La fábula de un corazón enamorado de una cabeza

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Desde tiempos inmemoriales los hombres conocían la eterna rivalidad entre el corazón y la cabeza. Leyendas y miles de historias hablan de su imposibilidad para entenderse. El corazón deseaba algo, la cabeza lo desaconsejaba. La cabeza decidía cuál era la mejor vida, el corazón bostezaba largamente… Hasta que un día, en una casa, porque siempre en una misma casa hay un corazón y una cabeza, empezaron a mirarse de un modo diferente. Y la cabeza le dijo al corazón:
Te necesito; sin ti no quiero ir a ninguna parte; no tengo deseos, ni ilusiones ni objetivos. Sin corazón en lo que hago, mi vida sólo son obligaciones y trámites. Necesito que me guíes, que me impulses, que me acompañes delante de mis propios pasos para desear caminar. Sin ti, aunque consiga algo, jamás sé si era lo que de veras quería.

El corazón, que era un corazón generoso y sabio y no aprovechaba las declaraciones de amor para someter al otro, respondió:

Yo también te necesito, no sólo para materializar lo que quiero, pues sin ti soy sólo pura energía y preciso de tus cálculos y constancia, de tu cotidiano hacer levantando escaleras altísimas hacia aquella luz que deseo, sino también porque cuando me estrello me eres preciso para reconstruirme con tus ponderadas razones y tu prudente consejo.

Y se miraron a los ojos y se amaron. El corazón se pasó horas acariciando con las aortas como dedos los repliegues carnosos del seso. Y con su delicada aurícula golpeaba, a modo de besos, los lóbulos y la tierna corteza del cerebro. Por su parte, la cabeza, jugaba con sus transmisores neuronales haciendo chispas que provocaban cosquillas y sacudidas de placer a un corazón que aprendió pálpitos completamente nuevos. Síncopes arrítmicos con nuevos timbres, que convirtieron su constante goteo monódico en movimientos insospechados con un intervalo que iba de las trepidantes semifusas a las notas blancas más dilatadas. En su primera mañana juntos, establecieron un pacto, como los amantes que temerosos de perderse diseñan fórmulas futuras de perdonarse, pactos de amor secretos como regalos que al ser
devueltos exigirán un inmediato perdón.

Prometo seguirte —le dijo la cabeza al corazón—, incluso para demostrarte que son casi nulas las posibilidades de lo que algunas veces quieres alcanzar. Porque mientras haya una posibilidad, una esperanza, yo estaré allí contigo para intentarlo. Te seguiré sin rechistar, sin remilgos ni retrasos, pero, a cambio, sólo te pido que…

Y le interrumpió el corazón

porque no hemos empezado el largo camino de alcanzarlos. Sino los tangibles e indudables imposibles, los inconfundibles y terribles imposibles, como cuando te encuentras justo al final del camino… y sólo hay un abrupto acantilado, y entonces, sólo entonces, me pides que regrese a la cotidianidad cobijada, y, como me amas, me quieres en las paredes seguras de mi hogar si y sólo si me he atrevido a alcanzar mi sueño, ahora roto. Me quieres tranquilo porque si no pudo ser fue sólo porque no pudo ser, a pesar de que lo intentamos, y lo intentamos juntos, para aumentar más aún la posibilidad de obtenerlo. Y lo intentamos al máximo, y lo procuramos a fondo… y sólo así podremos seguir amándonos para siempre, porque nuestro problema no era de antagonismo irreconciliable, sino de establecer el punto exacto donde debe retroceder un corazón.

⠀El Amor No Duele.Where stories live. Discover now