Capítulo 18: Buen provecho

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  -Ahora, Alison...-Dijo la voz misteriosa a sus espaldas.- Hazlos entrar, no hagas tonterías. Sigue fingiendo como hasta ahora, creo que los tienes en el bote. La fachada de una mujer débil en apuros les ha ablandado el corazón. Tráemelos.

La mujer asintió con la cabeza, decidida. Le estaba tan agradecida a ese hombre, que sentía que lo amaba con todo su corazón. No era humano, eso ya le había quedado bastante claro, ni si quiera sabía si sentía o tenía alguna emoción, pero ella permanecería a su lado. Cuando el Apocalipsis llamó a su puerta y sintió que las llamas abrasadoras del infierno la envolvían, él le tendió la mano, la ayudó a sobrevivir y le enseñó el noble arte de la guerra. Es cierto que as primeras veces odiaba el método, personas inocentes sobre la mesa, descuartizadas, como si fuesen comida. Porque eran eso, comida.

Comían personas y estaban tiernos, sabrosos, suculentos. Él le había prometido que ella sería de su misma condición, que ella también sería inmortal, podrían estar juntos para toda la eternidad. Ella y Él. Alison y Albert.

-Lo haré, mi señor.- Terminó de "organizar" su habitación. Recogió varias blusas que el día del ataque dejó desparramadas por la cama sin hacer, se quitó la alianza y la dejó sobre la mesita de noche. Ya no la iba a necesitar más. Ahora ella ya tenía otros planes de futuro con otro hombre.- ¡Chicos!- Se asomó a la ventana, haciéndoles señales con la mano, para que la mirasen.- ¿Queréis pasar? Llevaréis mucho rato en la carretera, aquí hay comida aún y algo de beber.

-Al fin podremos estirar las piernas.- El primero en saltar del vehículo fue Misha, con algo de torpeza.- Vamos, chicos, que esta mujer tan amable nos invita. Y tengo mucha hambre, también estoy sediento. ¿Vosotros no?

-Supongo que sí nos podemos permitir un respiro.- Admitió Bruce, saliendo también de su asiento.- Esto que hacemos no está pagado, ¿eh? Con el buen sueldo que tenía yo, que ya casi tenía la casita de la playa pagada...

-¿Qué tienes una casa en la playa, mamonazo?- Rió Daniel.

-En proceso, Dan.- Alzó las manos.- Te prometo que si salimos de esta con vida, haremos una fiesta en la playa.

-Más te vale, yo tengo que ser el primero en pisar esa casa.- Ambos rieron y se abrazaron. Aquella amistad no se rompería con un Apocalipsis cualquiera. Ellos sobrevivirían, lo harían.

-Y te traes al churri.- Musitó entre dientes, señalando a Elliot con la mirada.

-¡Tío, cállate! -Daniel le dio un codazo, haciéndolo callar.- ¿Qué obsesión tienes tú, se puede saber?

-Pues que te mola, joder. La forma en la que me describiste la escenita de la gasolinera dice mucho. Fingiste ser su novio, en vez de cualquier otra cosa. ¿Por qué?

-Fue lo primero que se me ocurrió, no le des más vueltas. Es sólo un chico, no le metas en esto.

-Vale, vale, ya lo pillo. ¿Para cuándo la boda?

-Te vuelvo a decir que te calles.- Insistió, avergonzado.- Puede oírnos. Vamos a entrar ya, que Alison nos espera.

Cuando las risas se acallaron, todos entraron en la casa. Era confortable y estaba decorada de una manera muy elegante. Y estaba todo...¿demasiado limpio, demasiado ordenado? No era muy normal para una casa que había sido abandonada y más en un caos como aquel. Daniel comenzó a tener malas vibraciones, un escalofrío repentino lo recorrió de arriba a abajo, lo sacudió como si un rayo lo hubiese alcanzado. No supo porqué, pero por esta vez, lo dejó pasar. Quería un poco de paz y tranquilidad, llevaban tanto tiempo sufriendo y escapando de los muertos, que pensó que podría venirles bien algo de descanso.

-¿Alison?- La llamaron, ya que la mujer no se encontraba en su habitación, donde la vieron por última vez.- ¿Dónde estás? Ya estamos aquí.

-¡Oh, perdonad! Estoy en la cocina, preparando un tentempié. ¡Pasad, pasad! ¡Estáis en vuestra casa! -Exclamó desde allí, con voz amable.

Mientras más se adentraban en la casa, más raro les parecía todo. Y más cambiaba la perspectiva de la decoración. En las primeras salas todo estaba realmente bonito, pero a medida que avanzaban, las paredes estaban más vacías, no había mucho más que observar. Salvo que la pintura comenzaba a estar desgastada y manchada de...¿sangre? ¿Aquello era una huella de sangre seca? Daniel abrió la boca para avisar a su grupo, quería decirles que se estaban adentrando en un lugar peligroso sin retorno, que una mujer como Alison no tendría esas cosas como decoración rudimentaria. Eso no era normal, desde luego que no. Pero cuando se dispuso a articular palabra, un grito perturbador lo detuvo, provenía del interior, más bien, del suelo de la casa.

-¿Qué ha sido eso...?- Se paró en seco, agarrando del brazo a Andy, que también se había detenido. No había sido el único que lo había escuchado. Alguien había gritado justo debajo de donde ellos se encontraban.- Mirad por todos lados, debe haber una puerta que comunique con el subsuelo.

-Creo que aquí hay algo. El color de suelo es diferente.- Bruce se había agachado, examinando con cuidado las baldosas.

-Es verdad que el General Cox dijo que eras uno de los mejores rastreadores.- Sonrió Mya.

-Por supuesto, si estuve mucho tiempo en anti-vicios. Algo tuve que sacar de la experiencia.- Palpó la alfombra que cubría la mayor parte del suelo, hasta que encontró algo que sobresalía, un cerrojo.- Joder...¿qué mierda es esta? Esta tía tiene una especie de sótano secreto en mitad del salón. Esto no implica nada bueno.

Consiguieron abrirla sin problemas, no tuvieron que forzarla ni nada por el estilo. Se colaron por el pequeño hueco que separaba las dos salas, adentrándose en la oscuridad. Allí abajo no había ni una sola luz, nada que les sirviera para guiarse. El aire cada vez era más espeso, más pesado. Escucharon a sus espaldas como alguien cerraba la puerta de golpe. Escucharon algunos pasos sobre sus cabezas, pero ahora estaban atrapados y no sabían lo que se encontrarían allí abajo. Daniel, que aún seguía en cabeza, caminó varios metros de espaldas, mirando que todos sus compañeros estuviesen bien, tenía todos sus sentidos a flor de piel. Le resultaba frustrantes los ruidos que procedían de la planta superior, el murmullo de una voz que ahora se le antojaba lejana. Ahora, se sentía como una presa arrinconada, esperando que su raptor apareciera de un momento a otro.

Encendieron el llavero-linterna de Bruce, que en otra ocasión, les había servido de utilidad. Gracias a esa escasa luz, vieron que ante ellos tenían unas escaleras que parecían interminables. Los escalones crujían cada vez que los pisaban. Oían quejidos por todas partes, sollozos, incluso algún gemido que otro. Aún así podían sentir el olor a muerto allí abajo, mientras más bajaban, más fuerte era.

-Ese llanto es humano...-Acentuó Mya, mirando a los demás.- Y es de una mujer.

-Mierda, ¿dónde nos hemos metido? -Andy sacó su arma, quizá más bien por instinto que por protección. Las películas de terror siempre enseñan que no se debe ir al lugar donde se oye a alguien llorar. Algo húmedo le mojó los pies. Tenía una textura similar al fango, pero era más pegajoso. No quería mirar abajo, pero lo hizo de todas formas. Era una masa gelatinosa roja, pero no consiguió identificar qué era exactamente. Había gusanos, rebuscando en los trozos de carne más frescos. Eran despojos humanos y lo estaban dejando todo perdido, ya que sus pies dejaban huellas sangrientas a su paso.

