Capítulo 14: El monstruo definitivo

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  Cuando Mya vio al monstruo, se sentó en el suelo, se cubrió la cabeza con las manos y ahogó un grito que nació desde sus más oscuros temores. Alrededor del grupo de Daniel, los zombies seguían inquietos y había un número inconcebible de ellos.

-N-no lo entiendo...-Daniel pestañeó varias veces, tratando aún de asimilar inútilmente lo que sus ojos describían por sí solos. Aquel zombie había levantado la mano, aquello ya había quedado claro. ¿Pero cómo? Era remotamente imposible que un monstruo de esa calaña pudiese hacer algo como aquello. ¡Si ni si quiera se podían poner en pie cuando se caían al suelo! No sabían subir escaleras, ni doblar sus extremidades...había algo en ese ser que le revolvió las tripas.- ¿L-lo habéis visto....?

Ninguno de sus compañeros le respondió. Mya aún seguía tirada en el suelo, tapándose la cara, negándose a ver aquella imagen tan surrealista. Bruce tenía la mano agarrotada sobre su arma y tenía los ojos azules muy abiertos, pero todos sabían que no podría disparar, no ahora. Tyler movía la boca, pero sin decir nada, los labios temblaban y se contraían, con una fina mueca de horror. Y Andy parecía entre maravillado y sorprendido. Sus compañeros se habían sentido igual que él, sin escapatoria.

-No os dejéis intimidar...-Susurró. Aunque no lo sonó ni convincente a él mismo, su voz había temblado y no sonó autoritaria, como había solido serlo.- H-hagamos lo que vinimos a hacer. Sigue siendo un monstruo, por lo que supongo que disparándole en la cabeza como a los demás, podríamos detenerlo. -Se sintió como si nadie lo estuviese escuchando. El único sonido que llenaba la habitación era el gorgojeo de los zombies que estaban asomados en la puerta, pero como ese monstruo superior estaba en medio, no se terminaban a entrar. Al menos no parecían una jauría de perros rabiosos como minutos antes, no sabía si eso le gustaba o lo aterraba internamente.

-Es un puto zombie enorme...-Susurró Andy, frotándose los ojos. Comprobando una y otra vez que no estaba ante uno de sus caóticos sueños.

-¡Joder, oídme! -Exclamó Daniel, que tuvo que alzar mucho la voz para que todos lo miraran. Sus compañeros cruzaron miradas entre ellos, pero al fin atendieron.- ¡Tenemos que hacer algo, y tenemos que hacerlo ya! Nuestras oportunidades empiezan a desaparecer conforme pasan los minutos.... -Siempre habían asimilado bien una orden, pero esta vez dudaba de que estuviesen siquiera sincronizados entre ellos. Ni si quiera lo miraban a la vez.

Bruce fue el primero en disparar. La bala se incrustó en el hombro de la criatura, que chilló de dolor, tocándose la herida. Tenía actitudes humanas, reaccionaba ante el dolor, sabía perfectamente que le habían herido. Recordaba que a los zombies que ellos conocían les daba igual si estaban heridos, les habían arrancado brazos u otras partes de sus cuerpos y aún seguían moviéndose, como si la cosa no fuese con ellos. ¿Por qué? No hacía más que hacerse repetidamente esa pregunta. Y ninguna de ellas alcanzaba a dar con una respuesta que lo calmase.

El monstruo sobrenatural avanzó dando grandes zancadas. Sus pies estaban descalzos y se podían apreciar numerosas venas negras que recorrían su piel gris, los dedos estaban retorcidos, como si se hubiesen partido de alguna trágica manera y algunos estaban desprovistos de uñas. La ropa estaba raída y parecía estarle pequeña, como si no fuese la suya.

Se dirigió en carrera hacia Tyler, que apenas tuvo tiempo de ver lo que se le venía encima. Gritó de manera aguda, como si hubiese intercambiado su papel por una niña pequeña y ella hubiese gritado por él. Cuando se oía a un hombre gritar así, es que la causa estaba totalmente perdida. Sintió como las manos del gigante lo aprisionaban y aplastaban, hundiéndose en su carne. Lo zarandeó como si fuese un muñeco al que se le habían gastado las pilas y lo arrastró por la sala. Los demás no podían ver con claridad lo que estaba pasando, pues la habitación se había quedado en penumbras.

La primera norma de un buen agente era que nunca debían dejar atrás a un compañero, pasase lo que pasase. Y Daniel se odió a si mismo por pensar que ya no tenía remedio y que no podrían salvarle. Era un pensamiento derrotista impropio de él. Recorrió la estancia con su linterna, bailando entre las sombras que salían disparadas cuando se acercaba la luz, para localizar a su compañero. Aquel cruel monstruo aún lo tenía entre sus manos,utilizando la cabeza de este para golpear la pared, si se escuchaba con atención, se oía el suave repiqueteo del hueso chocando contra la pared. Daniel pensó que Tyler ya había desistido, que tras esos severos golpes, moriría. Gran cantidad de sangre se escapaba de sus cavidades; nariz, boca y orejas. Lo estaba aplastando a golpes. Había tanta, que ya no podía distinguir de donde provenía, pero Tyler aún respiraba. Su respiración era chirriante y se escapaba de entre sus dientes rojizos con un silbido, se estaba ahogando con su propia sangre.

El monstruo se quedó mirando el cuerpo inutilizable de Tyler, con un gesto que se asimilaba al de un niño pequeño cuando su juguete ya no funcionaba o se rompía. Realmente parecía desilusionado. Cuando se le acabó la diversión, tiró con fuerza de la cabeza de Tyler hasta separarla del resto del cuerpo. Daniel gritó, con los ojos inundados en lágrimas, no daba crédito a lo que veía. El cuerpo cayó al suelo con un ruido acuoso, y más sangre se desparramó por todas partes, incluso salpicó un poco las paredes.

No quería creerlo, pero juró poder ver como el monstruo torció sus labios resecos e inflamados, transformándolos en una sonrisa maliciosa. Le lanzó la cabeza como si fuese una bola de bolos y esta cayó justo a sus pies, manchando también sus botas de cuero. Los ojos de Tyler aún estaban abiertos, cada uno mirando hacia una dirección distinta. Eso fue el detonante que les indicó que debían salir de allí como alma que lleva el diablo.

-¡¡C-corred....! -Chilló, presa del pánico. Llegó hasta la puerta, mirando hacia atrás para comprobar que sus compañeros lo seguían, se quedó más tranquilo al ver que estaban allí. Sus rostros eran como máscaras de Halloween debido a las muecas que exhibían, pero se alegró de tenerlos detrás. Corrieron por los pasillos como gacelas, esquivando a los zombies y empujándolos contra la pared. Bruce tuvo que agarrar al doctor, que no era capaz de mover sus dos pies a la vez, la coordinación había dejado de existir para él. No lo conocían de nada y en momentos así, podrían haberlo dejado atrás, pero era al único doctor que habían encontrado en toda la planta y probablemente podría ser el último, así que les resultaba demasiado valioso. Cruzar los pasillos los llevó poco tiempo, pero tenían que estar atentos también a la reacción de los zombies, que alzaban sus brazos hacia ellos, hambrientos.

Mya fue la primera que miró hacia atrás, y cuando vio al enorme monstruo postrado en la puerta, con la cabeza de Tyler en sus manos, dio un respingo. Debían ser rápidos, ya que podrían correr la misma mala suerte que el pobre Tyler. Andy corría más deprisa que ella y le costaba seguir su ritmo.

-S-se está riendo de nosotros...-Gimoteó, por la falta de aire.

-¡Qué dices! -Andy giró su cuello para mirarla, con una mueca de disgusto.- Deja de hablar y corre, joder.

-N-nos acabará alcanzando....estoy segura. Nos está dejando correr porque le divierte vernos tan asustados. Es como el juego del pilla-pilla. El se la queda y nosotros somos los pobres jugadores en este tablero infernal que el mismo ha creado.

-¿Pero qué cojones....? -Andy se paró en seco y la cogió en brazos, se sorprendió de lo poco que pesaba la chica.- Cierra la boca, Mya. Ahora lo único que tenemos que hacer es salir de aquí cagando leches. ¿Te queda claro o te lo tengo que volver a explicar?

-Y-yo....-Iba a decir algo más, pero la ansiedad la hizo perder la batalla y se desmayó en los brazos de Andy. Este chasqueó la lengua, malhumorado, pero siguió corriendo aún así, cargando con ella.

