Capítulo 19: La nueva forma de vida se alza

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  Andy metió un cartucho en la cámara y encañonó el arma hacia las escaleras.

-¿Por qué no os vais al infierno de una maldita vez, eh? -Gritó, viendo como los ojos relucientes de ambos se proyectaban en las sombras. Le disparó al hombre varias veces, si es que se le podía considerar uno y las paredes quedaron salpicadas de pedazos de carne y sangre, pero aún así, siguió subiendo. El sonido constante del arma reverberó por los pasillos, llenándoles los oídos.

-Me temo que ya estamos en el infierno, chico. La tierra es un lugar inhóspito ahora. Los que estáis fuera de lugar, sois vosotros. ¡Será mejor que dejes de dispararme, me vas a destrozar este cuerpo que tanto me ha costado conseguir!- Extendió su podrida mano hacia ellos, pese a su estado, el brazo parecía bastante firme.- Pronto estaréis todos conmigo a salvo, en mi regazo.- Su sonrisa se hizo terrorífica.- Vuestras voces se unirán a los gritos de ahí fuera.

Daniel cerró la puerta que los separaba de las escaleras, antes de que pudiesen salir. Improvisó una barrera usando algunos muebles y madera, sabía que aquello no duraría eternamente, pero les daría algo de margen para poder pensar que hacer a continuación, necesitaban descansar, sus músculos estaban perturbados tras tantas emociones. Elliot sorbió un poco por la nariz, hacía ya un rato que había dejado de llorar y echó un vistazo por la ventana de la cocina, vislumbrando a las criaturas que moraban en el exterior.

-¿Y bien, qué hacemos ahora? -Insistió Andy, mirando a los presentes.

-Joder, déjame pensar un momento.- Daniel se frotó las sienes, aquello ya era demasiada presión para él, ser un líder conllevaba muchas obligaciones. Y estaba tan cansado, que apenas podía respirar en condiciones.

-Yo voto por abrir la puta puerta y enfrentarnos a esos dos.- John se puso en medio, cubriendo su cuerpo con unas mantas.

-Ya has visto lo que ha ocurrido, ha muerto otro hombre.- Lo recriminó Daniel.- Si os vais a quedar con nosotros, os ruego paciencia. No podemos ir a lo loco, porque los que hacen tonterías en este mundo, lo pagan con su vida. ¿Comprendido?- Con suerte, el grupo de fétidas criaturas que había fuera se fue dispersando, algo más habría llamado su atención y ahora emigrarían a otro lugar.- ¿Os habéis dado cuenta de que no se han acercado a la casa?

-¿Cómo dices? -Bruce frunció el ceño, apartando un poco la cortina con sus dedos.- Están ahí, tío. Si nos vieran, seguro que se volverían locos.

-No, no lo creo.- Daniel se acercó a la ventana y trató de abrirla.

-¡Qué hace este gilipollas!- John lo agarró por los hombros, con los ojos muy abiertos.-¿Es qué no has tenido bastante con ese sótano, quieres más? ¡Vas a conseguir que nos maten a todos!

-Dejadme hacer, tengo una corazonada.- Daniel asomó la cabeza por el hueco y alzó las manos, haciéndoles señales a los caminantes. Muchos se fijaron en él, incluso se acercaron a gran velocidad, pero no se mostraban agresivos. Ladeaban sus cabezas a medio caer y se iban, perdiendo el interés.

-¿Qué cojones acaba de pasar? -Bruce también se asomó, junto a su compañero.- ¿Por qué no han tratado de comerte, como siempre hacen? Han pasado de nuestro culo, joder. Porque estoy seguro, de que pueden sentirnos.

-Os parecerá una tontería, pero...creo que esta casa está asegurada. Y creo que es por ellos dos. No atacan este sitio por algo, quizá estén adiestrados o sean manejados, la verdad es que no sé bien como sucede, pero seguro que tiene algo que ver.

-Los zombies no piensan, ¿cómo iba alguien a adiestrarlos? -Preguntó Luna, recogiéndose el pelo, que estaba sudado y grasiento.- Son medio lelos, no entienden.

