Algunas caractericas del mal amor

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Es irregular
Una de las características del mal amor es que es irregular. Es decir, a veces te quiere, después te ignora… la relación adquiere un aire de indolencia en que todo es posible justamente con todo lo contrario. Pueden casarse contigo o abandonarte durante la misma semana. Lo más importante puede ser lo más renunciable, significa vivir con una sensación de inminente peligro y de constante desasosiego.

Es insatisfactorio
Otra de la características es que «nunca te deja satisfecha pero siempre regresas a por más». Cuando estás a su lado, su actitud, su indiferencia, su falta de atenciones, etcétera, no te satisfacen y nunca acabas de estar tranquila, pero aun así siempre regresas a por más, intentando que por fin te diga y haga algo que te sacie de una puñetera vez. Lo siento, le has atribuido capacidades y formas de amar que sólo son un reflejo de lo que tú sí eres capaz de dar, comprender y sentir. Es como si tus ojos crearan un oasis y cada vez que te acerca ras mordieras la arena, pero a solas; como si la imagen del oasis perfecto te persiguiera… y regresaras a por más «agua». Insisto en que son sólo tus capacidades, eres tú y sólo tú la que eres capaz de crear paisajes tan sublimes como inexistentes en el alma del otro.

Sexo sublime
Otra de las características claves es que con esta relación tienes la certeza de estar viviendo el mejor sexo del mundo, la mejor intimidad posible. La cuestión, lamento decírtelo, vuelve a tener una relación directa con tus increíbles capacidades de amar. Es en el sexo donde intentas demostrarle que estáis hechos el uno para el otro, que eres la mujer de su vida… Con una actitud tan entregada, tan dispuesta a demostrarle hasta qué punto le puedes satisfacer, así como demostrándole que es un amante maravilloso que pulveriza todos los límites del placer y del amor que hayas sentido antes… con todo ello está claro que contigo es ¡imposible no lograr el mejor sexo del mundo!

No comprendes cómo has llegado a tolerar situaciones tan absurdas y humillantes
A menudo notas que no te trata con la consideración necesaria, y tú lo toleras; quizás te preguntes cómo has llegado a esto, cómo es posible que permitas que te trate así. No te culpes. Hay varias razones… Simplemente, negaste las señales. Empezó con una pequeña indiferencia (un día no le apetecía verte) y acabó con el derecho a no llamarte o no decirte nada durante una semana. Parece inofensivo, ¿verdad? Además, a todo el mundo le puede suceder que un día no le apetezca ver a alguien. Pero fíjate: ha dicho que no le apetece verte. Algo realmente desconsiderado y muy diferente a «me encantaría pero no puedo». Te están diciendo que no eres alguien siempre apreciable y, lógicamente, esta actitud despectiva afecta a tu autoestima. También es cierto que, si siempre te dice que le encantaría verte pero no lo hace durante semanas, su amabilidad no va acompañada de verdaderas acciones. Estás en el mismo punto, no eres una prioridad. Muy bien: puede estar perfectamente sin ti. ¿Acaso tú no puedes hacer lo mismo? Tienes tantas o más capacidades y todo el derecho. Sería terrible imaginarlo triste, abatido, enamorado… pero si sabes que en el fondo no te necesita ¿por qué no te tranquilizas y das un golpe de timón hacia tu propia vida? La sinceridad es un punto muy delicado. Hay una escena de una novela de Milan Kundera en la que durante una fiesta un personaje le dice a otro que lleva un vestido horrible; el narrador explica que lo que menos importa es la verdadera belleza del vestido, lo que cuenta es que uno de los dos puede permitirse el lujo y demostrarlo públicamente puesto que está en una situación jerárquica superior. Estamos en un terreno fronterizo entre la sinceridad (tan necesaria entre los amantes) y la educación y buen gusto (tan importante para el respeto y las relaciones cordiales). Se puede ser sincero sin ser descarnadamente brutal y transparente. De hecho el abecé del amor lo impone, cuidar al otro pasa por ello. Como dice el filósofo Alain, «se trata de ser agradable siempre que sea posible serlo sin falsedad ni bajeza. Es decir, casi siempre». Y añade un principio moral: «Sé insolente sólo de un modo deliberado y únicamente ante alguien más poderoso que tú. Pero sin forzar el tono e, incluso, entre esas verdades, escoger la que es elogiable». Así es, entre esas verdades, entre una variedad posible, escoger aquello más beneficioso para el otro. Siempre, y en particular cuando se ama.
Estas cuestiones son tan importantes que voy a intentar explicarlo mejor con un ejemplo exagerado pero que comparte la misma base de desprecio (de situación jerárquica superior) de uno de los miembros de la «supuesta» pareja. Ésta es otra de las características del mal amor: no tienes ni idea de en qué situación estás. No sabes ni lo qué sois (pareja, amantes, amigos, novios, amigos con momentos íntimos…), a veces incluso es posible que no sepas si habéis cortado o no.