Entre toda la confusión general, los zombies que se encontraban por los pasillos y lo oscuro que estaba todo, les resultaba más difícil avanzar. Encontrar el camino de vuelta no era tan fácil como había pensado Daniel en ese momento. Pero tampoco había tiempo de pensar demasiado, pues solo pensaba en correr. Hasta que no le quedasen suelas que quemar.

Los pasillos, ya eran un total desmadre.

Algunos de los zombies comenzaron a trotar en pos de ellos, siendo llamados por las fuertes pisadas de los supervivientes contra el suelo encharcado. Sabían una cosa, en estas situaciones de peligro, era sumamente importante no volver sobre tus pasos, la salvación era seguir adelante y correr siempre y cuando se pueda. El monstruo los seguía, pero no corría, parecía muy seguro de sí mismo. Daniel sabía que no debía girarse para verlo, ya que hacerlo, supondría un gravísimo error.

Llevaban una pequeña ventaja, pero aún así la situación seguía siendo pulcramente delicada. Ante todo, seguían siendo profesionales y estaban consiguiendo escapar de los muertos. A veces tenían que saltar cadáveres que había en el suelo, muebles o taquillas y se movían lo más rápido que sus cuerpos entrenados les permitían. Dejaban numerosas salas atrás, infestadas de caminantes, lo sabían porque sus ojos blancos brillaban en la oscuridad,como intermitentes en una carretera oscura.

Daniel seguía yendo en cabeza, era el más ágil y el que mejor tomaba decisiones rápidas en situaciones críticas. También llevaba su arma colgada del hombro, siempre dispuesta para disparar si la ocasión lo precisaba. Pero ahora no era momento de defenderse, era momento de huir. Que según grandes estrategas, la huida era una victoria a tiempo y no se equivocaba. Por mucho que desease hundirles el cráneo a todas esas criaturas infames, no podía permitirse ese valioso tiempo. Cuando los caminantes les bloqueaban el paso y no tenían más remedio, hacían una barrera humano y los empujaban, dándoles fuertes empellones. Muchos de ellos caían, sin darse cuenta ni de lo que estaba pasando, o se quedaban en el suelo boca arriba, como las tortugas cuando no son capaces de darse la vuelta por su pesado caparazón.

Detrás de ellos, algunas puertas estallaban, sin poder aguantar más el terrible peso de los zombies que presionaban contra ellas. Ya comenzaban a ser demasiados y todos gritaban o gemían, haciendo que se pusiesen más nerviosos y en tensión. El sonido en la oscuridad era casi lo más importante, si afinaban bien sus oídos, podían saber por donde ir y por donde no.

-Lo siento, lo siento, lo siento....-Daniel no paraba de susurrar lo mismo una y otra vez, sin descanso.- Lo siento, lo siento.....

-Tío, no te martirices más...-Bruce lo seguía de cerca, con la frente perlada de sudor. Su melena oscura se le había adherido a la cara y parte del cuello.- Lo de Tyler no ha sido culpa tuya, ninguno fuimos capaces de hacer nada. La situación nos sobrepasó, seguimos estando en tus manos, líder.

Las palabras de su compañero hicieron que la energía resurgiese de nuevo, la llama había vuelto a encenderse. Sus fuerzas volvían a estar con él, no lo habían abandonado después de todo. Las imágenes de la muerte de Tyler aún seguían entrando en tropel en su cabeza, era un hecho inevitable. Acababa de perder a un compañero, un ser querido y ni si quiera habían dispuesto de tiempo para llorar en condiciones su pérdida, era inaceptable.

Cuando entraban en una sala nueva, Bruce, que se quedó atrás, cerraba la puerta. Eso no detendría al monstruo, pero si que les podía hacer ganar algo de tiempo. En casos como este, los segundos a su favor, eran oro puro. La intensa persecución los tenía agotados, notaba como sus piernas doloridas protestaban con cada zancada, no sabía cuanto rato más podría aguantar corriendo. Se relajó un poco cuando vio que Andy se las apañaba bien, aún con Mya en brazos.

-¡La salida, veo la salida! -Exclamó esta vez Misha, que señalaba una luz que llenaba todo el pasillo. Cada vez veían mejor, aunque sus ojos ya se habían acostumbrado a la oscuridad.- ¡Estamos salvados!