-Ya, ya...eso ya lo sé.- Admitió Daniel, rascándose el mentón.- Pero tú misma lo acabas de ver, debe haber algo...algo que haga que pierdan el interés en esta casa, porque a nosotros nos han seguido durante todo el camino sin cesar, por carretera y bosque a partes iguales. Y al llegar aquí...se marchan. ¿Por qué?

-Sí que es raro...-Admitió Blair, pensativa.- Nosotras estuvimos mucho tiempo viviendo en una casa del bosque y cada vez que nos veían o escuchaban, se pasaban horas aporreando las puertas y las paredes, deseando entrar por cualquier lado. Es sospechoso que ni si quiera hayan hecho el amago de acercarse a Daniel, que los estaba llamando.

Albert y Alison golpeaban la puerta, con la intención de echarla abajo, pero gracias a la argucia de Daniel, aguantaría un poco más. Bruce se quedó mirando en aquella dirección sin pestañear, después, esbozó lentamente una sonrisa. Eso sólo podía indicar que se le había ocurrido un plan, o mejor dicho, una manera de salir de allí.

-Si salimos de la casa sin más, lo más seguro es que llamemos la atención de los caminantes, si la teoría de Daniel es cierta, la casa es lo único que los separan de nosotros. Y si consiguiéramos huir todos, que es poco probable, Albert y esa chalada satánica nos acabarían encontrando, son inmortales y más rápidos que nosotros. Por eso he pensado...que podríamos volar la casa. ¡Boom!

-Estos están todos chalados.- Argumentó John, alzando los brazos, exasperado.- ¿Es que todo lo queréis solucionar volando cosas por los aires? ¿Qué clases de personas sois?

-Los mejores agentes, tío.- Bruce sonrió, alzando las cejas.- Los que hemos sobrevivido, los salvados.

-¿Es que acaso tenéis explosivos?

-Perdona, pregunta mejor que no tenemos.- Bruce buscó la mirada de Daniel, quería su aprobación. Para hacer una locura así, siempre necesitaba que su amigo estuviese de acuerdo con él.- Lo que pasa, es que están en la furgoneta que está aparcada ahí enfrente, ¿la ves?

-Vuelvo a decir lo mismo, estáis todos pirados.- John desistió, no podía combatir contra el brillo de los ojos que presentaba el agente. No era un mal plan, arriesgado, pero podía funcionar.

-Si nosotros no hemos podido con ellos, seguro que una explosión de la hostia puede hacerlo.- Daniel afirmó la petición de Bruce, asintiendo con la cabeza.- Pero es peligroso, habría que salir y coger los explosivos. La furgoneta no está demasiado lejos, pero basta con que un grupo de caminantes nos sorprenda para estar acabados. Puedo salir yo.

-Tío, tu has explotado ahí abajo. Necesitas un descanso, quiero hacerlo yo.

-No puedo permitir que te expongas al peligro así, y tampoco puedo pedírtelo.

-No me lo estás pidiendo tú, lo hago porque quiero salvar a mi gente y salir de este antro. Es lo que me dicta mi corazón.

-Vale, de acuerdo. Te lo diga yo o no, vas a hacerlo de igual manera, así que...-Daniel sonrió, apretando la mano de su compañero.- No puedo interponerme si quieres hacerlo, pero como te pase algo, te vas a cagar.

-Nunca me ha gustado que me amenaces, amigo mío. Te pones muy serio y se te pone la nariz rara.

-Suerte tienes de que apenas lo haga.- Daniel trataba de calmarse. Se paseaba de un lado a otro, pensativo. Quería que los preparativos del plan fuesen bien. No quería fallos.- Quería un momento de calma, pero no podemos perder más tiempo.

-Yo también voy.- John se adelantó, mirando al líder.- Si me dices que sí, todos contentos. Si me dices que no, haré lo que me de la gana y os joderé el plan, así que tu decides, Rambo.

-¿Eso es chantaje? -Daniel se dirigió al hombre, curioso.- No quiero a gente así a mi lado. Como hagas algo que ponga en peligro a mis amigos, te las verás conmigo.

-Vamos, déjame probar. Es mejor que vayan dos a que vaya sólo tu amiguito.- En eso, el hombre tenía razón. Dos cabezas pensaban mejor que una, y cuatro manos funcionaban mejor que dos.- Así podrás averiguar de que pasta estoy hecho y si sirvo para estar con vosotros.

-Supongo que podría dejar que vayas, pero te estaré vigilando.- Daniel salió de la cocina, allí había un olor que se le había instalado en lo más profundo de las fosas nasales y no se desprendía. No aguantaba más esa pestilencia a carne.- No me des motivos para tener que darte una paliza.

Bruce comprobó su cargador varias veces, asegurándose de que estaba lleno. Bien sabían que estaban en una clara desventaja. Esos dos seres sabían disparar, usar herramientas y hacer todo lo que hacía una persona normal, pero a un nivel más rápido. También sabía que sus cuerpos eran humanos, pero había algo dentro de ellos...algo muy malvado. No eran personas, el hombre por lo menos. Se sentía frustrado y buscó la manera de dejar fuera esos pensamientos tenebrosos por un momento. Para salir al exterior, debía tener una única cosa en la cabeza, el plan.

-Esto me supera...-Susurró Luna, cubriéndose la cara con sus manos.- ¿Por qué siguen caminando aunque los hayamos cosido a balazos? Deberían estar secos ya. Nos quieren matar...¿Es por necesidad, o por qué simplemente son unos sádicos y se divierten con el dolor que proyectamos? Sus cuerpos no dejan de pudrirse, se les cae la carne y joder, ¡siguen moviéndose!- Se detuvo, sorprendida de su propio arrebato. No se dio cuenta de que estaba llorando hasta que Blair la abrazó.

-No tenemos respuestas aún.- Le dijo Daniel, al verla en ese estado.- Pero pronto lo haremos. Sé que estamos a nada de descubrir que está pasando. Nos salvaremos y lograremos prevalecer.- Luna asintió y volvió a mirar a su amiga. En su interior, deseaba creerlo con todas sus fuerzas.

Estuvieron largos minutos discutiendo el plan, una y otra vez. Había pasado una hora cuando por fin estuvieron listos y aclarados, y hablaron sobre el plan por última vez. Ellos se asomarían a las ventanas, armados hasta los dientes, cubriéndoles las espaldas a Bruce y a John, que saldrían camuflados a por los explosivos. Habían contado con todo tipo de contratiempos, eso es lo que hacía fuerte un plan, pensar siempre en lo malo que podría pasar. Tendrían que moverse con mucho cuidado, como si fuesen hojas caídas movidas por el viento y evitar las aglomeraciones de muertos. Llegarían al coche, comprobarían que las cargas están intactas y que todavía podían usarse y volverían de nuevo, para colocarlas en la casa. Después saldrían y acabarían con ellos de una vez por todas.

-¿Os parece bien? Ya lo hemos repasado un buen número de veces. ¿Qué haréis si veis que la cosa se pone difícil?

-Volver dentro.- John puso los ojos en blanco, aburrido.- Pareces un disco rayado, joder. Ya lo hemos hablado, no somos imbéciles.

-Es que quiero estar seguro de que sale bien, no tenemos ninguna alternativa mejor.

-Vamos, pues.- Bruce se levantó del suelo dando un brinco. Agradeció el rato que habían estado sentados.

Los dos hombres se dirigieron hasta la puerta, cuando estuvieron seguros de que el exterior era seguro, abrieron los cerrojos y se adentraron en la luz del día. El sol los había envuelto con su luz cegadora y la calle estaba vacía. Cruzaron sigilosamente y se fundieron con la sombra que brindaban los árboles que había en la acera, estaban secos, pero seguían siendo altos y confortables. Bruce iba delante, a John le sorprendió la maestría y resistencia del hombre. Se escabulleron detrás de la furgoneta, procurando no ser vistos. En varias ocasiones avistaron a los no muertos, pero se quedaron quietos y ocultos hasta que el peligro pasó. Cuando por fin parecían seguros, se metieron en la furgoneta, examinando su interior.

