EXTRA - DOS

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GABRIEL

Mi corazón palpita tan rápido que estoy seguro que todos los presentes pueden escucharlo. Es solo cuestión de tiempo para que alguien note que estoy nervioso, para que alguien se percate de la locura que estoy por hacer.

Haniel es el primero que nota el estado agitado en el que estoy sumido. Sin embargo, no hace otra cosa más que echarme un vistazo fugaz mientras se adelanta al rumbo que siguen mis pasos y observa a Azaliah, ahí, tendida en el suelo de la arena de entrenamientos.

Está abatida y derrotada —física y emocionalmente—, lo sé por la forma en que sus hombros descansan por completo ignorando el suelo frío. Su respiración errática y la manera en que cierra los ojos con fuerza para evitar que unas cuantas lágrimas se le escapen, consiguen que una oleada de algo frío se asiente en mi sistema. Odio verla de esa forma.

Ha pasado por tanto en tan poco tiempo que aún me pregunto cómo es que sigue de pie.

El pequeño Thiago —un niño de sus misiones y que ella tanto adoraba— recién falleció. Y ella no estaba preparada. Sin importar cuánto hubiese entrenado para enfrentarse a situaciones de alto riesgo en sus misiones, sin importar cuánto hubiese leído acerca de no involucrar sentimientos en sus rescates. Nada pudo haberla preparado para aquello.

Nadie le había dicho que un corazón roto le dolería más que el mismísimo infierno.

—¿Olvidaste escupirle al caído? Adelante, hazlo —dice resignada en cuanto escucha mi caminar, sin siquiera echarme un vistazo.

Su tono hostil me detiene por un momento y me hace querer volver por mis pasos, pero entonces sus ojos se abren cuando no escucha respuesta alguna. El aturdimiento y la confusión colisionan en su mirada, luego echa un vistazo a toda la arena. Debe haber pensado que era su anterior contrincante de pelea. Sin embargo, Zadkiel se encuentra en un punto lejano de nosotros, su rostro está cubierto por una hosca capa de sudor y hay sangre en la comisura derecha de sus labios, e incluso —a pesar de la lejanía— soy capaz de vislumbrar la hinchazón que comienza a acrecentarse en su ojo izquierdo. Una sonrisa casi abandona mis labios al percatarme de ello. Lía no dejó que se fuera sin regresarle un poco de la paliza que él le propinó.

—Ga-Gabriel —con una mueca de dolor se incorpora en posición sentada y me observa fijamente.

Sus ojos brillan más que nunca y, por un momento, me parece imposible no perderme en ella. Casi puedo escuchar a Haniel pidiéndome que deje de babear.

—Azaliah —carraspeo en un intento por sonar lo más seguro que puedo, al mismo tiempo que le tiendo la mano y ella la acepta—. Levántate, tenemos algo que hacer.

—¿Qué cosa? —pregunta y no puedo evitar removerme, nervioso.

Eh, entrenamiento —me apresuro a decir.

Vaya, soy un mal mentiroso.

Ella mira alrededor de la sala de entrenamientos y entrecierra los ojos, claramente contrariada.

—Pero si recién terminó.

Claro, no hay nada que pueda responder a eso. Sus manos siguen aferrándose a las mías, o viceversa —no lo sé—, pero estoy seguro que puede sentir mi respiración alterada y la forma en que las palmas de mis manos sudan por ello.

—Es otra clase de entrenamiento —suelto y espero que mi voz no me delate.

—Está bien —responde, aunque puedo notar la curiosidad tiñendo su tono de voz.

Caminamos de la mano hasta llegar a su lugar asignado, finalmente ella me dedica un último vistazo antes de adentrarse en él.

—Apresúrate —alcanzo a decirle antes de que cierre la puerta por completo.

SÁLVAME DE LA MUERTE - ÁNGEL (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora