Te has enamorado de alguien con deficiencias afectivas

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Lo que sientes, lo que vives, lo que experimentas, te parece tan claro, tan obvio, que puedes interpretarlo como la única forma de vivir posible. Corres el riesgo de convertir en norma universal aquello que es sólo una manera de ser minoritaria, la de unos pocos que interpretan el amor del mismo modo que tú. A ti no se te ocurriría recibir nada de nadie que no pudieses corresponder, no serías feliz recibiendo atenciones que por tu parte no pudieras devolver o sentir. Jamás aceptarías ser amada por alguien a quien no correspondieras, pero el mundo es amplio y diverso, y tu forma de ser no sólo no es la única sino que incluso es posible que sea la excepcional. Para Cristina decir «te quiero» significa un acto de gran trascendencia. Necesita tiempo y cuando logra pronunciar estas palabras está afirmando que sus sentimientos son sólidos, que se puede contar con ella, que no dejará fácilmente de querer, que su amor está aquí tanto para disfrutar de lo bueno como para soportar lo malo. Dice «te quiero» a Miguel, quien, a su vez, cuando le responde con las mismas palabras lo hace sólo empujado por la pasión del momento. Cuando Cristina le dice a Miguel «te quiero» y éste contesta lo mismo, ambos están viviendo historias completamente diferentes, con significados individuales distantes. El problema es si Cristina cree que el único significado de las palabras «te quiero» es el que ella les da y cuando escucha a Miguel cree estar oyendo lo mismo que ella dice. Mismos fonemas, mismas palabras, pero con un significado completamente diferente. Así que para amar (y amar siempre es ver al otro) es necesario salir de la cúpula de significados del propio universo y saber qué quiere decir cada palabra y cada situación para la otra persona.
Schopenhauer asegura que sólo una de cada cinco personas vale la pena. Es decir, sólo una de cada cinco tiene principios nobles, cultiva su vida interior, ama sincera y profundamente. También afirma que entregar todo tu amor a alguien es la vía más segura para llegar al propio sometimiento. Concretamente, decía que demostrar a alguien que lo necesitas conlleva un cambio de actitud por su parte: en vez de sentirse honrado y agradecido por ello lo más probable es que se vengue de tu necesidad. Una visión poco optimista del género humano, pero quizás más realista que esta fe ciega en el amor y en la intrínseca calidad humana de todos a los que amas.
Como decía Pavese, sólo serás amado el día en que puedas mostrar tu debilidad sin que el otro se sirva de ello para afirmar su fuerza, y es altamente probable que este tipo de amor sólo pueda ofrecértelo una de cada cinco personas.
Por tanto, cabe la posibilidad de que ames a un parásito afectivo, capaz de recibir amor sin poderlo dar. Capaz de recibir tus besos, tus caricias, tus abrazos, tus palabras, tu compromiso y dedicación sin sentir en absoluto lo mismo. Someter a alguien porque su amor lo debilita es la forma más mezquina de empobrecer al otro, y significa ignorar algo esencial: que sólo somos lo que somos capaces de amar. En consecuencia, cuando alguien que no ama somete al que ama, es como si la nada sometiera al ser, es como ser derrotado, al igual que en la aventura de Ulises, por nadie.
Si no es éste tu caso y sigues insatisfecha, entonces es que amas a una persona con deficiencias afectivas. Amas a alguien fundamentalmente bueno, bien intencionado, que está dispuesto a dártelo todo pero que no puede darte casi nada porque no sabe ni dónde empezar a buscarlo. Las deficiencias pueden ser muchas y variadas: que esté lleno de miedos, de inseguridades; que tenga una visión pesimista del mundo y del amor; que sea incapaz de gestionar su vida y se someta o te someta a vivir sentimientos antagónicos. Que sea alguien profundamente ensimismado que no se dé cuenta de tus reivindicaciones amorosas o no sea capaz de darles respuesta. Alguien que se ame mucho más a sí mismo que a cualquier otro ser humano; que no esté dispuesto a cambiar la soledad e independencia para compartirse con alguien. También podría ser alguien que tenga como máxima prioridad el trabajo y que las relaciones personales sean muy secundarias con relación a su carrera profesional.
También puedes amar a alguien poco emotivo y comunicativo. Es su forma de ser, no hay mala intención ni actitud mezquina como en el caso del parásito afectivo, pero igualmente sigues viviendo un amor que no te satisface: no podrá darte otro tipo de amor por la simple razón de que no tiene más capacidades que las que buenamente tiene.
Marta conoció a Fernando y le cautivó que fuera un chico retraído, tímido y poco expresivo. Creyó que tenía un gran mundo interior y que, con afecto, dedicación y recursos suficientes, con el tiempo Fernando sería progresivamente alguien más abierto y comunicativo. Ya han pasado varios años desde que se casaron y Marta ha llegado a la conclusión de que Fernando es así, alguien más bien pesimista y a la vez poco expresivo. Las personas tienen un carácter, un temperamento y una forma de ser. Hay gente con tendencia a la tristeza, al retraimiento, a la indiferencia. Verlos tal como son, aceptarlos y no luchar contra su ADN es una buena forma de vivir y de relacionarse con ellos. Concluirás que es más inteligente, en lugar de dedicarte a intentar cambiarlo e insistir inútilmente una y otra vez sintiéndote siempre insatisfecha, ampliar tu visión del mundo y las fuentes de tu felicidad pero sin llegar a conformarte si eres profundamente infeliz.
Por ejemplo, Carmina tiene un buen marido aunque algunas veces se pone de muy mal humor y cuando se enfada, grita. Un buen día Carmina decidió no tolerar más esta situación: cada vez que alzaba la voz se marchaba de inmediato, estuviese donde estuviese; no se lo toleraba. Gracias a esta actitud lo que parecía ser un defecto sin solución, un «soy como soy» inapelable, acabó por convertirse en un defecto del pasado. Su marido era consciente de que no se podía permitir el lujo de gritar porque de inmediato se quedaría solo. Por ello es necesario saber qué podemos tolerar y qué no. Insistir y conseguir aquello que sea irrenunciable y ser más condescendiente con el resto de defectos, pues al fin y al cabo nadie es perfecto. Imagínate que tienes una pareja que no es sensible ni comunicativa, que tiende al malhumor y a una continua insatisfacción vital, y a pesar de ello la quieres, deseas vivir a su lado y no te planteas dejar la relación. Es un problema estructural de él; se es como se es, ni más ni menos. Pero es más interesante ser consciente de cómo es y de lo que está en condiciones de darte (así como de lo que jamás tendrás) que insistir en que cambie y vivir frustrada. Quédate con él a cambio de ampliar las posibilidades de tu vida. En vez de sacar cada semana tu lista de reproches, invierte mejor tu tiempo en actividades como leer un buen libro o aprender a tocar un instrumento musical (por poner sólo algunos ejemplos). La relación deficiente sin duda mejorará porque estarás más satisfecha con tu vida y él se sentirá menos presionado por ti. Y si tienes claro que esto no es lo que deseas, entonces atrévete a dejarlo. Sin embargo, de todas las opciones, la peor, sin duda alguna, es insistir hasta el punto de instalarte en la frustración y el reproche continuo.

