Capítulo 21: La oscuridad del cuervo

3 1 0
                                    


  Albert y Chris caminaban hacia las casas con decisión, ya no llovía, pero aún estaban mojados, como si hubiesen sido bautizados por el agua bendita del cielo. No fue demasiado difícil acercarse, pensaron que estarían preparados para pelear, pero no fue así. Por una vez, los pillaron con la guardia bajada. Albert se deleitaba con cada centímetro que avanzaba, pensando en el olor de sus pieles quemadas. Como si acabasen de salir del mismísimo infierno.

-Es el momento...rocía la gasolina.- Murmuró. Tembló de emoción al pensar el dulce manjar que podría llevarse a la boca después, si todo salía bien. También se había dedicado a guiar a los zombies hasta allí, para que no tuviesen escapatoria.

El primero de los zombies que se adentró en la red de casas, se estrelló contra la pared de una de ellas, como si fuese un saco de arena mojada o patatas podridas. Estaba tan descompuesto, que el golpe lo había hecho caer hizo que sus tripas se esparcieran a su alrededor y sus miembros podridos temblaron, aún en movimiento. No se podría levantar, pero aún seguía con vida.

-Qué inútiles...-Farfulló Albert, pasándose una de sus manos por la cara.- Por eso quiero transformar a los humanos en seres como nosotros, más hábiles y fuertes. Estos...apenas se mantienen en pie, sobre todo los que ya llevan mucho más tiempo muertos.

La noche ya había caído, oscura como la boca del lobo. ¿Se olerían algo? ¿Estarían asustados y mojados? ¿Y si ya se habían ido? Quería creer que no, caminar por aquellas zonas de noche, era un suicidio. La oscuridad alberga horrores y no es una buena compañera. Siguió caminando hacia delante, como el tiempo había cambiado, ya no había tantas dificultades, acarició con los dedos el muro de la primera casa que había a la izquierda, palpando aquella humedad que ya no sentía. Se detuvo un momento al sentir que había algo rondando en la oscuridad, se oían suaves chapoteos, pensó que debía tratarse de alguno de esos tontos caminantes, que se había quedado atrapado en un charco enfangado. No volvió a oírlo, lo que le hizo pensar que había salido o se había quedado ahí, en el sitio.

Chris estaba echando la gasolina por los alrededores, de manera minuciosa. ¡Quién podría comparar el trabajo bien hecho de un híbrido, al de un tonto zombie! Dejó también que el mismo prendiese el fuego, él se quedaría por la zona, para divisar mejor el espectáculo.

Siguió acariciando las paredes, hasta que sus dedos se cerraron en algo redondo y de madera. Era el pomo de una puerta y estaba abierta. Así que para asegurarse, la cerró lentamente. Quería ver como esas alimañas se quedaban atrapadas y no conseguían encontrar la manera de huir. Respiró hondo, sintiendo el gran poder que corría por sus venas. Chris se había quedado parado, parecía pensativo, pero como estaba tan oscuro, lo dejó pasar, pero si que olisqueó el aire. Bingo.









-¿No oléis algo raro...? -Preguntó Elliot, alzando la cabeza. Había estado a punto de dormirse, pero el fuerte olor lo distrajo.

-Sí, gasolina.- Dijo Bruce, tajante.- Podría no ser nada, pero...me da mala espina.

-Ha estado lloviendo mucho, ¿no es algo raro...que huela a gasolina? -Daniel ya se había puesto en pie. Un mal presentimiento se había instalado en lo más profundo de su corazón.- Creo que voy a salir, quiero echar un vistazo. Quedaos aquí, que no me fío.

-¡No, no salgáis! -Una cara desconocida apareció reflejada en una de las ventanas. Tenía el rostro lleno de llagas y pus, pero sus pupilas eran humanos y mostraban el brillo que los ojos muertos no eran capaces. Era una de las pocas formas que tenían de averiguar si se trataba de una persona o un caminante. Pero...esa cara era idéntica a la de Albert, estaban al cien por cien seguros de que era su cómplice y que lo mandaba de sicario, para acabar con ellos, cuando el no pudo.