-No cantes victoria aún, payaso.- Le cortó Andy, tajante.-En cuanto pongamos un pie fuera, podrás vitorear todo lo que te de la gana. -Bajó su mirada a Mya, y por unos instantes, su semblante cambió. Sus ojos se llenaron de preocupación, le daba igual si a él lo cogían o si lo descuartizaban, pero no permitiría que a ella le pasase nada.

-¡Qué viene, joder, qué viene! -Exclamó Bruce, pasando por su lado, como una exhalación. Todos sabían que se refería al monstruo, que no había tomado la misma ruta que ellos, al parecer, conocía atajos. Lo cual hacía que lo viesen más como una persona contaminada que como un zombie. Los zombies eran lelos, tenían el cerebro comiendo polvo y desde luego, no eran capaces de decidir por qué camino se llegaba más rápido.

-¡Salgamos y taponemos la puerta para que no pueda salir! -Ordenó Daniel, ya agarrando el pomo de la puerta doble que los llevaría a la salida.- ¡Vamos! -Pero su rostro se desencajó al comprobar que la puerta no cedía.- ¡Mierda, joder! ¡Está cerrada!

-¿Qué coño dices? -Andy se acercó, con el rostro congestionado.- Dale una puta patada o algo, son de cristal, coño.

Daniel tanteó la puerta, que parecía cerrada a cal y canto. Se descolgó el rifle del hombro y lo agarró del revés, apuntando con la culata del arma hacia el exterior. Dio varios golpes contra el cristal, hasta que empezó a resquebrajarse.

-No es por meterte prisa, amigo. Pero tenemos a un grandullón que nos quiere destrozar justo detrás de nosotros.- Bruce ayudó a Daniel, siempre con su ironía presente. Aunque no era el momento adecuado, sonrieron. Echaba de menos los comentarios fuera de lugar de su mejor amigo.

Entre los dos consiguieron abrir un agujero en el cristal lo bastante grande para que pudiesen salir por allí. Algunos pequeños fragmentos de cristal les hizo heridas en las manos y se les clavaron en diversas partes del cuerpo, pero cuando consiguieron salir, dieron grandes bocanadas de aire, disfrutando del exterior. Misha más que sentarse, se dejó derribar en el suelo, con los brazos y las piernas extendidas, querían celebrar que escapaban de las garras de la muerte una vez más, pero la cosa aún no había terminado. El monstruo no cabía por el agujero, pero se estaba agachando para buscar la manera de salir.

-¡Come plomo, hijoputa!- Exclamó Andy, que ya había soltado a Mya en el suelo y disparaba contra el ser con todas las balas que le quedaban. Armó un buen estruendo, pero parecía que hacía retroceder al híbrido. Cayó al suelo, cabeceando. No estaban del todo seguros si había muerto o no, pero no se quedaron para comprobarlo. Ahora que habían salido de la base militar, debían correr hacia el coche en el que habían venido.

Daniel se sentó en el asiento del conductor y encendió el motor, sin perder demasiado tiempo en ello. Aún no habían llegado a su meta, la carrera no había terminado y el adversario aún podía tomar ventaja.

-La próxima vez que nos vengamos de marcha, exijo alcohol.-Susurró Bruce, sentándose en uno de los asientos, apoyando la cabeza en el cristal.

-Jódete, tío.- Comentó Andy, viendo como Mya abría lentamente sus ojos.- Menos mal que despiertas ya, pensé que te había dado algo.

-¿Qué ha pasado? -Se pasó la mano por la frente, repetidas veces.- ¿Estamos...en el coche?

-Sí, te he tenido que llevar en brazos todo el camino, ya te vale.

-¿Tú eres quien me ha traído? -Abrió los ojos, confusa.- No me vengas con esas, si hubiese sido así, me habrías dejado morir allí dentro. ¿Cómo es que te ha dado ahora por ser buena persona y salvarme?

-No te creas importante, pensé que con Tyler ya habíamos tenido suficiente. -Iba a decir algo más, pero cerró la boca. Era la charla más larga que había tenido con Mya y ahora no sabía bien como actuar. Y estaba cansado, demasiado cansado.

-Cierto...nuestro gran amigo Tyler.- Al recordar lo ocurrido, se palpó el vientre, desolada. Ese gesto hizo que todos la mirasen sorprendidos.

-¿Por qué te tocas la barriga...? -Andy entrecerró sus ojos, examinándola. Bruce no dijo nada, pues ya conocía la respuesta.