-Parece que está todo intacto...-Bruce revolvía entre las bolsas.- Creo que con que nos llevemos una de estas bolsas, podría servir.- Oyeron un siseo a sus espaldas, luego lo acompañó una risotada.

-¿¡Pero qué coño...!? -Gritó John. Apenas tuvieron tiempo de darse la vuelta, ya que el enorme cuerpo de Albert se lanzó sobre ellos, soltando un bufido de rabia. Se echaron atrás, chocando contra la pared del vehículo, para no ser alcanzados y comenzaron a disparar contra él, pero lo único que consiguieron, fue cabrearlo más.

-¿Por dónde demonios has escapado? -Un terrible sentimiento se aferró a Bruce. Pensó en que habían derribado la puerta y que sus amigos habrían sufrido las consecuencias. Casi se olvida de como respirar.

-Estuve golpeando la puerta de manera incesante, hasta que me paré a pensar. Joder, Albert, estos son unos humanos listos, seguro que están trazando algún plan mientras tú estás aquí atrapado. Como fuisteis tan descuidados de dejar que oyese vuestro plan, vi una oportunidad. Chavales, toda casa notablemente americana tiene una puerta trasera, fue por ahí por donde pude salir. ¿No es maravilloso? Mientras yo estoy aquí a punto de mataros a vosotros, Alison tendrá diversión con vuestros compañeros.- Su pelo estaba cubierto de sangre seca y costras, estaba retrocediendo, listo para saltar. Los dos hombres lo observaban incrédulos.

John alzó de nuevo la mano para disparar, pero Bruce lo instó a parar, parándole el brazo.

-Deja de disparar, si los disparos han alertado a la calle entera...estamos perdidos.- Sin darse cuenta, hiperventiló.

-Ahora viene mi turno, ¿verdad? -Albert sonrió y al hacerlo, un grueso gusano pastoso se escapó de entre sus dientes, cayendo al suelo, aún reptaba inútilmente cuando lo aplastó. Agarró el vehículo con sus fuertes brazos y lo levantó. Lo lanzó como si fuese una simple piedra en el camino, como si la furgoneta no pesase nada. Estuvieron un rato en el aire, el suficiente para protegerse como pudieron, pero el impacto fue tan grande y brutal, que no lo consiguieron.- Se me olvidó comentarlo, tengo una fuerza bastante superior a la que tendréis jamás. ¿Me oís? ¿O es que os habéis muerto ya? Vamos, aún no he hecho más que empezar.

La furgoneta había quedado totalmente destrozada y el motor había comenzado a arder, era cuestión de tiempo que saltasen por los aires con todo el material inflamable que transportaban. Albert se acercó a ellos y se agachó ante las ventanillas, comprobando el estado de sus presas. Al ver que aún respiraban, sonrió, revelando sus encías ennegrecidas y su lengua grisácea, varios gusanos más se revolvían dentro de su nariz.

-M-mierda...-Gimoteó Bruce, notando la calidez de su propia sangre caerle por la cara. Estaban boca abajo, aunque pudo encontrarse con la mirada asustadiza de John, parecía no ser la primera vez que se encontraba en una situación como aquella.

-Esa boca, chicos.- El zombie parecía hasta enternecido.- No hace falta llegar a estos extremos, ¿verdad? Si me hubieseis obedecido al principio, no habría tenido que haceros daño, podríamos haberlo evitado. ¿Os he hecho cambiar de opinión?

-No, gracias.- Susurró John, cerrando con fuerza sus ojos.- Estamos bien aquí, espera a que nos incorporemos y verás.

Albert se puso de rodillas, se inclinó hacia la izquierda y agarró a Bruce del muslo, sacándolo a la fuerza del coche. John trató de impedirlo, pero su posición se lo prohibió, alargó al brazo y se quedó a la mitad. El hedor del ente era insoportable incluso desde allí y como Bruce lo tenía a su lado, tuvo que contenerse las fuertes arcadas, que subían y bajaban por su garganta.

-Podría comerte de un bocado ahora mismo.- Comenzó Albert, zarandeándolo de un lado al otro.- Podría saciar mi enorme y atroz apetito, pero...quiero compartiros con mi gran amor, Alison. Al principio no me convencía, pero ella ha sabido ver algo a mi, cree y confía en mi. ¿No es precioso?

-Dais todo el asco...-Gimió Bruce, con la cara roja, debido a la postura. Trataba de golpear al híbrido, pero sus golpes fueron en vano, se le estaba subiendo la sangre a la cabeza. Albert comenzó a hurgar en los bolsillos traseros de Bruce y al comprobar que no había nada de utilidad, cesó. John aprovechó para alcanzar una navaja de mano y trató de clavársela, pero tampoco hizo efecto. El monstruo sangró, incluso se quejó un poco, miró a Bruce a los ojos y lo lanzó a pulso. Mientras que Bruce cruzaba la carretera a vuelo, Albert musitó algunas oraciones silenciosas y tenebrosas.

-¡Capullo, ven a por alguien de tu tamaño! -Había conseguido salir del vehículo también, aunque algo dolorido.- Joder....- Se quedó olisqueando el aire unos segundos, y sus palabras dejaron de salir.- ¿Lo hueles, Bruce?

-Joder...-Mientras se levantaba del suelo, inhaló profundamente y el hedor le dio ganas de vomitar.- Mierda...

-¡Ya vienen! -Albert alzó las manos.- ¡Mis preciosos hijos! ¡Venid y jugad con vuestros nuevos amiguitos!

Bruce echó a correr hacia John, poniéndose a su lado. Ambos sabían que significaba ese olor, los muertos venían. Aún no los veían, pero con olerlos era más que suficiente. Corrieron por la acera y llegaron a la puerta de la casa en el mismo instante en el que unos cuantos zombies se adentraban en las hileras de calles. De los arbustos y los callejones adyacentes surgieron sendos grupos de zombies, y docenas más emergieron del sótano de la propia casa en la que segundos antes, se habían sentido tan seguros. Y esta vez, los zombies volvían a ser zombies, al verlos correr profirieron un grito horripilante y empezaron a correr velozmente hacia ellos.

-¡Hora de irse!- John derribó la puerta principal de una sola patada. Bruce había temido que sus amigos estuviesen muertos, pero se encontró con la nerviosa mirada de todos, incluida la de Alison, que estaba atada a una silla.

-¿Estáis los dos bien? -Daniel se acercó, examinándolos.- Pudimos ver lo que pasó por la ventana, ese tío está loco.

-Volcó la furgoneta con nosotros dentro, joder. Tiene una fuerza sobrehumana. Por eso es mejor que salgamos de aquí mientras podamos, no creo que podamos vencerlos, no por ahora.- Uno de los zombies se había asomado a la ventana, llevaba ropa de campo y aún llevaba una herramienta entre sus hinchadas manos.

-¡Rendíos, humanos!- Exclamó Alison, con una sonrisa, al ver que cada vez estaban más acorralados.- ¡Podríais liberaros de esta carga si queréis! Si lo hacéis, la cosa acabará pronto y no será demasiado dolorosa, lo prometo.- Una risa salió de su garganta, que acabó en un gorgojeo.

-Daos prisa, los tendremos encima en cuestión de segundos.- Daniel hizo que todos sus compañeros saliesen de la casa, a tirones si era necesario. El exterior no daba mejores esperanzas, pero quedarse allí dentro sería cavar sus propias tumbas. Mejor arriesgarse que dejarse devorar.

Docenas de criaturas se estaban arremolinando por los alrededores y los restantes se acercaban más y más. Daniel acabó con dos de ellos que se aproximaban a la puerta, apenas sin esfuerzo. Dejó que primero saliesen los más cansados o heridos, y luego salió él. Bruce se detuvo y se negó a salir.

-Eh, tío, no te quedes ahí parado, sal ya.- Daniel lo empujó por los hombros, haciéndolo avanzar.

-Espera, joder, pudimos encontrar los explosivos, vi como John se metía una carga en los bolsillos. Podríamos reventar esto de igual manera, así esa zorra moriría.- Señaló con un dedo tembloroso a la mujer que estaba en la silla, que ahora se mecía sobre las patas de esta, aburrida.

-Tardaríamos un tiempo en hacerlos explotar, joder. Y puede que la casa no se haga pedazos, ¿cómo piensas hacer todo eso, en tan poco tiempo y con sólo una carga? Es remotamente imposible, vayámonos todos antes de que sea demasiado tarde.- Daniel miró a John, que de repente, sonría de una manera macabra.

-Se me ha ocurrido algo.- El hombre de pelo largo castaño se rascó la nariz, pensativo.- Puede que no podamos hacer explotar la casa, porque una carga no parece ser suficiente, pero...- Avanzó hacia la mujer, poniéndole la carga cerca de la boca.- Abre.

-¡Humanos estúpidos! ¡ESTÚPIDOS, ESTÚPIDOS! -Le salpicó la cara con su saliva.

-¡He dicho que abras, coño ya!- Agarró a la mujer de la mandíbula y la obligó a abrir, a la fuerza. Colocó el explosivo entre sus dientes y lo fijó con un poco de cinta aislante, para que no pudiese escupir ni deshacerse de ella.- Ahora, te vas a pegar un viaje de la hostia.

El hombre prendió el explosivo con el mechero, era consciente de que apenas tenía unos segundos de margen, pero valdría la pena. Esos seres habían osado hacerle daño a la rubia, y con la rubia no se metía nadie salvo el mismo. Y se los haría pagar. La mecha prendió muy rápido, más rápido de lo que se esperaba, cuando pensó que no llegaría a la puerta, alguien saltó sobre él, haciéndolo caer al suelo, protegiéndolo de la fuerte explosión. La cabeza de la mujer explotó como si fuese una piñata, solo que en vez de lanzar caramelos, lanzó sangre, sesos y piel. El cuerpo inerte, cayó de lado, volcando también la silla en la que había estado sentada.

-¿Q-qué coño....? - Se incorporó, buscando con la mirada a quien le había salvado. Vio a Bruce, riéndose a su lado.- Joder, tú otra vez.

-¿He oído un gracias? Qué amable, de nada.- Lo ayudó a levantarse, aunque ambos estaban cubiertos de mugre y restos corporales.

-Podríamos haber muerto los dos, insensato.- John se cruzó de brazos, mirándolo.

-Pero que yo sepa, estamos vivos. Yo sigo conservando esta dulce carita que Dios me ha dado y este culito respingón.- Bruce sonrió, divertido.

-Qué hijo de puta.- Le puso una mano en el hombro y ambos salieron al exterior, uniéndose de nuevo, al grupo, que esperaba ansioso a que salieran ilesos. Daniel parecía enfadado, incluso nervioso, se notaba que lo había pasado mal con la hazaña que acababan de cometer esos dos hombres. Uno de ellos, su mejor amigo y el otro, un nuevo hombre en el que confiar, se lo había ganado a pulso.

-Como volváis a hacer algo así, la próxima vez os asesino. ¿Queda claro? -Daniel no sabía si abrazarlos o pegarles una bofetada, pero optó por lo primero. Bruce le devolvió el abrazo con fuerza, y Daniel se quejó un poco.

-¿Qué pasa, estás bien?- Se preocupó.

-No pasa nada. Me hice daño al pelear con Alison, aunque no lo parezca, era una mujer fuerte.

-Eso y que ya no eres tan joven.

-Como me llames viejo, te doy una paliza.- Daniel sonrió, volviendo a abrazarlo.- Pongámonos en marcha, hemos conseguido salir, pero los caminantes no dejan de acercarse y corremos riesgos.

El grupo se puso en marcha de nuevo, corriendo por la carretera. Adentrándose en un mundo totalmente desconocido e incierto para ellos. Ahora ya no llevaban la seguridad de un vehículo, ya que la furgoneta había quedado totalmente destruida. Tampoco tenían todas las armas que habían conseguido reunir, ni las mochilas con los suministros y comida. Daniel sintió que estaban empezando de nuevo, le molestó, claro, habían conseguido muchas cosas, pero aún conservaban lo más importante en aquel mundo de muertos vivientes.



Sus vidas.  

El último bocado.Where stories live. Discover now