-¿Quién coño eres? -Inquirió Bruce, levantando el arma. Ya era como un reflejo, lo hacía sin pensar. Era un movimiento involuntario, como el latir de su corazón o el pestañear.- No te lo digo más veces, ¿te manda Albert, verdad? ¡Tienes la misma puta cara infectada, pero tus ojos son humanos! ¿Qué quieres?

-Es cierto que me manda Albert, el me ha hecho esto.- Se señala la cara, algo apenado.- Me ha mandado aquí para que queme la casa, él está fuera, quiere mataros a todos. Para luego alimentarse de vuestra suculenta carne...

-¿Y por qué nos lo cuentas? -Luna alzó las cejas, curiosa.- No tiene sentido. Supuestamente, somos el enemigo.

-Bueno, yo...venía con las intenciones, pero él me ha contado quiénes sois y como lucháis. Me pareció fascinante. Y me he dado cuenta de que no quiero usar este nuevo don que tengo para hacer el mal. Siempre he luchado por el bien de mi país y no quiero estropearlo ahora.

-No nos fiamos. Ya hemos pasado por demasiadas cosas, como para fiarnos ahora de un desconocido medio zombie. Una simple palabrería no nos bastará, como comprenderás.

-Lo entiendo, lo entiendo...-Se excusó el chico, bajando un poco la cabeza.- Sé que no confiáis en mi, pero quiero avisaros. ¿Si no...para qué iba a estar aquí, diciéndoos que voy a quemarlo todo, dándoos una oportunidad para huir?

-¿De verdad? ¿Qué ganas tú con esto? -Daniel examinó al chico con la mirada. No se terminaba de fiar, pero si el joven decía la verdad, tendrían una remota posibilidad de salir de aquella. ¿Debería agarrarse a ese clavo ardiendo que se le había puesto por delante?

-No..no gano nada.-Suspiró.- Sólo quiero una cosa a cambio.

-Lo sabía, siempre quieren algo.- John se adelantó, gruñendo. Parecía un animal enjaulado, impredecible como el mismo destino.- ¡Largo de aquí, no necesitamos más marrones ya! Estamos servidos.

-Déjale hablar, joder.- Daniel le puso una mano en el pecho, pudiendo sentir como su corazón iba a tres mil por hora y lo empujó un poco hacia atrás.- Quiero oír lo que dice. ¿Crees que estamos en condiciones de rechazar la poca ayuda que se nos ofrece? Habla, joven.

-En primer lugar...me llamo Chris. Pertenecí al ejército.- Los miraba a todos, a los ojos, sin tartamudear ni una sola vez.- Y...quiero que me llevéis con vosotros. No pido nada más, no hay más cosas que me interesen ya. ¿Puedo entrar? Sólo será un momento.- Se puso a cuatro patas y gateó hacia delante, entrando por la ventana. Tembló un poco, no por el frío, ni por ninguna emoción, era por el mero hecho de hablar con personas normales. Se sentía como un bebé recién llegado al mundo, para él todo era nuevo, lleno de experiencias y personas.

-Cuidadito, ¿eh? -John lo apuntó con el arma, aunque sabía que sólo le quedaba una bala. No dispararía, pero al menos lo podría tener bajo control. No separaba sus ojos de él, no quería que el momento menos pensado, mordiera a alguien con renovadas fuerzas. Pero el chico demostró no tener ninguna intención, de momento. Sus instintos animales aún no habían despertado.