-Estoy en estado.- Se acarició la barriga cariñosamente.

-¿En estado?

-Embarazada, idiota.- Bruce se acercó y la miró.- ¿Por eso te desmayaste, Mya?

-Puede ser...aunque creo que fue de la impresión. El bebé es suyo...-Cuando dio la noticia, todos se quedaron en sumo silencio. Lo más normal ante estas buenas noticias es reaccionar de manera positiva y dar la enhorabuena a la madre, pero no podían. No sabían si quiera que Tyler y Mya pudiesen haber tenido ningún interés romántico o había sido por un despiste, pero no querían alegrarse por algo que él ya no podría disfrutar.

-Menuda putada...-Andy apartó la mirada. Y durante el resto del trayecto, ninguno de ellos dijo nada más. Misha hizo intentos de reanimar la conversación más tarde, ya que el viaje resultó largo y pesado, pero ninguno de ellos estaba en condiciones de vocalizar más de dos o tres palabras. El desánimo los había aplastado, cayendo encima. Tyler siempre había sido un miembro muy querido del cuerpo, incluso echaban de menos su distinguido acento.

Cuando entraron en la ciudad, comprendieron que las cosas no mejorarían, si no que iban a peor. Los caminantes que dominaban las calles ya eran grupos mayores, suerte que tenían el vehículo y podían hacerse paso entre ellos, pero era alarmante. Niños, ancianos y adultos alzaban las manos hacia el coche, parecía que le estaban dando la bienvenida al mismísimo infierno.

La comisaría se encontraba detrás de un precioso parque, que gracias a los cuidados de todos lo vecinos, se mantenía verde y limpio en casi todas las estaciones del año. Ahora el parque no era más que un nido de zombies. Estaban agazapados bajo los arbustos, se tropezaban con la fuente seca y de vez en cuando, había alguno que se quedaba distraído persiguiendo a alguna ocupada y colorida mariposa. Realmente, perseguían ya cualquier cosa que se moviese, incluso bolsas de plástico que se habían quedado atrapadas en las ramas de los árboles y hacían ruido al ser azotadas por el viento.

Daniel aparcó justo en frente. Y antes de bajar del coche, analizaron la calle, para no tener que sobrellevar ninguna sorpresa más. Ya estaban bien servidos de momento, gracias. No había amenaza, de momento, por eso se mantuvieron en silencio, para no llamar la atención. Un silencio tan sepulcral, que ni si quiera se oía los pasos que daban contra el asfalto. Cuando se acercaron a la puerta, se detuvieron. ¿No estaba todo demasiado silencioso allí dentro? Había una pequeña nota en un papel amarillento pegada a la pared, con un poco de cinta aislante:

"Dirigido a mis mejores hombres. Daniel, Mya, Tyler, Andy y Bruce.

No deis un paso más. Hemos tenido que huir de comisaria, los

caminantes del demonio nos encontraron y no tuvimos más opción.

No pude salvar a demasiados, Margarett me ayudó, es una chica

estupenda. Nos hemos dirigido al norte, con un reducido grupo

de gente. Si leéis esto, reuniros con nosotros. No entréis, ahí dentro

sólo hay caos y muerte. Atentamente, Cox."

-Mierda, joder...-Masculló Daniel al leer la advertencia de Cox.- Espero que estén bien,más les vale.

-Esto cada vez se pone más peligroso, tíos...ni nuestra segunda casa es segura ahora.- Bruce arrancó el papel de la pared y se lo guardó en uno de los bolsillos.- ¿Vamos a reunirnos con ellos, no?

-¿Quién es Cox? -Misha se metió entre ellos, sumándose a la conversación.- Tiene nombre de detergente.

-Tú si que tienes cara de detergente.- Andy lo miró y alzó las cejas.- No te metas con Cox, es como un padre para nosotros. El siempre nos ha cuidado, es nuestro jefe.

-Vale.- Andy no le gustaba demasiado, prefería la dulce voz de Mya, o la firmeza de Daniel.- Nos ponemos en marcha de nuevo, qué gran aventura.

-Este tío se cree que nos vamos de picnic o algo.- Bruce se cruzó de brazos, mirando al extravagante hombrecillo.- Menudo capullo.

