguno, pensó que ellos tenían todo el tiempo del mundo y que no tendrían nada mejor que hacer, así que desistió.- Voy a poner el sofá pegado a la puerta, por si consiguen romperla, que nos de algo de tiempo defendernos.

-Vale, te ayudamos.- Elliot dio un brinco, levantándose del suelo. No entendía porqué aún Michael no se había levantado, ni había hecho un ademán de quitarse de la puerta. Tenía mala cara. Y para colmo, esos bichos tenían más ímpetu que nunca. Les estaban dando caza y no pararían hasta matarlos, la cosa siempre iba así. Cada vez estaba más seguro de que algo iba terriblemente mal. Pero mal de verdad.

Entre los dos consiguieron taponar la salida con el pesado sofá, era un buen método de protección, pero tampoco duraría eternamente, eso también lo sabía. Apenas se sentía seguro allí, no con los gritos demenciales de los monstruos irrumpiendo por todos lados. Se les escuchaba en todos los rincones de la casa. Sentía ganas de salir corriendo, de huir. Pero...eso lo convertiría en un cobarde, y no se consideraba como tal. Era cierto que tenía un miedo atroz, pero ahora tenía a dos amigos a los que ayudar y proteger como fuese. Ya que no había podido proteger ni a su propia familia, lo haría con ellos. Esos pensamientos lo llevaron a pensar en como habría ocurrido todo. ¿Cómo se había infectado su familia? ¿Y cómo es que él no se enteró de nada? No sabía si conocer la verdad le haría bien alguno, pero lo deseaba. Quería saber que retorcido giro del destino le haría algo así a su familia. Lo único que tenía en el mundo.

-Oye, Jason...-Elliot miraba al hombre, que no dejaba de sudar. Parecía un asesino en la mesa de interrogatorios, con un nudo en el gaznate.- ¿Cómo es qué ha pasado todo esto en un par de días? Es decir...bueno, en las películas y videojuegos, siempre se explica que el azote zombie tarda su tiempo en surtir efecto.

-¿Perdona? ¿Un par de días? Chico, la Pandemia ya lleva casi dos semanas en nuestro mundo.- Alzó una ceja, extrañado, mirándolo.

-Q-qué...no.- Un extraño presentimiento se instaló en su cabeza. Varias imágenes le azotaron sin consentimiento el cerebro, recordaba a la perfección cuando Annie lo mordió en el brazo, por segunda vez, también recordaba como cayó al suelo y después, todo estaba negro. ¿Es qué había estado toda una semana fuera de juego? ¿Qué se había perdido? ¿Qué estaba pasando?- Jason, para mi es como si hubiesen pasado un par de días. Me mordió una vecina, después de haberme mordido mi hermana. Y a partir de ahí, comienzo a tener lagunas.

-Quizá...si que estuvieses una semana perdido en la negrura. Pero si es cierto que llevamos casi dos semanas luchando contra todo esto, Elliot. No sé lo que te ha podido pasar, ni como estás vivo aún después de dos mordiscos, pero estoy seguro de que la respuesta podría aguardarnos fuera. Aquí metidos jamás nos enteraremos de nada. Quizá haya muchas más personas vivas, y hasta haya una solución. Quiero creer eso...así que no dejes que los malos pensamientos te alejen del camino y mantente firme. Lograremos pasar todo esto.

A Michael le dolían las palabras de su padre, en lo más profundo de su corazón, el ya sabía que no tenía salvación. Le habían mordido, fin del juego para él. Pero no podía escucharlos ni un segundo más. No quería oír palabras de consuelo o esperanza, porque ya sabía que final lo esperaba. Optó por levantarse silenciosamente, con una mueca de dolor, el tobillo rechistó y se tuvo que apoyar en el sofá, pero disimuló para que los demás no se diesen cuenta de su estado.

-Papá, Elliot, iré al baño. ¿Aún tenemos esa reserva de agua, no?

-Así es. Pero no gastes mucha, no sé cuanto tiempo más vamos a estar aquí.

-Está bien.- El chico desapareció por el pasillo, a paso lento. Cada vez que apoyaba el pie en el suelo tenía que morderse la lengua para no empezar a gritar como un poseso. No sabía si le habían notado algo o no, pero prefería mantenerlo en secreto por ahora. Se miró en el espejo y vio como una centellada oscura recorrió su mirada. Hasta su mirada había cambiado. Tenía frío, mucho frío. Y sintió que aunque se pudiese toda la ropa del mundo, seguiría teniéndolo, que nada podría quitárselo. -Esto es una mierda...-Murmuró, sin quitar sus ojos de su propio reflejo. Y lo único que vio allí, fue miedo.





Los caminantes estuvieron golpeando las puertas y ventanas durante horas, incansables. Ni Elliot, ni Michael, ni Jason pudieron descansar de aquella incesante tortura. Incluso podrían decir que ya se habían acostumbrado al sonido de los golpes y los gimoteos. La puerta estaba abombada, como si fuese a abrirse en cualquier momento.

-Chicos, la puerta...-Fue Michael el primero que se dio cuenta del hallazgo, e hizo que los demás dieran un respingo. Era cierto que la puerta estaba a punto de reventar, así que cogieron sus armas, dispuestos a luchar y a defenderse si hacía falta. Con las armas en las manos, se sentían mucho más seguros. Hasta Elliot, quien lo diría.

Estaban tan pendientes de la puerta, que bajaron la guardia con las demás entradas posibles de la casa. Los zombies sabían que estaban allí, los olían, así que estaban desesperados por buscar alguna manera de entrar, hasta que dieron con una de las ventanas de la cocina. La golpearon incansables veces, hasta que el cristal se hizo añicos. Se sobresaltaron al oír el cristal contra el suelo y la encimera y el corazón les dejó de latir durante unos segundos. El primero que gritó fue Jason, seguido de ellos dos.

El primero de ellos comenzó a deslizarse por la ventana, con agilidad, como si fuese un gusano saliendo de un capullo. Su cuerpo no estaba tan descompuesto como los que estaban acostumbrados a ver. Si no fuese por la enorme herida que se apreciaba en su cuello y la sangre chorreante, podría decirse que hasta parecía una persona enteramente. El pelo rubio le caía sobre la frente y los miraba iracundo, como si estuviese cansado de haber estado aporreando la puerta. Parecía vengativo. ¿Era eso posible?

Elliot no le dejó tiempo para seguir avanzando, apuntó con una de las armas que llevaban en sus mochilas y disparó. El destello duró poco, y el sonido que hizo la bala al impactar con el cuerpo, fue horrible. Pero al menos dejó de moverse y cayó al suelo, hecho un ovillo humano. Pero en seguida otro quiso ocupar su puesto, esta vez, una mujer, girando la cabeza como si de la niña del exorcista se tratase. Pero también fue abatida, esta vez, por Michael.

El sofá que habían colocado ante la puerta, se había desplazado con facilidad hacia uno de los lados, mientras que los muertos entraban en tropel en la casa. Jason se quedó inmóvil, con los ojos tan abiertos como si fuesen dos huevos duros. Había entrado en pánico y no había nada que lo hiciese entrar en razón, ni si quiera todos esos cuerpos amenazantes, entrando por todas partes.

-¡¡Arriba, Elliot!! ¡Subamos arriba! -Exclamó Michael, apretando la mandíbula.- ¡Si nos apresuramos y cerramos bien todas las puertas, con suerte solo conseguirán entrar en el piso inferior!

-¡Sí, vamos! -Entre los dos tironearon de Jason, que no movía ni un sólo músculo, pero tampoco se oponía a ser llevado por los dos chicos, así que tuvieron que arrastrarlo con gran esfuerzo escaleras arriba. La mordedura de Michael sangraba más con cada paso, notaba como la piel se resquebraja y la herida se iba abriendo más y más, como un agujero negro. Tuvo que hacer grandes esfuerzos para no quedarse tirado en mitad de las escaleras. Elliot se había dado cuenta de todo, le había visto el tobillo y lo había visto cojear, pero prefirió estar arriba para decírselo.

-¡Cerrad la puerta y taponadla con todos los muebles posibles! -Chilló Michael, mientras que su padre se quedaba apoyado en la pared, inhalando aire.

Entre él y Elliot pusieron varias sillas, un escritorio y varios muebles más contra la puerta. Estaban tan tensos, que Elliot no sabía ni como abordar el tema, pero debía hacerlo. Por el bien propio de todos, aunque fuese una verdad horripilante.

-Oye...-Elliot lo agarró de la mano, llevándoselo a un rincón, mientras que Jason aún estaba arrinconado, paralizado por el miedo que enervaba de su cuerpo.- No te esfuerces más en ocultarlo, he visto tu pie. He...he visto la mordedura, Michael.

-Joder, se supone que no deberíais saberlo...-Masculló, bajando la mirada. Sus manos temblaban pavorosamente.- N-no quería que mi padre lo supiese. Ya ha pasado por esto una vez, no merece hacerlo de nuevo. ¡Ayúdame a mantenerlo en secreto, Elliot! Por favor, ayúdame.

-¿Q-qué...? Sabes que no podría hacer algo así, es tu padre. ¿Qué haremos si...si te pasa como a los demás? ¿Y si ocurre mientras estamos aquí indefensos y no podemos hacer nada para defendernos? ¿Qué pasaría...?

-Joder, Elliot....-Se pasó las manos por el pelo, con nerviosismo.- No quería que me mordiesen. ¿Vale? Esto ha sido un error....¿Y si me corto el pie,eh? ¿Serviría? ¿Eh?

-M-michael, estás empezando a desvariar...n-no digas esas barbaridades, por favor. -Se paseaba, sintiendo como su pecho cerraba todas las compuertas del aire y comenzaba a escasearle.

-¿Qué pasa...? ¿Qué barbaridades...? -No se habían dado cuenta de que Jason se les había acercado por detrás. Había sido tan silencioso como un gato, o mejor dicho, como uno de esos muertos. Porque su cara era un lienzo en blanco, estaba tan pálido como si hubiese visto el mayor de sus fantasmas interiores.- ¿No me vais a decir que está pasando?

-P-papá...-Gimoteó Michael, no sabía ni por donde empezar a hablar. Así que optó por la opción más efectiva, enseñarle la pierna. Cuando Jason la vio, se quedó sin reacción alguna, pensando que quizá podría ser alguna broma pesada de los chicos, que querían tomarle un poco el pelo ante aquella situación tan violenta, pero el semblante de los adolescentes no indicaba nada más y nada menos, que la más horrible de las verdades. La mordedura cada vez adquiría un tono más oscuro y más feo, más complicada de mirar. Empezó siendo roja, y ahora estaba morada. Y ya sabían como se pondría. Negra.

-¡NO! -Fue lo primero que chilló, cayéndose al suelo, desplomado.- ¡TÚ NO! ¡ESTO NO ESTÁ PASANDO! ¡DEJAD LA BROMA, PORQUE YA OS ESTÁIS PASANDO!

-P-papá....-Se agachó a su altura, poniéndole las manos sobre los hombros, obligándolo a abrazarlo.- L-lo siento tantísimo....no quería que algo así pudiese pasar, de verdad.- Pero Jason apenas le estaba escuchando, sólo lloraba. Elliot los miraba a ellos, con el corazón roto, pero también miraba hacia la puerta superior, temeroso. Ya que en el piso inferior reinaban todo tipo de ruidos. Carreras, cosas rompiéndose, cristales rotos, muebles volcados...si encontraban las escaleras y las subían, estarían perdidos. Pero...¿los zombies pueden subir escaleras? Si saben romper ventanas y colarse por ellas, pronto lo harían. Encontrarían la manera de dar con ellos, siempre lo hacían. Pero la puerta aguantaría por ahora.

-Tú no, mi niño....tú no.....-Le tocaba la cara a Michael, como impregnando sus manos con todo su ser. Ver a un padre actuar así ante un hijo, era lo más doloroso del mundo. Esas cosas no se superaban así como así. Apenas se le entendía, decía cosas sin sentido, o palabras acuosas entre todo aquel llanto desolador.- M-mi pobre hijito....

Elliot no podía evitar contener sus lágrimas, cierto era que lo conocía de apenas un día, pero les había cogido cariño. Ellos lo habían ayudado mucho, le habían dado de comer, curado y protegido en su casa. Ver algo así, te dejaba roto por dentro, vacío de toda humanidad posible. Se frotó los ojos, pero las lágrimas seguían saliendo, como una tubería rota que no deja de expulsar agua. Estaba resultando demasiado para él, no le habían preparado nunca para aquello. De hecho, nunca preparan a las personas para afrontar situaciones dramáticas, nada venía con instrucciones en aquella vida.

Uno de los zombies había comenzado a subir por las escaleras, atraído por los gritos de Jason, pero tropezó con los escalones y se quedó incrustado en el suelo. Se había dado en la cabeza con el pico y se había abierto una brecha, matándolo. Varios dientes también habían salido despedidos. Los demás zombies habían aprendido la lección, porque ninguno más trató de subir por ahora. No pensaban, no sentían, no sabían trazar estrategias, pero tenían un instinto y un olfato impresionantes, casi mejor que el de los propios humanos. Y eso jugaba en su favor. Y allí abajo, había empezado una guerra que no parecía querer terminar.