-¿Quién hay ahí? -Preguntó Daniel primeramente, caminando de lado, con el arma por delante.- ¿Puedes oírnos?

-¡No nos hagas más daño, por favor te lo pido! -Vieron a una chica rubia, atada de pies y manos. No llevaba ropa y su voluminoso cuerpo estaba lleno de heridas.

-¡Largo de aquí, hijo de la grandísima puta!- Exclamó otra voz, gravemente.- ¡Ya nos has hecho mucho daño, déjanos en paz!

-Oíd, penséis lo que penséis, no somos quiénes creéis. Me llamo Daniel, no queremos haceros daños, seguid hablando.- Iba alumbrando, pendiente del eco de las voces, debido a que el lugar estaba cerrado, era más difícil seguir la pista. Daniel palpaba primero el suelo con sus pies, para asegurarse de que no chocaría con ningún objeto o ser inesperado. Chocó contra una superficie de metal, algo parecido a una camilla. Una sombra cruzó la sala, notaron la brisa junto al movimiento.

-Mira por donde...-Era una voz misteriosa, llena de orgullo y satisfacción.- Creo que os he pillado. Sois más tontos de lo que me esperaba.

Todos se quedaron helados, vieron una figura acercarse, delgada, casi esquelética. Llevaba una bata de médico, parecida a la de Misha, pero más desgastada y raída. Gracias a la poca luz de la que disponían, pudieron verle el rostro, mitad humano, mitad zombie. Y sus ojos reflejaban ansia de carne.

-¿Os vais a unir a nuestro festín? La zorrita que traéis quedará muy bien junto a las otras dos. Además, todavía no voy a mandaros al otro barrio, antes quiero divertirme un poco con vosotros.- Se abalanzó sobre Daniel, que lo esquivó por poco. Ese hombre parecía estar más muerto que vivo, pero se movía bien, era casi más ágil que cualquiera de sus compañeros. Se preguntaba como era posible. El híbrido consiguió agarrar a Mya del pelo y tiró con todas sus fuerzas, haciéndola caer de rodillas. Cuando la tuvo entre sus manos, estampó su cabeza contra el suelo un par de veces, haciéndola sangrar, una sangre caliente y salada que le recorrió todo el mentón y también llenó el suelo. Le pitaron los oídos y se le nubló la vista, ya no veía a sus compañeros, sólo sombras difuminadas. Bruce alcanzó un trozo de madera y golpeó al doctor tenebroso con ella, haciéndolo retroceder, ahora que lo tuvo cerca, pudo apreciar mejor sus rasgos, pero no se entretuvo demasiado con esa belleza mórbida. Se maravilló con el sonido que hizo la madera contra la piel podrida.

Mya consiguió ponerse en pie gracias a Elliot y Jason, y la pusieron a salvo, lejos del malhechor. Estaban muy asustados, pero buscaban con desesperación alguna salida. Como estaba tan oscuro, poco más podían hacer. Se aliviaron al ver que el corte que se le había producido en la frente no era profundo. La habitación subterránea no era demasiado grande, había algunas estanterías enmohecidas llenas de libros viejos, un escritorio sobre el que reposaban todo tipo de papeles manchados y algunas herramientas desconocidas. Lo que más les impactó, fueron las bandejas de plata que tenía sobre una mesa, rebosantes de órganos humanos. Elliot pudo sentir como se le revolvía el estómago, el vómito pedía salir a gritos. Buscar entre los armarios sin ver nada sería una pérdida total de tiempo, así que dirigió su mirada hacia las camillas, donde minutos antes, habían escuchado el llanto. ¿Seguirían vivos? Creyó oírlos hablar entre ellos, así que reptó con cuidado por debajo de los muebles. "Tienes que ser valiente, Elliot, tienes que salvar a esas personas". Se decía a sí mismo una y otra vez, todos sus compañeros estaban luchando, él también lo haría. Se encaramó en la primera camilla, donde la desnuda chica rubia se agitó, lloriqueando.

