CAPÍTULO CATORCE

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Algo en mi interior me indica que las cosas van terriblemente mal. Esta sensación de opresión en mi pecho no puede significar nada bueno. Por supuesto tampoco lo son esta serie de imágenes que han empezado a bombardear a mi mente. Estoy percibiendo algunos pensamientos, o más bien, pedazos de imágenes inconexas de Lía. Es como si quisiera comunicarse conmigo y al mismo tiempo deseara no hacerlo, o algo se lo impidiera. Para este punto, ya me encuentro bajando a la velocidad a la que me es posible en su encuentro.

Todos en el cielo se volvieron prácticamente locos ante la idea de Azaliah teniendo contacto con un demonio. Ya era malo que hubiera caído y que tratásemos de reincorporarla a la horda angelical. Ahora que se sabe que de alguna u otra forma Damballa ha conseguido poseerla —por decirlo de algún modo—, es catastrófico. Podría crearse una lucha de poder allá arriba, solo porque los directrices están protegiendo a una caída. Sin embargo, eso no podría importarme menos, tendré tiempo para encargarme de ello después. Justamente, lo que me tiene encogiéndome de terror cada minuto es la cantidad de energía oscura que logro sentir provenir de mi esposa.

Cielo, ¿dónde estás?

Espero unos cuantos segundos mordiéndome la lengua por la desesperación.

Nada.

El vacío y la opresión aumentan otro poco cuando solo consigo percibir el latido acelerado de mi propio corazón.

Aren no pudo darme más detalles de lo que podría ocurrir, porque al parecer la energía que emanaba de Lía era bastante hasta para él. No lo dudo ni por un momento. Lo he pensado siempre, el poder que ella no alcanzó a desarrollar debe ser descomunal. No tengo idea de cómo estoy tan seguro, pero lo sé.

Me encuentro volando a unos treinta metros de altura sobre el lugar seguro donde nos alojamos hace un par de días cuando noto el cambio de aire. Quiero arrancarme todo el cabello de la frustración al no sentir la esencia de Lía ni escuchar nada en metros a la redonda, salvo algunas pisadas de animales salvajes y uno que otro animal rastrero.

Estoy a punto de aterrizar cuando percibo cómo Haniel, camina detenidamente en dirección a las puertas del lugar, entretenido en un objeto que lleva entre las manos. Me parece tan extraño verle caminar con esa parsimonia que por un momento dudo que sea él. Sin embargo, sus alas grises y su cabello rubio me lo confirman.

— Haniel —le advierto de mi presencia, aun sin tocar del todo el suelo.

Noto cómo su espalda se tensa, y sus alas dejan de ondearse al segundo. Un claro gesto de nerviosismo entre los ángeles.

Carraspeo irritado, incitándolo a darse la vuelta.

¿De qué me estoy perdiendo?

Cuando se da la vuelta, su mirada no se encuentra con la mía y eso solo consigue que mi aliento se atasque en mi garganta. Debe ser algo grave, mirar a los ojos es —en nuestro mundo— un claro gesto de respeto y confianza. Y si él no lo hace ahora es porque podría temer el perder la mía.

— Lo siento —en ese momento reparo en lo que lleva entre las manos, un puñado de plumas blancas bañadas en sangre—. Solo salí unos segundos...

Sabía que Azaliah había sido atacada por Damballa, pero sin duda no estaba preparado para esto.

— Tú... —carraspeo débilmente en un intento por no explotar en cólera—... ¿Tú la has dejado sola aun cuando te encomendé cuidarla? —el tono de mi voz sale más frío de lo que me gustaría que lo hiciera—. ¿La dejaste sola?

SÁLVAME DE LA MUERTE - ÁNGEL (EN EDICIÓN)Where stories live. Discover now