-Papá...-Comenzó Michael, tratando de hacerse oír por encima de los aullidos de los espectros.- Papá, escúchame, por favor. Yo estoy tan asustado como tú, créeme. Pero hay que ser fuertes, yo ya no tengo nada que hacer, pero tú sí. Tú aún puedes salir con vida de esta y llevarte a Elliot contigo.

Lo primero que hizo Jason, fue darle una fuerte bofetada a su hijo en la mejilla derecha. Jamás le había tocado, ni le había puesto una mano encima, pero estaba tan asustado que al oír esas palabras derrotistas de su hijo lo hirieron más. ¿Cómo se supone que el podría seguir adelante? ¿Sin su hijo? ¿Sin Loretta? ¿Qué le quedaba?

Michael abrió mucho sus ojos, debido a la enorme sorpresa que experimentó. Su padre jamás le había pegado, pero no se lo reprochó en absoluto. Estaba asustado y unas palabras así, era lo último que deseaba oír. El necesitaba palabras de esperanza, apoyo o consuelo, no que su hijo le dijese que se fuese sin él. Pero debía ser franco, o todos morirían allí atrapados, como ratas.

Elliot se asomó a la ventana, consumido por el aire deprimente de los acontecimientos. El poco aire fresco que entraba lo hizo sentir un poco mejor, pero no le hizo olvidar lo que pasaba. Creía que nada podría salvarlo de algo así. Miró hacia abajo y los vio, rodeando la casa, cada vez eran más. Y cada minuto que pasaba, era más apremiante. Pronto no tendrían oportunidad de salir de ninguna de las maneras y acabarían por convertirse en monstruos. Feos y pútridos monstruos.

-¿Y si saltamos por la ventana? -Preguntó, mirando a padre e hijo. Ambos se giraron y lo miraron con la misma expresión, como si acabase de decir que beber veneno era buena idea o como si estuviese loco. Quizá la combinación de ambas.

-Elliot, estamos en un segundo piso, no me jodas.- Contestó Michael, acercándose un poco.- Al saltar nos podríamos partir algún hueso y eso sería el fin. Ellos nos atraparían. ¿Qué pretendes?

-A ver, sólo daba opciones. Están entrando en la casa, no sé de cuanto tiempo disponemos realmente, pero...también podríamos subir al tejado desde la ventana. Desde ahí arriba tendríamos total visión y quizá...cargarnos a los seres. -Cuando explicó su idea, no sonó tan mal como resonaba en su cabeza, pues los dos se miraron y no parecían haber desechado la idea.

-Quizá tengas razón, es decir...estos bichos serán indestructibles, pero no saben escalar, ni subir tejados. Iré yo primero, ayudadme.- Se asomó a la ventana y trepó por al alféizar, con bastante esfuerzo, ya que la herida no le daba tregua, mandándole punzadas de dolor cada vez que hacía un movimiento.- Seguidme, es un paso estrecho y algo resbaladizo, pero se puede pasar sin problemas.

-Por dios, Michael...-Susurró Jason, ausente. Sus manos estaban enganchadas al marco de la ventana, preparado para seguirle. Había vuelto a ser dócil, sería mejor así. Lo último que necesitaban en aquellos momentos, era que lo envolviese otro ataque de pánico, el cual los pusiese en peligro a todos. Pasó sus pies, siguiendo a su hijo. Y a los pocos segundos, los dos estaban ya en el tejado. Elliot fue el último en subir, procurando que la habitación aún era un lugar seguro, por si decidían volver dentro. Les pasó la bolsa cargada de armas, y salió.

Allí arriba la situación tomó otra perspectiva. Los espectros parecían ahora más lejanos, y por lo tanto, menos peligrosos para ellos. El tejado no era el lugar más cómodo de los que habían estado en toda su vida, pero por el momento, era seguro. Pudieron matar sin problemas a algunos caminantes que pululaban por la zona, como unos mosquitos que buscaban a ciegas una luz por las que se habían sentido atraídos. O como una manada de hienas hambrientas, ya que habían comprobado que el propio alboroto que ellos causaban, atraía a los demás. Como llamándolos para carnada humana.