LA MORALEJA DEL CAFÉ LOCO
Imagínate que vas a tomar algo con la persona que amas. De repente se levanta, te echa el café por encima y se larga dejándote absolutamente perpleja. Tú no recuerdas haber hecho ni dicho nada para provocar una actitud tan desproporcionada por su parte. En primer lugar aparecerá la culpa. Una reacción tan cargada de desprecio es imposible que no tenga una causa. Pero no es así, no has hecho absolutamente nada para que se comporte de tal modo. Es más, en el caso de que hubiera un malentendido, confusión o duda, te merecerías la posibilidad de explicarte y no una actitud tan agresiva y desmesurada. Así pues, ante esta situación sólo puedes escoger entre:

1. Justificarlo: que tiene un «mal pronto», que tuvo un problema esa misma mañana en el trabajo, que está viviendo serios problemas familiares… La parte buena de esta opción es que sigues con la relación, la mala es que abres la veda para que te trate como quiera sin posteriores consecuencias. En tu vida real eso se traduce en: «Tendré que creerme que realmente no puede verme, no puede llamarme y, aunque parezca que pase de mí o intercale periodos de gran intensidad con otros de gran frialdad, pensaré que todo se debe a causas externas. También aceptaré como buenas sus excusas e incluso yo misma me crearé explicaciones que me eviten pensar lo que parece más evidente: que no cuento demasiado».

2. Ponerte al mismo nivel. Quieres darle una buena lección, así que empiezas por tramar fechorías como que el próximo domingo pondrás sal en su café, le echarás el tuyo por encima y le insultarás. Como no eres así, has entrado en lo que llamo «el campo de batalla de los depravados afectivos». Quienes usan el amor para juegos de dominio, indiferencias, dolores y venganzas. La parte buena es que sigues en la partida, pero con el hándicap de que no es tu juego. No se te ocurrió ofender primero, ni dominar, sino amar, así que, si intentas ganar en un campo en que la otra parte es un experto, no tienes ninguna posibilidad; siempre será mucho más depravado que tú y si entras en el juego perderás. En tu vida real eso significa que decides ignorarlo, no contestar sus llamadas, fingir indiferencia, y, como todo ello supone actuar de una manera diferente por completo a lo que realmente sientes, tarde o temprano acabarás buscando el modo de volver a ser tú misma y amarlo.

3. Te entristeces, estás distante, cansada, mal. Tienes la ventaja de seguir con la relación, pero si tu bienestar no es su principal motivación, sino el ganarse el derecho de someterte, lo único que conseguirás es que te haga sentir culpable por estar siempre insatisfecha, mal, y al final concluirá que con una actitud como la tuya es imposible no levantarse y echarte el café por encima.

4. Intentas hablar. Es difícil que te salgas con la tuya. Lo más probable es que se ponga a la defensiva, que te diga que si no estás bien tal y como estáis lo mejor es que dejéis la relación. También es posible que se defienda quitando importancia a lo que has vivido porque eres una exagerada, y que jamás te echó el café por encima sino que en realidad se le cayó en el mismo momento en que tuvo una emergencia que lo obligó a salir corriendo. También es posible que te diga que no podéis pasaros el día hablando de vuestra relación, que, en lugar de discutir, os viváis. Tú sabes que nunca puedes aclarar nada, que a cada tentativa te pide que dejes de analizarlo todo, que en estos momentos no desea que lo juzgues y que precisamente ahora no está para soportar reproches. ¿Cómo vamos a presuponer la cordialidad, la capacidad de diálogo, las ganas de entenderte y de llegar a un acuerdo con alguien que te obliga a que te resitúes por culpa de su comportamiento egoísta? También es muy posible que procure convencerte de que te quiere, que busque toscas explicaciones que justifiquen lo injustificable o que no profundice en nada y dé carpetazo al tema con un «lo siento, no soy perfecto».

5. Te levantas, te largas y jamás vuelves a verlo. Es sin ninguna duda la mejor opción, la única salida posible; pero, como estás enamorada, no lo haces.

Lo que me gustaría que comprendieras es que tienes una relación con alguien que ha hecho un movimiento que no es asimilable por las reglas del amor y que tú tienes que hacer
malabarismos para contrarrestar su enorme deficiencia. Si no te levantas, el único aspecto positivo es que necesitas muchas vivencias como ésta para estar segura, que necesitas que te echen muchos cafés por encima para llegar a convencerte de que algún día tendrás que levantarte y marcharte para siempre. Pero lo más fácil es que empieces a tener la adicción del ludópata afectivo.

TOMA NOTA

■ No es de sentido común pretender que la misma persona que te ha causado la herida sea quien te la cure.

⠀El Amor No Duele.Where stories live. Discover now