-Gracias por darme una oportunidad.- Suspiró, poniéndose en pie.- No tengo demasiado tiempo, Albert cree que estoy echando la gasolina por detrás de las casas, seguro que no tarda en darse cuenta. Es más listo de lo que se ve a simple vista.- El muchacho olía fuertemente a gasolina y aún llevaba la garrafa en una de sus manos, pero la dejó en el suelo. Sólo él se dio cuenta de que Misha se había desmayado al verlo. Había caído en peso muerto, desplomado. Cuando recuperó la consciencia, no creía haberse despertado, la oscuridad era tal que, cuando abrió los ojos, no notó la diferencia. Vomitó, pero con el estómago vacío no duró demasiado.

Tras una breve tregua, Chris pudo explicarles pausadamente lo que había pasado y los planes malévolos de Albert. Todos se sintieron aterrados, pero escucharon con atención. Daniel lo comprendió, no necesitó demasiado, otros, sin embargo, tardaron más en creer en la palabra de Chris. Era desconcertante, no querían perder a más amigos ya, pero aquello era una carrera de supervivencia sin final.

-Supongo que si que puedes quedarte con nosotros.- Bruce se cruzó de brazos, enarcando las cejas.- Nos hace falta alguien como tú entre nuestras filas, alguien muerto que ya no puede morir, pero que es fuerte y disciplinado.- Aún estaban terminando de hablar sobre las normas, cuando oyeron el pomo de la puerta principal girarse. Todos se sobresaltaron y el miedo hizo que todas sus necesidades humanas desapareciesen para dejarlo pasar. La puerta se abrió de par en par, dejando entrar la brisa nocturna, un frío helador que no tardó en envolverlos.

-¿Chris? -Era la voz de Albert.- ¿Dónde coño te has metido? ¿Has acabado ya lo que te pedí o no? Que para echar gasolina, tampoco te hacen falta dos horas. Pensé que eras rápido, pero eres un lento de cuidado.

-¡Estoy aquí, Señor!- Exclamó, haciéndole una seña a las demás, para guardaran silencio.- Es que me había distraído con unos cadáveres, en seguida salgo.

-No te creé para que fueras curioso, para eso ya están los humanos. ¿Lo pillas?- Aunque su voz no sonaba enfadada, era profunda y serena. Nadie podía adivinar que esa voz, provendría de un engendro del lado oscuro como él. Misha había comenzado a temblar violentamente, abriendo y cerrando los ojos, repetidamente. El dolor que sentía era cada vez más insoportable y soltó un quejido al sentir como los miembros no correspondían a sus órdenes.

-Yo saldré fuera, a entretener a Albert. Vosotros escapad, pero esperadme, no me dejéis a solas con él, por favor. Y...ayudad a ese hombre, por favor.- Señaló a Misha, que estaba bañado en profundos sudores.

Chris salió de la casa, reuniéndose de nuevo con su líder. Se inventó cualquier argucia para que no sospechara nada. Para engañar a un asesino, había que pensar como un asesino. Y con su don, no le resultaba demasiado difícil, aunque no estaba orgulloso de ello. Daniel se agachó junto a Misha, levantándole el mentón. Tenía la entrepierna mojada, lo cuál indicaba que se había orinado encima.

-¿Qué te pasa, compañero? Tienes muy mal aspecto...- Le quitó las gafas, que estaban empañadas por el sudor.- ¿Estás enfermo, que te notas?

-Y-ya he visto esto antes...-Susurró, entre temblores.- Creo que me he contagiado de mi propia creación.

-¿Contagiado? -Daniel abrió mucho sus dos ojos. No daba crédito de lo que oía.- Pero...si te miramos cuando te conocimos, y no tenías ni una sola mordida, joder. ¿Cuándo ha pasado?

-No ha sido por ninguna mordida...no me han llegado a alcanzar.- Susurra, la saliva pastosa se le quedaba estancada en la boca, haciéndose un nudo con la lengua. Era incapaz de hablar con coherencia. Escucharon como la puerta se volvió a cerrar, lo cuál indicaba que Albert no se había ensañado con Chris.