-No, no...-La trató de calmar.- No te asustes, por favor. Venimos a salvaros, no queremos haceros ningún daño. Buscaré algo para soltaros de esas mordazas, ¿de acuerdo?

-Chico, chico.- Lo llamó el hombre, el de la camilla de en medio. También estaba desnudo, pero ahora no era momento de tener tapujos con la desnudez humana y lo miró.- Sácanos de aquí, joder. Ese pirado y la tía imbécil nos quieren comer.

-¿Q-qué....? -Elliot abrió mucho sus ojos, imaginando como esas dos personas cenarían aquella noche, masticando carne y cartílagos humanos.

-Coge la navaja que tiene en la mesa y córtame la mierda esta de las manos y los pies. Rápido.- Insistió al chico, que todavía lo miraba con una expresión aterrada.- ¡Vamos, muévete!

Elliot se movió lentamente hasta la mesa. Tenía que actuar rápido, pero tampoco quería llamar la atención de ese ser del inframundo, así que abrió uno de los cajones inferiores y descubrió la navaja, afilada, brillante. Tuvo algo de fe cuando al agarrarla, nadie lo detuvo, ningún monstruo se había abalanzado sobre él todavía. Así que desató con algo de torpeza a los tres presos que había, dos chicas, una morena y la otra rubia, y al hombre, que maldecía en voz baja todo el tiempo.

-Gracias, campeón.- Lo instó el desconocido.- ¿Cómo te llamas, chaval? Nos habéis salvado el culo tú y tu grupito. Yo me llamo John Morgan. Y estas de aquí son Luna y Blair.

-E-encantado, yo soy Elliot. Pero creo que ya nos podremos presentar todos cuando salgamos de este sótano tenebroso. Giró la cabeza rápidamente cuando oyó al híbrido de gritar, más bien era un chillido agudo. Daniel lo había atravesado con unas tijeras, pero aquella no había sido suficiente para pararlo.

-¡Muere, hijo de puta! -Exclamó Daniel, haciendo fuerza con el utensilio, clavándolo aún más en la piel, incluso lo retorció. Un gran flujo de sangre salió disparado de la herida, pero era espesa y negra como el carbón. Levantó la cabeza y miró al monstruo a los ojos, que sonría mientras apretaba la mandíbula. Levantó la pistola y le disparó en la cara, pero el híbrido no cayó, no se desintegró como los demás espectros. Ni si quiera parecía que le hubiese hecho daño.

-¿Crees que con eso vas a hacerme daño, inmortal? Yo soy eterno, no muero nunca.

-¿Q-qué eres...? -Daniel tenía miedo, pero fue lo primero que se le ocurrió preguntar. No podía existir algo a lo que no se pudiese matar, era técnicamente imposible. Ese hombre no era humano, pero estaba seguro de haberle acertado en la cara y en la frente. El que no estuviese muerto le revolvió su interior por completo.

-Todos vais a ser como yo, no te impacientes. Primero haré que renazca Alison, mi buena aprendiz. Se lo debo todo y me ha traído hasta vosotros, un grupo fuerte. Justo lo que necesitaba.- Lanzó a Daniel contra una de las camillas, que cayó volcada de lado.- Pero necesito que os estéis quietecitos.

Cuando Daniel se arrastró por el suelo para alejarse, sus manos se enredaron con la ropa sucia y manchada de los presos. Estaban rasgadas, casi inaccesibles, pero aún así, las agarró y se las puso contra el pecho. Si pensaba sacar de allí a aquella gente, no podrían ir desnudos. Podrían contagiarse con cualquier cosa al mínimo toque. Su expresión debió desmoronarse, porque sus compañeros lo miraban con desesperación, habían perdido toda la confianza que les quedaba. Daniel se arrastró como pudo por el suelo, mientras las lágrimas corrían por sus mejillas enrojecidas por la impotencia y la ira. Albert lo agarró del tobillo, atrayéndolo de nuevo, abriendo su oscura y hambrienta boca en un intento por darle un buen mordisco. Elliot gritó, saltando encima de la espalda del monstruo, separándolo de Daniel.

