CAPÍTULO SEIS

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Asesto un golpe en lo que se supone es el rostro de Damballa, consiguiendo que se balancee hacia atrás por el impacto. Lanza un gruñido al aire haciendo que su aliento putrefacto se filtre por mis fosas nasales. Soy plenamente consciente de que lo ha hecho a propósito en un intento por distraerme como también del movimiento cauteloso que hace con su garra detrás de su espalda. Sin importarme demasiado si me quemo o no, lo tomo por el cuello y presiono con toda la fuerza que puedo, efectivamente, las palmas de mis manos comienza a escocer casi al instante.

Él como un ser maligno tiene ciertas partículas en sí mismo que hacen que sea doloroso para ambos el crear contacto. Un demonio y un ser celestial no están destinados a tocarse. Nunca. Si eso llega a suceder se crea una reacción instantánea parecida a la de una pequeña flama.

El recordar la quemadura que le ocasioné a Lía en un par de ocasiones casi me hace alejar ambas manos de Damballa, por pura inercia. Aún no consigo hacerme a la idea de que fui capaz de provocarle algún tipo de daño a mi cielo. Todo tenía que ser «creíble» según las escrituras, sin importar si eso significase mentir.

Tenía que hacerle creer a Lía que era una herramienta diabólica, pero la naturaleza angelical en mí actuaba sola ante la falsa idea —impuesta por el bendito designio— de ella siendo un ser maléfico, es por eso que la quemé.

Apenas puedo esquivar la espada que empuña el demonio, me toma unos segundos percatarme en el mango brillante con letras grabadas que denotan Azaliah en él.

— ¡¿Qué demonios?! —espeto entre dientes, sin siquiera darme cuenta de la ironía de mi frase.

El demonio suelta una carcajada de puro placer antes de disolverse en el aire con todo y espada.

Parpadeo un par de veces para no ir detrás del rastro de Damballa, hasta que consigo enfocarme en el aquí y ahora, que es justo lo que importa.

Giro sobre mi eje, aún en el aire y emprendo vuelo hacia el interior de la casa en parte destechada. Empujo con la mano un pedazo de teja para abrirme paso. La luz de la lámpara de techo titila colgante. Aterrizo en el piso alfombrado del lugar y sigo las voces que hablan.

— Azaliah, tenemos que movernos —el tono duro que utiliza Haniel me hace querer golpearlo por estar riñéndola, pero me impongo a estabilizar mi humor antes de llegar hasta donde se encuentran.

Bajo las escaleras metálicas hasta lo que parece ser el sótano y me congelo al instante en que su mirada se cruza con la mía, sin embargo eso no es lo único que me impresiona...

El delgado cuerpo de Lía está cubierto de cortadas por doquier, lleva puesta una venda en su pecho y parte del torso que deja entrever la humedad roja que se filtra por ella, uno de sus ojos está hinchado y amoratado. Una vez más, no es eso lo que me sobresalta, sino la visión de un ala grande y blanca brotando de su omóplato derecho. El hecho de que sea solo una me impresiona más.

Lía se encuentra allí, a escasos metros de mí, apoyada sobre su rodilla izquierda a un lado del cuerpo tendido del afeminado doctor que curó sus heridas en alguna ocasión. El hombre no se ve peor que ella, pero debo asumir que la impresión quizá pudo con él.

De alguna u otra forma, mi esposa está acostumbrada a tener todo tipo de batallas y salir herida, como en esta ocasión. Para el doctor asumo fue su primera batalla campal, tiene unas cuantas rasgaduras en brazos y rostros pero nada mortal, según mi experiencia.

Los ojos azul cielo de Lía se abren a más no poder cuando rectifica mi presencia, abre la boca un par de veces, luciendo estupefacta.

SÁLVAME DE LA MUERTE - ÁNGEL (EN EDICIÓN)Where stories live. Discover now