-¿Entonces...qué pasa? -Elliot lo miraba con ojitos de cordero degollado. Su voz casi resonó como un gemido.

-¿Recordáis...cuando me rescatasteis? Sí, vosotros...los agentes. Bueno, yo estaba en mis últimas, pensaba que iba a morir de un momento a otro. Así que yo mismo me inyecté el virus. Era la primera prueba que hacía conmigo mismo, así que no sabía como podía salir. No me ha funcionado igual que a Albert, que ahora es un híbrido perfecto...a mi no me ha reaccionado.

-Espera, espera...¡Qué cojones dices! -Exclamó Andy, casi pudo sentir como le escupía en la cara. Misha se echó a reír, con un tono frágil y mustio que se vio interrumpido por una tos brutal.

-Creo que me voy a morir...-Dijo sin más. Fue tan natural, como decir que se le había acabado la leche en casa y que iría a comprar más. Como si fuese algo cotidiano. Hoy me voy a morir. La frase se quedó grabada en la mente de todos.- ¿Acabaréis con mi sufrimiento antes de que los síntomas vayan a peor...? -Se le cayeron los párpados de nuevo y perdió el conocimiento.

-Joder con el puto científico...-Gruñó Andy.- Nos había omitido esto todo este tiempo. ¡Dejad que lo mate o al menos darle una paliza!

-Cálmate, Andy, joder.- Lo instó Daniel, con brusquedad.- Nadie va a matar a nadie, hasta que veamos que ocurre. ¿De acuerdo?

-No sabemos en lo que podría convertirse si la palma. ¿Es que no has pensado eso? Porque yo no me pienso quedar quieto, sin mover un dedo. Me da igual lo que digas, esto es una piña y si alguien está mal...fuera.

-Eso no lo eliges tú.

-Oh, claro. Perdona, olvidé que tu eras el líder. Pero te digo una cosa, en cualquier momento verás peligrar nuestras vidas y somos muchos, no puedes con todo tu solo.

-Ya basta, no quiero oír más. Otra insolencia más y te juro que esta vez, te doy.- Como Daniel se puso tan serio, todos aguardaron silencio. Sólo se oía el rechinar de dientes de Andy, que estaba muy molesto.









Albert sintió que algo se le enredaba entre los dientes podridos. Era sangre que se deslizaba por sus encías demacradas. Aquel cuerpo ya se estaba quedando sin recursos, se le estaban cayendo los dientes. Antes se sentía el más poderoso del mundo, pero ahora...notaba como cada vez esas fuerzas iban disminuyendo. Primero se caían los dientes, luego le seguiría el pelo y después los ojos. Tenía que acabar con ellos y evitar que eso pasase. Cogiendo el cuerpo del más fuerte de ellos, Daniel. Era el cuerpo que más necesitaba. Con él si que podría hacer grandes cosas.

Apestaba, hasta él mismo se lo notaba, el hedor que desprendía podría hacer vomitar a cualquier persona que le pasase por el lado, menos mal que él ya no tenía nada que poder echar, porqué lo haría. Pero a medida que pasaba el tiempo, más a gusto se sentía en la mierda que rezumaba de él, a gusto en el infierno que había creado. En su cabeza no dejaban de resonar promesas de dolor y muerte, las cumpliría. Las cumpliría todas.

-¿Por qué llevas los ojos tan abiertos, Chris?- Preguntó, con una mirada fría, avispada.

-¿Eh? No...nada. Lo suelo hacer cuando estoy concentrado. Ahora seré un no muerto, pero supongo que hay viejas costumbres que no se olvidan.- Se las apañó para sonreír a duras penas. No sabía si su Señor lo habría notado, pero no dijo nada más.

-¿Sabes? Quiero verlos muertos más que nada. Así que espero...que lo consigas, por tu bien. Porque las cosas que dejan de serme de utilidad o ya no me sirven, las desecho. Y no lo hago de una manera sutil, puedes creerlo. Ya me conoces, sabes como actúo. Has visto como he torturado a esas pobres almas por el camino. Y sabes que no me ando con rodeos.

-Por supuesto, Señor. No le defraudaré.- Albert le puso su sucia mano en el hombro izquierdo, apretando con fuerza. Hasta que sintió un leve crujido.

-Eso espero...-Su sonrisa se ensanchó, con un matiz demente en ella.

Estaban situados justo en la parte central, con todas las viviendas a su alrededor, pensando en actuar bajo la luz de la luna y las estrellas. Cuando Albert se volteó para mirarlo, contempló la expresión de Chris, que era dubitativa. Algo no iba bien, aún no conseguía que todos sus aliados le hicieran todo el caso que esperaba. ¿Se estaba convirtiendo Chris en un proyecto fallido? Si se trataba de eso, ya sabía lo que debía hacer. Nadie quiere experimentos que no funcionan como es debido, para eso existe la ciencia. Para probar y probar y desechar fallos. Abrió la boca para hablarle, pero se sorprendió al ver que tenía la boca seca, como si fuese una bola de papel de aluminio. ¡Aquel cuerpo necesitaba ser reemplazo! No podía permitirse ni un minuto más perdido.

-Creo que mi cuerpo no aguantará mucho más. Préndelo ahora.

-Precisamente pensaba sobre eso...-Chris respiró profundamente, eligiendo bien las palabras que quería usar, no quería anticiparse.- No debiste haberme hecho esto, no debiste haberme hecho nacer. Y tú tampoco debiste haber resurgido... -Albert no dijo nada, se lo llevaba oliendo un buen rato. Su reacción fue sorprendentemente templada, casi como si no le hubiese importado. Realmente, ni le decepcionó.

-¿Cuánto tiempo llevas pensando así? ¿Desde cuando tienes sentimientos propios? Yo no te he creado para que me cuestiones.

-Desde que me obligaste. Ya está bien, deja de jugar a ser Dios.

-¿Dios? ¿Ahora me vienes con todo eso de Dios?- Rompió en catastróficas risas. Eso si que no lo había visto venir. Cada vez que miraba al chico, le parecía un ser más limpio, más cálido y revitalizante. Más humano. Y cada vez estaba más lleno de vida. Estaba claro que con él, había fracasado.

-¿Estás vacío por dentro, verdad Albert? Creo que eso es lo que me diferencia de ti. Deberías replantearte bien quién de los dos es el experimento fallido. Yo tengo muy claro que ya no soy humano, dejé de serlo hace mucho, pero...aún tengo ese fuego viviente en mi interior. Algo a lo que se llama alma. He hablado con los supervivientes, los he dejado escapar.

-¿¡Que qué!? -La vena palpitante de su frente creció más, ocupándole casi toda la estancia. Pudo ver como latía y eso le repugnó un poco. Aunque seguro que el no tendría mejor aspecto, seguía siendo un ser fuera de lo común.- Eres un maldito adefesio hijo de perra. ¿Sabes lo que me ha costado llegar hasta aquí, para atraparlos? No llegarán muy lejos de todas formas, porque yo sigo siendo más rápido, pero primero acabaré contigo. Me permitiré el lujo de dejarles un tiempo de ventaja, seguro que así el juego es más divertido. Nunca me ha gustado ganar las carreras con ventaja.

-Te debo esta condición. Pero aún no sé si es una nueva oportunidad o una maldición, así que...-Sonrió con debilidad.- La usaré para hacer el bien. No puedo permitir que una atrocidad como tú acabe con la poca humanidad que queda. El mundo pertenece a las personas, a todos sus años de constante evolución, no a los muertos. Los que mueren deben quedarse así, inexistentes. En esta tierra no hay sitio para todos.

-¡Cállate! -Graznó, inesperadamente. Ya hablaba como un humano, de eso estaba seguro. No había marcha atrás. El proceso de exterminación ya había comenzado y no se podía detener. También empezó a reír segundos después, las emociones también le estaban fallando, no sólo el resto del cuerpo.- Te arrepentirás de no haber aprovechado esto tan grande que te he dado, ya te digo que lo harás. ¿Quieres actuar como un humano? Bien, yo te torturaré como a un humano y sufrirás lo mismo.

-Me llamo Christian Feber, no soy un monstruo al que manejar.- Le dijo mientras soltaba la garrafa de gasolina en el suelo. Cada vez tenía más claro hacia que bando se tenía que inclinar y que era lo que debía hacer a continuación.- y todo me conocerán por esto. -Le dio una patada a la garrafa, derramándola sobre las piernas de Albert. Acto seguido, sacó el mechero y lo dejó caer, sonriendo. El fuego lo envolvió tan rápido que apenas tuvo tiempo de ver que es lo que quedaba de Albert. No gritaba, no se retorcía ni se quejaba. Era inhumano hasta para eso.

El aire comenzó a impregnarse de un olor nauseabundo, piel muerta quemada. Como si hubiesen hecho una barbacoa zombie. "Si no estás muerto, no puedes pasar, lo siento". Se descubrió a sí mismo con ese cómico pensamiento y sonrió. Pensó en el grupo de supervivientes. ¿Lo habrían esperado de verdad o se habían ido despavoridos? Sea lo que fuera que hiciesen, no lo reprocharía. Él había hecho lo que tenía que hacer y con eso le parecía más que suficiente. Pero cuando vio una sombra acercándose a él, el corazón muerto se le aceleró. Ni si quiera pensó si eso era posible, un corazón muerto no puede volver a cumplir su función de mandar oxígeno al resto de cuerpo, pero...lo escuchó. Escuchó los débiles y reducidos latidos.

-¿Hola? -Susurró, al ver que la sombra alargaba la mano, para estrechársela. Era el líder del grupo de los humanos. Daniel, si no se equivocaba. No dudó en unir su mano con la del hombre, eso era un gesto de confianza y alianza.- Pensé que os habíais ido...

-Te dije que podrías venirte con nosotros. ¿Recuerdas? Nunca dejamos tirado a un camarada. Y tú, amigo mío, has demostrado tener coraje y valentía. Con nuestra familia, siempre tendrás un hueco.- Pudo ver como los ojos de Chris brillaban por la emoción y sintió una oleada de ternura indescriptible. Tener a alguien como él en el grupo, podría renovar de nuevo las esperanzas de vida de sus integrantes. Debían controlarlo o vigilarlo, por supuesto, ya que no sabían como de bien funcionaba esa condición de no muerto que llevaba inyectada en su cuerpo. Aún podría tratarse de una bomba de relojería que podría explotar en cualquier momento.

-Muchas gracias. Sois unas personas espléndidas.- Sonrió, apretando su mano, con decisión. Ambos oyeron un quejido bajo sus pies. Albert había caído de rodillas, siendo devorado por las intensas llamas, que ahora eran de un color más intenso, más avivado. No sabían si acabaría muriendo o si ya no podía morir más.- Creo que a este tío aún le queda un largo rato de sufrimiento....¿acabamos con él o lo dejamos arder en el fuego eterno de las tinieblas?

-Yo creo que...podríamos dejarlo arder con su propia creación. Total, nosotros nos iremos muy lejos, si decide volver de entre los muertos de nuevo, ya no estaremos para que pueda alcanzarnos.

-¿Qué planes de futuro tenéis? -Preguntó, mirando de reojo aún al ser moribundo. La calidez que desprendía se reflejaba en el rostro del curtido hombre, haciendo que su barba pareciese más poblada y canosa.

-Queremos salir de esta ciudad. Saber si más allá sigue habiendo más personas como nosotros. Supervivientes que necesitan ayuda, personas en las que confiar o apoyarse. No he perdido la esperanza.

-Yo tampoco.- El chico sonrió ampliamente, mostrando todos sus dientes. Daba algo de grima ver a un muerto sonreír de una manera tan humana, pero lo reconfortó.

-¿Me oyes, gilipollas? -Daniel le dio una patada en el hombro a Albert, derribándolo por completo. Estaba tan débil y destrozado que apenas puso resistencia. Sólo movió sus ojos dentro de las hundidas cuencas, renegridos por el humo.- Nos vamos a ir muy lejos, y tu te quedarás aquí, que cuando tu cuerpo se haga cenizas, te fundirás con la naturaleza y dejarás de armar el caos por donde quiera que vas.

-Tendréis vuestro castigo...-La mandíbula le temblaba. Algunos dientes se habían desprendido incluso de la boca, como manzanas cayendo de su árbol-. Ya lo veréis.... -Después, cerró la boca y no dijo nada más. Los dos lo tomaron por muerto, porque como llevaba tiempo sin respirar, era difícil saber en que estado se encontraba.

-No me fío...-Susurró Daniel, dándole la vuelta con el pie.

-De todas formas, no podrá avanzar hasta que se libre de esta. Su cuerpo se estaba descomponiendo a un ritmo criminal. Pronto no podrá ni moverse.

-No sabes cuánto me alegro de eso.- Sonrió.- Vamos con los demás, Chris. Ahora eres uno de los nuestros. Por aquí.

-Os ayudaré en todo lo que pueda, Daniel.- Realmente parecía contento y lo demostraba. Para ser un muerto, tenía unas expresiones muy sinceras y transparentes. No parecía un ser oscuro como todos los que estaba acostumbrado a ver, ellos tenían el alma tan renegrida como el ojo de un huracán. Pero aquel chico...aquel chico era diferente. Si no fuese por su condición, pensaría que es la bondad hecha persona.

-Nos vendrá de perlas. No hemos hecho más que perder amigos por el camino. Necesitamos un hogar, una estabilidad. Y por eso quiero salir de este inhóspito lugar, estoy seguro que más allá de todo esto, aún hay sitios seguros. Y los vamos a encontrar, te lo aseguro. -Cuando lo llevó junto al resto de la pandilla, todos sonrieron, algunos incluso vitorearon por la llegada del nuevo miembro.

Hacía ya más de dos horas que se había dado por muerto a sí mismo. Ya no sentía, no veía, no podía moverse....y no los sentía. Pensó que había llegado el momento de dejar que la maldad que yacía en él, se alejase poco a poco. Creyó que todo estaba perdido, que jamás podría llevar todos sus planes al límite, tal y como había soñado. Aquellos miserables....apenas podía contener la rabia que sentía.

"Un momento....¿siento? ¡Siento, joder, siento! Aún no he desaparecido, no me he fundido con el polvo ni con la tierra mojada. Aún sigo entre la vida y la muerte.". Lo único que podía hacer, era pensar. Su cerebro aún estaba intacto, lo cuál, agradecía. Y esos seres inferiores habían cometido el estúpido error de dejarlo con vida. No sabía como ni cuando los alcanzaría, pero jamás se daría por vencido. Su certeza no se eliminaría tan fácilmente. Y ahora le tocaba ponerse en marcha de nuevo, tenía que pensar en alguna forma de escapada. No lo supo hasta que lo tuvo delante.



Un cuervo se posó en su cuerpo putrefacto, con la intención de hundir su pico en los restos que aún quedaban desparramados por el suelo. El cuervo era un poco pequeño, pero...le serviría. Sólo tenía que unir su sangre con la de él, para que se iniciase el proyecto. Un proyecto que únicamente él sabía. Algo en lo que había estado trabajando mucho, mucho tiempo.  

El último bocado.Where stories live. Discover now