-¿Qué cojones haces, niñato? -Gruñó el demonio, dando manotazos en el aire, para quitárselo de encima.- ¡Te devoraré el segundo, en cuanto acabe con el madurito tocapelotas! Alison, bloquea todas las puertas, que no puedan salir de aquí.

-Tú...-Era la primera vez que hablaba Andy, señalándolo.- Eres el mismo que nos atacó en la base militar infectada. ¿Cómo lo haces? ¿Nos sigues? ¿O es que hay más como tú?

-Andy, Andy, Andy...-El monstruo sonrió, mostrando sus amarillentos pero brillantes dientes.- Tú podrías ser perfectamente algo más que lo que eres ahora, eres listo, rápido, fuerte y de corazón oscuro. Ven conmigo, déjate vencer. Renace como un ser nuevo, mejorado. No necesitas ser un humano.

-Bicho asqueroso...-Musitó.- Si me lo hubieses dicho antes, habría aceptado. Odio este mundo, odio a los caminantes, odio mi vida y no pensaba estar aquí por mucho más tiempo. Pero....-Miró a Mya, temblorosa, sentada en el suelo, sujetándose el vientre.- Ahora no. Tengo gente a la que proteger, pienso que si muriese ahora, me sentiría perdido. Ya no tengo el mismo vacío que hace días, ahora quiero vivir. Y también quiero matarte a ti, reptiliano mamón.

-¡No me digas! -Trató de aguantarse la risa, y la ahogó con un pequeño gemido.- Bueno, me da igual. Os tendré a todos tarde o temprano.- Hablaba de manera enloquecida, con los ojos abiertos de par en par.- Las damas primero, sigo siendo un caballero, después de todo.

Luna y Blair se habían incorporado, aunque John Morgan las protegía, aferrándolas con sus fuertes brazos. Era cierto eso que decían de que las tragedias unen a las personas, porque deseaba protegerlas a las dos a toda costa. Los chillidos del monstruo se convirtieron en maldiciones, estaba perdiendo la compostura. Recibía disparos de todos los presentes, pero aún así seguía maldiciendo. Jason también participó, ya que salió gritando de entre las mesas y disparó cinco veces sobre el monstruo antes de que este pudiese reaccionar si quiera. Albert dejó escapar un gruñido y cogió a Jason del cuello, con sus afiladas uñas, que parecía no haberse cortado en meses y le correspondió con una ráfaga de dentelladas en el abdomen, las uñas se clavaban en su piel y roció todo el suelo con fragmentos de órganos y sangre y no paró hasta que se quedó completamente vacío. Los gritos terribles que habían surgido de la garganta de Jason se mezclaron con los aullidos de dolor de Elliot, que pudo ver como Albert tiraba el cuerpo vacío de Jason a su lado, que convulsionó por última vez y se quedó quieto. Andy disparó la última bala en la cabeza del amigo caído para asegurarse de que no se volvería a levantar.

-J-joder....-Elliot se tapó los ojos con las manos, anegados en lágrimas. Era al segundo amigo que perdía.- ¡Jason, no....!- Por un momento, todos parecían en silencio, quizá respetando la pérdida. Se levantó, furioso y se dio media vuelta, pero Daniel lo agarró del brazo.

-Quieto, Elliot. Conseguirás que te mate también....sé lo que duele la caída de un amigo, pero hazme caso, por favor.- Elliot iba a decir algo más, pero acabó sollozando sobre el pecho de Daniel.- Al menos Andy ha hecho que no se convierta en uno de esos zombies, ahora no rondará por la ciudad, perdido.

Algo emitió un chillido desde las sombras, puede que fuese otro de esos bichos, o la misma Alison, aunque ni si quiera se querían quedar para comprobarlo. Bruce agarró con fuerza la puerta y empezó a tirar, pero ni se movía. Sus uñas se doblaron y algunas incluso se partieron, causándole un dolor atronador, pero aun así siguió tirando. Daniel lo ayuda, al igual que Andy. Pero Alison había hecho bien su trabajo, la puerta no cedía.

-Lo siento, chicos...-Dijo ella, a sus espaldas.- Pero dije que no podríais salir. Mi amo ya ha planeado la cena de hoy. Y si no dejáis de luchar, os haremos aún más daño.

-¡No suelo pegarle a las mujeres, pero por ti haré una excepción! -Gritó Andy, alzando al puño, con furia.

-Pegarme no cambiará las cosas, lo comprenderás después. Eres de los más insensatos que hemos visto.

-¿A cuántas más personas le habéis hecho esto? Sois unos monstruos.- Escupió Elliot, tembloroso.

-Cada uno sobrevive de la manera que mejor se le da. ¿No creéis? -Albert agarró de la mano a Alison, si no fuesen una aberración, incluso harían una buena pareja. Avanzaron hacia ellos entre risas. Unas risas similares a las de las hienas. Mya temblaba frenéticamente, sintió un pinchazo en su interior. ¿Se trataba de su bebé? ¿Es que todo aquello le estaba afectando a él también? Por favor, que no fuese eso.

Entre todos, consiguieron derribar una de las puertas que crujió y cayó contra el suelo. Albert y Alison seguían acercándose, ahora estaban muy silenciosos, lo cual, los aterraba aún más si se podía. Aquello era perturbador. Bruce, con los brazos debilitados y las colapsadas manos hechas polvo, sacó fuerzas para ponerse en pie y ayudar a los demás a subir las escaleras.

-Podríais tener la vida eterna...-Susurró Albert, mientras subía los escalones pausadamente. Sus pies dejaban huellas sangrientas por todas partes, Elliot pensó que aquella sería la sangre de Jason y casi sentía como las lágrimas querían salir de nuevo de sus ojos. Pero ahora debía seguir adelante, ya que era arrastrado por Daniel. Se aferraba a su brazo como si se tratase de un náufrago con un bote salvavidas.

-¡Salid todos, vamos, corred! -Apremió a sus chicos. Daniel arrastraba aún a Elliot, que no dejaba de mirar el cuerpo de su amigo. Andy ayudaba a Mya y Bruce se encargaba de la chica morena, que estaba casi desnuda. El hombre que estaba con ellas ayudaba a la rubia, que cojeaba un poco. Trastrabillaron por los escalones mohosos de las escaleras y de vez en cuando, echaban un vistazo por los huecos que dejaban los tablones de madera. Se habían quedado quietos. ¿Por qué?

Bruce se había dado cuenta de que había perdido su llavero-linterna en las profundidades de aquel sótano maloliente, pero no era eso lo que le preocupaba, había algo en toda aquella situación que le llamaba demasiado la atención. Albert los miraba con diversión, como si le diese igual que subiesen, eso no podría significar nada bueno. Las sombras de aquel lugar parecían tener vida propia, susurraban entre ellas, el peligro se percibía en cada rincón.

-Cuidado, cuidado...eso es, salid todos.- Daniel fue el último en salir a la claridad de la casa. Allí arriba todo parecía normal, como si no hubiese pasado nada.- ¿Cómo os llamáis vosotros tres? -Preguntó a los que había encontrado en el sótano.

-Yo me llamo John Morgan y ellas dos son Blair y Luna.- La morena sonrió, aludida, aún en brazos de Bruce.- Ese chalado nos cogió...yo....teníamos dos compañeros más, un tío de la poli y una chica rubia. Pero...se los comieron. Creo que eran Cox y Margarett, o algo así.