-¿Y ahora qué? -Quiso saber Jason, cuando ya se habían abierto paso con los zombies que correteaban por la entrada.- Estamos aquí arriba, igual de atrapados que dentro de la habitación.

-No, estamos más seguros. La puerta podrían derribarla en cualquier momento, ya hemos comprobado la fuerza que tienen. La principal la reventaron sin problemas.- Se defendió Elliot.- En cuanto nos oyesen, se volverían locos y joder...no quiero saber que pasaría.- Se sentó sobre las tejas y enterró la cara entre sus rodillas, abandonándose a la tristeza.- Es cierto que no sé qué hacer ahora, porque no se me ocurre nada más, pero trato de buscar la solución más acertada para ponernos a todos a salvo.

-Es cierto, papá. -Comentó Michael.- Elliot lleva razón, nos está ayudando. Ya veremos qué hacer ahora. Yo, por lo pronto...sí sé lo que hacer.- Miró de reojo una de las armas y chasqueó la lengua.- No quiero morirme. No quiero ser una de esas criaturas.

-¿Q-qué estás...?- Jason se arrastró hasta él, con los ojos hinchados, debido al llanto.

-Sé que sabes de lo que hablo, papá. ¿Es que acaso te gustaría verme convertido, igual que mamá? ¿Es eso? ¿Vas a dejar que sea un monstruo, para que vague por ahí por el resto de los días? ¿Es esa la vida que me deseas?

Las palabras le habían sentado a Jason como si le hubiesen tirado un jarrón de agua fría por la cabeza. Tuvieron tal impacto en él, que abrió tantísimo los ojos que pareció que se iban a salir de su sitio de un momento a otro. Debatía internamente consigo mismo, sobre si dejar que su hijo muriera, o acabar con todo ello de una vez. Lo pensaba, pero él nunca querría hacer algo así.

-P-pero....hijo....-Lloriqueaba, aferrándose a sus piernas.

-No hay peros, papá. Esta es la realidad, no hay más. -Lo miró, pero esta vez, se dirigió hasta Elliot.- Quiero que lo hagas tú.

-¿Q-qué haga yo...? ¿De qué hablas...? -La pregunta lo pilló por sorpresa.

-Quiero que cojas esa arma y aprietes el gatillo.

-Ah, no. ¡No, no,no,no,no! -Comenzó a exclamar, haciendo espavimentos con los brazos, desechando esa idea.- ¡Es una locura! Jamás podría hacerte algo así. E-eres mi amigo, Michael.

-Por eso mismo, porque eres mi amigo. Si me tienes cariño, debes saber lo que hacer.-Lo miraba, con sus intentos y grandes ojos oscuros.- Eres sensato, mi padre...joder, mírale, no podrá hacer algo así, no quiero que se vea expuesto a tener que acabar así con su hijo. Es el único favor que te he pedido, Elliot. Hazlo por mi.

Esa última frase resonó por todos los recovecos de su mente. "Hazlo por mi". ¿Qué debía hacer? Si se ponía a pensar profundamente en eso, el tampoco querría ser un monstruo toda su vida. Ni quería vagar por ahí sin sentir nada, actuando sólo por un instinto básico. Michael tenía razón, debía actuar con valentía, por él, por su amigo.

Tras larguísimos minutos de despedida entre padre e hijo, llantos y anécdotas húmedas, llegó el momento de la verdad. Elliot cogió una de las armas, la favorita de Michael y le colocó el silenciador. Le temblaba la mano, no era lo mismo acabar con un ser repudiado, lleno de odio y maldad, que con una persona llena de bondad. Sentía como si la mano se fuese a desprender del resto de la articulación, el arma se volvía más pesada a cada intento de levantarla. Cerró sus ojos, notando como las saladas lágrimas bañaban su rostro de nuevo.

-A ti también te quiero mucho, Elliot.- Susurró Michael, con los ojos cerrados y una leve sonrisa en sus labios carnosos.- Eres un chico de puta madre. Sobrevive por mi, y como hagas alguna estupidez después, me apareceré siendo un espíritu y te joderé lo que te quede de existencia. ¿Queda claro? -Se echó a reír, bromeando.

-Siempre te recordaré, Michael.- Susurró, con una sonrisa temblorosa. Debió quedarle horrible, en esos momentos ya ni recordaba como se sonreía con normalidad. Cuando consiguió alzar el arma, respiró hondo un par de veces y contó hasta diez.



Después disparó.  

El último bocado.Where stories live. Discover now