EXTRA - UNO

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GABRIEL

He perdido la cuenta de cuántos amaneceres he compartido junto a Lía. He perdido la cuenta, también, del amor que nos hemos dado —y del que, por cierto, nunca me cansaré—. Ha pasado  tiempo desde que las cosas cambiaron para mejorar. Ha pasado tanto tiempo desde que nuestro mundo se tambaleó hasta casi caerse a pedazos.

Sin embargo pudimos salir adelante, juntos.

Y es que ése es el secreto, unir fuerzas cuando sientes que no podrás caminar por tu cuenta. Tener una luz que te guíe cuando la oscuridad te alcance.

Algo que aprendí debido a todo lo ocurrido con el designio, Zadkiel y Damballa es que uno tiene que aprender a seguir sus propios pasos, sin importar qué o quién te diga que el camino que trazas no es el correcto. En la vida, son contados los momentos —o las personas— que te hacen sentir completo. Así que no podría estar más que agradecido por contar con seres que me brindan su apoyo incondicional.

Hoy, viendo a Lía dormir a mi lado, con sus hermosas alas blancas y las mejillas sonrosadas no puedo evitar que una sonrisa se deslice en mis labios, ni que mi corazón se llene de felicidad pura.

Tengo más de lo que alguna vez pensé tener... Una esposa angelical y no hablo solo de su belleza física, sino de la divinidad que irradia su corazón.

Se ha convertido en una líder aquí arriba por sus capacidades para guiar hasta la más —aparentemente— rebelde alma. Con Helge y Haniel se ha encargado de hacer de la restructuración un lugar magnífico, tanto que aquellos ángeles que alguna vez la miraron con desprecio, hoy la saludan con sonrisas sinceras.

Antes de que pueda evitarlo, mi mano se mueve hasta acariciar sus párpados cerrados, luego sigo un camino lento hasta llegar a sus labios.

— ¿Podrías dejar de tocarme mientras duermo, pervertido? —pregunta con la voz ronca y juguetona por el sueño previo, aún con los ojos cerrados—. ¿O es que eso no está contra las reglas del designio?

Sonrío, aunque no puede verme. El enlace en mi pecho baila como respuesta.

— ¿Desde cuándo sigues el designio? —inquiero en el mismo tono juguetón que ella, uno de sus ojos se abre curioso.

— Desde que —hace una pausa, toma asiento, rasca su nuca claramente nerviosa y consigue que mi corazón se acelere—... Desde que lo leí.

— ¿Que tú hiciste qué?

Brinco en mi lugar, copio su pose de monje y la escudriño con la mirada.

Ella se remueve ligeramente, el cabello le cae sobre la cara y sus alas papalotean un par de ocasiones, algo que me he dado cuenta que suele hacer cuando está nerviosa.

— ¿Qué me estás ocultando? —para este punto ya no puedo dejar de sentirme angustiado.

Por su parte no se inmuta y eso solo consigue que mi estado empeore otro poco. Me levanto de mi lugar y comienzo a andar por todo el perímetro de nuestro lugar asignado. Un segundo después ella se levanta, plantándose unos pasos frente a mí. Sus ojos azules me hipnotizan por un momento.

— Hace unos días —comienza a decir en voz queda y se lleva sus pequeñas manos al estómago— el intérprete me mandó una orden con Haniel a que fuera a verlo de inmediato, llegué a pensar que algo malo sucedía —su voz suena realmente sincera, pero no entiendo a dónde quiere llegar—. Sin embargo, resultó que solo quería que le enseñara cómo ser más «misericordioso», sí —hace una mueca como quien recuerda algo— creo que ésas fueron sus palabras exactas...

SÁLVAME DE LA MUERTE - ÁNGEL (EN EDICIÓN)Where stories live. Discover now