Capítulo 29: La batalla sin final

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-Te quiero.- Soltó sin más John, pasándole un plato de albóndigas a Luna, a quien iba dirigida la proposición de sólo dos letras. Una frase que podía poner muchas cosas del revés con sólo nombrarla.

-¿Q-qué...? -Aquello no se lo esperaba, ni mucho menos. Cogió el plato y se le quedó mirando, con los ojos muy abiertos.

-Eso que has oído.- El sonreía, troceando una de las bolitas de carne con un tenedor de plástico, para después llevársela a la boca.- Oye, pues si las saboreas bien, no están tan malas. No sé lo que tiene la gente en contra de estas comidas.

-Espera un momento...¿me quieres? ¿Eso has dicho? -Se sentó, dejando que en su cabeza fluyese un montón de información que no era capaz de contener.

-Sí, eso he dicho. ¿Es que ahora te has quedado sorda, o qué pasa?

-No, no...-Sonrió, metiendo uno de sus mechones rubios detrás de su oreja, despejándose el rostro.- Lo he oído perfectamente, es sólo que me ha pillado desprevenida.

-¿Y qué me dices a eso? -Arqueó una ceja, desmenuzando otro trozo de carne.- ¿Tú también me quieres a mi?

-¿De verdad tengo que decirlo? -No fue consciente del rojo pasión que estaban adquiriendo sus mejillas, pero la sensación era de todo menos desagradable.

-Ya te digo que sí, quiero oírtelo.- Se acercó más a ella y le pasó un brazo por los hombros, hasta tenerla tan cerca, que ni el aire pasaba por entre ellos dos.

-Te...te quiero.- Lo miró, con una sonrisa divertida.- Ala, ¿ya estás contento?

-¿Qué? ¿Habías dicho algo? Es que no te he escuchado.

-¡Oh, vamos! ¡No lo pienso repetir! -Se echó a reír, dándole un pequeño puñetazo en el hombro al hombre, cariñosa.- No soy muy de decir cosas bonitas, así que vete haciendo a la idea.

-¿Lo nuestro va hacia delante, verdad? -Esta vez, la pregunta había adquirido un tono de seriedad que hizo que Luna dejara de sonreír.

-En este mundo nada es predecible...-Con el tenedor, fue apartando los grumos de tomate de la carne, distraída.- Pero por muy malo que sea, si te separas de las personas que quieres, se hace aún más difícil. Así que si lo nuestro puede adquirir un rumbo hacia un futuro incierto, quiero intentarlo.

-Me estás haciendo muy feliz...-Hizo como que se limpiaba una lágrima imaginaria, de manera cómica. Después, le plantó un beso en los labios, de esos que vienen sin avisar y tanto gustan. De esos que te hacen sentir que eres importante para alguien, de los que te hacen sentir querido.

-Y yo que pensaba que eras un tío duro.

-¡Y lo soy, lo soy! Lo que pasa es que detrás de un hombre, siempre hay una gran mujer. Tengo mi corazoncito, preciosa.

-Me vas a acabar dando azúcar, pero eres tan tierno, que te lo dejaré pasar.- Le hizo una carantoña, que recibió agradecido.

Habían estado tan acaramelados, que no se habían dado cuenta de que habían captado la atención de la mayoría de los presentes. Sólo se oía el tragar de la comida y la conversación que acababan de tener ellos. Un gesto romántico como aquel, resaltaba mucho en aquel mundo de locos. El único que sonreía por razones ajenas a ellos, era Albert, que cada vez tomaba más el control del cuerpo que había tomado prestado, sonreía porque sabía que la felicidad no duraría demasiado tiempo, sonreía porque sabía que su plan saldría bien.

Sonreía.

Daniel y Elliot se unieron a la comida después, con el rostro congestionado, como si fuesen dos niños pequeños que acaban de hacer una trastada divertida y tuviesen miedo de que sus padres se diesen cuenta y les regañaran. Era una mirada cómplice, que de momento, sólo entendían ellos dos.

El último bocado.Where stories live. Discover now