TOMA NOTA

Si te concentras en lo que no tienes, el vacío de lo que no te dan se convertirá en el principal protagonista de tu vida. Esta idea es central en este libro y aparecerá formulada de diferentes maneras. Es imprescindible que la incorpores en tu pensamiento estructural, en las verdades fundamentales de tu vida.

EJERCICIO

Invierte un tiempo pensando si amas a un parásito o a un deficiente afectivo. Decide qué quieres hacer (tanto si optas por continuar a su lado como si no, llegarás a la conclusión de que tienes que ampliar las posibilidades de tu vida).

SUPERAR ALGUNOS TÓPICOS

Uno de los tópicos más habituales en el amor, aquello que convierte el sentimiento amoroso en formas de amar pretendidamente superiores, es el mil veces repetido «amar sin necesitar»; son creencias resultonas que sólo reflejan sucedáneos del amor y que no soportan el más mínimo análisis. Si alguien te quiere, entonces te necesita, te extraña y formas parte importante de su vida. Todas las demás variantes son construcciones mentales sin sentido, como la famosa frase de Richard Bach en Juan Salvador Gaviota: «nuestro amor no necesita ni del espacio ni del tiempo». Ya me contarás cómo puede ser un amor así, si el espacio y el tiempo son, como decía Kant, las condiciones de posibilidad de la experiencia, es decir, no hay nada que puedas experimentar que no tenga espacio ni tiempo: incluso sueñas en un lugar (tu cama) y en un tiempo (aquella determinada noche). Por tanto, un amor sin espacio ni tiempo es, simple y llanamente, imposible.
Otro de los conceptos que nos hacen mucho daño (porque no nos permiten pedir del amor lo que es propio del amor) son los de «amar sin esperar nada a cambio», como aquel que ama a un desierto o a una lavadora.
El problema es el lenguaje que empleamos; no puedes utilizar para el amor el mismo lenguaje que para los depósitos a interés fijo, de los que necesitas saber la cantidad necesaria para hacer la imposición a cambio del interés que te ofrece. No podemos usar para el amor el vocabulario del mundo de la banca.
No, las palabras adecuadas no son «dar», «recibir», «devolver»… De esta manera el amor parece un juego de intereses.
Sustitúyelo por esta fórmula: «De la persona a quien amas esperas, simplemente, que te trate como alguien a quien quiere». Con ello lo dices todo: alguien que te quiere mirará por ti, te cuidará y te tendrá presente. El gran problema aparece cuando la persona a quien amas no te trata como a alguien a quien quiere.

⠀El Amor No Duele.Where stories live. Discover now