Un ambiente cargado de pesimismo retumbó en las paredes de la casa, el mundo pareció caer sobre Daniel. Cayó de rodillas, apoyando todo su peso sobre una de sus fuertes manos. Quizá no se tratase de sus amigos, pero la suerte parecía haberse mudado a otro estado, así que lo más probable, es que fuesen ellos. Su jefe y su mejor amiga, los valientes que habían salido con vida de la comisaría, ahora habían sido devorados sin piedad por esos dos enfermos mentales. La respiración convulsionó en sus pulmones, se quedaba sin aire, nunca había perdido los nervios ante ninguna situación, pero esto ya lo superaba con creces. Era el momento, en el que Daniel se vino abajo. La montaña de desgracias que había tenido que soportar hasta ahora, se autodestruyó. Daryl, todos sus compañeros de la central, Tyler y ahora Cox y Margarett. Ya no fue capaz de mantener su compostura y sollozó, hasta que desembocó en un llanto.

Todos sus compañeros se sintieron igual, era una noticia horrible. Tenían esperanzas de que hubiesen sobrevivido. Tenían la certeza de que ellos dos eran el tipo de personas que merecían que le pasasen cosas buenas, pero por lo visto, la vida no tenía miramientos con nadie y el karma tampoco existía. Bruce se mordió el labio, entornando sus ojos, que se anegaron en finas lágrimas. Mya se sacudió y ocultó la cara en el pecho de Andy, ronca por el llanto. Cuando la hubo calmado, le puso la mano en el hombro a su líder.

-Dan, tío...-Se agachó.- Creo que debemos salir de aquí, aún no estamos a salvo. Esto que ha pasado ha sido una verdadera catástrofe, pero si no nos vamos, podríamos correr la misma suerte. Arriba, joder. Eres nuestra salvación.- Después, le dio un pequeño golpe en el hombro, pero usando fuerza.

-Joder...¿por qué me golpeas? -Daniel levantó la mirada, extrañado.

-Porque he sentido una pizca de afecto por ti y me ha dado repelús.- Sonrió, esta vez, de manera cariñosa.

-Gilipollas...-Daniel se levantó lentamente, después de un hundimiento, siempre viene un alzamiento. El alzamiento de Daniel, con más fuerza que nunca.

Bruce se quitó la chaqueta para ponérsela sobre los hombros a Blair, que temblaba por la frialdad que habían tenido que soportar en aquella pantanosa habitación. Estaba cálida y se arropó en ella. Bruce sonrió un poco al ver más reconfortada a la chica y le separó un mechón de oscuro cabello del rostro, para poder observarla mejor, no querían arriesgarse más, debían saber si estaban infectados o no. No encontró heridas, ni señales de infección, sólo unos ojos marrones que le devolvieron la mirada, unos ojos oscuros que se clavaron en lo más hondo de su ser.

-Gracias...-Blair sonrió un poco, envolviéndose en la chaqueta. Luna ya sabía lo que le gustaba a su amiga un abrigo o una chaqueta calentita. Siempre que iban juntas de compras en el pasado, Blair paseaba sus dedos inquietos por las prendas, con una sonrisa.

-No hay de qué. Me alegro de que estés bien, ahora os sacaremos de aquí.- Bruce la cogió de la mano, ayudándola a incorporarse, como no tenía heridas presentes, pensó que sería de más utilidad si la chica iba a pie.

-Será mejor que no entréis en la coci...-Murmuró John, uniéndose al grupo, pero fue demasiado tarde, Daniel ya había puesto un pie en la cocina y pudo ver algunos restos de carne ensangrentada sobre los platos. De lejos, podría haber pensado que era carne cruda de cualquier animal, pero sabía perfectamente que no era así, era la carne de sus amigos, y apenas habían dejado restos, sólo los huesos y algunas pertenencias. Sobre la mesa, al lado de las copas de vino, descansaba una alianza de plata, una alianza que reconoció casi al instante, era de Cox. Lo supo, porque en el grabado ponía "Juntos por siempre, E". Elizabeth, la mujer de su jefe.

-Te vengaré, te lo juro por mi vida, que lo haré.- Agarró la alianza y se la metió en el bolsillo, mientras murmuraba y pronunciaba maldiciones de todo tipo. La guerra no había hecho más que comenzar.  

El último bocado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora