CAPÍTULO TRES

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LÍA

La sensación de estar siendo perseguida hace que abra los ojos a más no poder. Me arrepiento al instante, una luz cegadora me hace fruncirlos hasta acostumbrarme a ella.

Trato de incorporarme de donde sea que me encuentro pero un agudo escozor en la espalda me lo impide.

— ¡Rayos! —farfullo entre dientes, llevándome la mano a la espalda.

De pronto, todo viene a mí como una avalancha...

Zadkiel, Damballa, el ala recién nacida, la muerte de Gabriel y esta extraña sensación dentro de mí. Todo me golpea con la fuerza de una locomotora. Esta vez sí consigo levantarme. De inmediato giro mi rostro para mirar sobre mi hombro en busca del ala, pero no consigo ver nada.

¿Fue todo un sueño?

No, no, se sintió tan real. No puede haber sido solo un sueño. Llevo mis manos a mi espalda pero solo puedo sentir una venda envolviéndome la espalda y parte del torso.

¡¿Qué demonios?!

Todo mi cuerpo me pide que corra lejos por mi vida, pero un olor a comida hirviendo hace que mis tripas se retuerzan y clamen por ella.

Echo un vistazo a todo el lugar, me encuentro en un lugar de paredes azul cielo, la cama está rodeada por dos burós de caoba sin ningún adorno sobre ellos, todo aquí está perfectamente ordenado, incluso la manta que me cubre fue perfectamente acomodada, esta habitación debe pertenecerle a alguien muy pulcro. En cuanto la palabra «pulcro» cruza por mi mente, el recuerdo de la última persona que vi antes de perder el conocimiento vuelve a mí.

El doctor Matthew.

El rechinido que suelta la puerta al ser abierta me hace volcar la vista en esa dirección. El doctor Matthew se congela en su lugar, claramente no esperaba encontrarme despierta, consciente.

Trae consigo lo que parece ser un plato de un caldo humeante que carga en una bandejilla con ambas manos. Sus labios forman una sonrisa curiosa cuando me ve.

— Veo que estás mejor ahora —dice encaminándose en mi dirección, se detiene cuando está al pie de la cama. Cosa que agradezco.

Intento decir algo, lo que sea, pero las palabras no vienen a mí. Me han abandonado. Solo estoy tratando de adivinar qué es lo que pudo pensar cuando me encontró.

¿Habrá visto el ala que brotaba de mi espalda? Misma que ahora no está.

— ¿Qué pasó? —es todo lo que consigo decir.

Carraspea un poco antes de murmurar:

— Eso mismo iba a preguntarte —se acerca para dejar la bandeja en mi regazo, todo con sumo cuidado—. Te encontré desangrándote, Lía. No tuve tiempo siquiera de llevarte al hospital, así que te traje aquí. Estás en mi casa.

Sus ojos me escudriñan y sé que espera que me levante asustada y me vaya, pero lo menos que puedo hacer es quedarme hasta que pueda darle las gracias apropiadamente.

No vio nada, de lo contrario ya estaría perdiendo la cordura.

Después de todo, ¿cómo ver algo que ni siquiera sé si sucedió?

— ¿Cómo has conseguido ese corte en la espalda? Tuve que suturarte, fue una laceración de al menos diecinueve centímetros, te apliqué una vacuna antitetánica —el gesto que esboza es de disculpa, pero yo me encuentro más que agradecida—. ¿Intentaron robarte? —sacudo la cabeza en una negativa—. No traías puesto nada en el pecho, ¿intentaron hacerte otra cosa?

SÁLVAME DE LA MUERTE - ÁNGEL (EN EDICIÓN)Where stories live. Discover now