Todos se rieron por una vez en todo lo que llevaban de día. Fue una risa compartida, de esas que alegraban un poquito el corazón. Cuando estiraron un poco las piernas, volvieron a subirse en el coche, echaban en falta a Tyler, pero seguían unidos después de la terrible pesadilla que habían vivido y eso era lo importante. Pensar que seguirían juntos después de todo, era lo que los seguía moviendo.

-Oye, Andy...-Mya se sentó a su lado esta vez.- Gracias por lo de antes.

-No me agradezcas nada, tú eres la que lleva un bebé panchito dentro.

-¡Oye, qué dejes de llamarlo así! -Le dio varios golpes en el hombro, lo que hizo que este soltase una carcajada. ¿Era la primera vez que lo oía reír de aquella manera? Era posible. Pero no le quedaba nada mal, ya estaba harta de verlo serio, o con gestos malhumorados.- Pero en serio, gracias.

-De nada, qué harías sin mi. -Le rodeó los hombros con su brazo y la atrajo un poco hacia él. No llegó a ser un abrazo, pero a ella le sirvió como consuelo. Amaba a Tyler, aunque no pudiese llegar a decírselo, ambos lo sabían. Y con eso era más que suficiente.

Salieron a las afueras, el día estaba comenzando a decaer y la luna se hacía notar tímidamente. Aún quedaban horas de sol, pero se iban difuminando como las cenizas de un cigarrillo que se apaga. Las casas iban disminuyendo conforme iban alejándose de la civilización, apenas había dos o tres.

-Daniel, tío.- Bruce le dio varios toques en el hombro, llamando la atención del conductor.- ¿Ves lo mismo que yo? Hay dos tíos subidos en ese tejado de allí.

-¿Cómo? -Pasó por delante de la casa. Efectivamente, había dos personas encima del tejado. Uno de ellos, un hombre de color y el otro...al otro lo reconoció perfectamente. Era el mismo chico al que conoció aquel día en la gasolinera. Elliot.- No me jodas....

-¿Qué ocurre?

-Es el mismo chaval al que tuve que ayudar. ¿Recuerdas que te lo conté? Ese chico delgado, rubio y de ojos verdes.

-Oh, ya -Soltó una risita pícara.- El famoso Elliot.

-Vamos, no seas gilipollas.- Le pegó un puñetazo en el hombre, mientras que aparcaba debajo de la casa.- ¡Eh, vosotros dos! ¡Los del tejado!

Elliot asomó su dorada cabeza al escuchar las voces. Llevaba un buen rato escuchando el motor de un coche, pero pensó que podrían ser imaginaciones suyas. Pero al parecer su mente le había jugado una mala pasada de nuevo, pues allí abajo había un coche real, con personas reales dentro. Sanas, con armas. Se quedó fascinado al ver quien dirigía el vehículo. Era Daniel, el policía que hizo que saliese vivo aquel día, el cumpleaños de su abuelo. El mundo era un pequeño pañuelo, había muy pocas posibilidades de que el destino volviese a hacer que se encontrasen.

-¿Estáis heridos? ¿Necesitáis ayuda de algún tipo? -Daniel sonrió.- Déjame adivinar, te han vuelto a atacar y por eso estás ahí arriba, Elliot.

-Que va, esta vez me he sabido defender solito. Pero...tengo a un amigo en mal estado, hemos pasado mucho. -Tenía todo el pelo revuelto y varias manchas resecas de sangre y mugre descansaban sobre sus blancas mejillas.

-Bueno, ya vamos algo apretados, pero supongo que hay sitio para dos personas más. -Daniel arrimó más el coche para que pudiesen saltar sin problemas. Aún así estaban bastante alto, pero con la ayuda de Andy y Bruce, bajaron sin problemas.- ¿Qué hay de tu vida, pequeño?

-Te dije que no me llamases así.- Refunfuñó, cruzándose de brazos, amenazante.

-Sigues teniendo la misma expresión.- El coche comenzó a moverse de nuevo, fueron testigos del final del día y de como la noche los engullía con sorna.- Supongo que tendrás muchas cosas que contarnos. ¿No?

-Demasiadas...-Se acurrucó contra Jason, que aún temblaba.- Sólo dejadme dormir unos minutos y os contaré todo.



Se quedó dormido antes de esperar alguna respuesta, estaba tan agotado que su cuerpo ya no era capaz de responder por sí sólo. Durmió durante toda la noche, largo y tendido.  

El último bocado.Where stories live. Discover now