Capitulo 2: Por fin, un trabajo

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Llevo mi vestido más elegante, mis tacones más nuevos y mis mallas menos gastadas. He tratado de vestirme lo más profesional posible aunque no tenga ni idea de lo que es. Siento que el corazón se me quiere salir del pecho y más cuando ando en mi coche todo dañado por el accidente en una zona de millonarios en Quebec. La dirección me lleva hasta una enorme y lujosa casa separada del resto de las demás. Esta es imponente, elegante y ya me ha hecho sentir como toda una plebeya fuera de lugar. Dejo mi coche a unos metros de la entrada y con los pies temblorosos me acerco a la puerta. Toco el timbre y una señora del servicio me recibe. Intento no parecer tonta o muy ordinaria para estos lugares pero la realidad es que no tengo ni puta idea de cómo actuar.

— Buenos días señora, soy Gardenia Williams. Tengo una entrevista con una señora Hamilton.

— Ya, siéntate en la sala de estar, en unos minutos la reciben. ¿Algo de tomar?

Pienso y pienso en que coño pedir que sea a la altura de esta gente sin quedar yo en ridiculo.

— Un té estaría bien.

Un té..., solo eso se me ocurre pedir. ¡Odio el té! Una señora de mediana edad con aspecto algo serio y hermético me recibe dispuesta a masacrarme con mil preguntas.

— Buenos días, Soy Julia Hamilton, debe ser usted Gardenia Williams, ¿Cierto?

— Si, soy yo.

— Bien, me imagino que te han hablado de qué va el puesto que estoy necesitando.

— Pues no..., solo me dijeron que era para dar fisioterapias o algo así.

Sentándose en el sofá mira mi hoja profesional algo inconforme. La señora del servicio regresa con mi té y mirando todo, creo que he venido a buscar trabajo en el lugar menos indicado.

— ¿Cuántos años tienes? ¿Qué experiencia tienes en la fisioterapia y rehabilitación? 

— Tengo veintiún años y  pues, la verdad he estudiado fisioterapia pero experiencia pues no tengo. Pero señora, se en qué consiste. 

— Niña, necesito alguien con experiencia. Y más para las responsabilidades que conlleva el puesto.

— ¿Que tipo de cosas?

Cruzándose de brazos, argumenta

— Tengo un sobrino, Nathan Bouchard. Hace unos meses tuvo un accidente y su columna y caderas quedaron algo dañadas. Tiene problemas para caminar y especialistas nos han dicho que con fisioterapia podría mejorar mucho su estado. Pero necesitamos a alguien que sepa lo que hace, no una recién graduada. Que tenga buen día.

La señora da unos cuantos pasos y desesperada la detengo.

— Señora, póngame a prueba. Sé que puedo con el puesto, no le voy a fallar. Si cree que no soy la indicada me despide, pero deme la oportunidad de demostrar mis conocimientos.

— Señorita Williams, además de una fisioterapeuta, necesito a alguien que anime a mi sobrino a salir de la depresión en la que se encuentra. El no es fácil, el tiene..., en fin, es un hombre que se le hace difícil socializar y puede que llegue a ser insoportable. La veo a usted, y realmente no creo que pueda con tal cosa.

Aprieto los dientes decidida a quedarme con el puesto.

— Ya le he dicho, póngame a prueba. Si no le gusta mi trabajo, me despide. No tendré experiencia pero me he graduado de la mejor universidad del país. Eso le debe dar buenas referencias sobre mi profesión.

La mujer se queda callada por unos segundos y yo muero del miedo por dentro. Vuelve a tomar asiento y pide que también lo haga yo.

— De acuerdo señorita Williams, le daré esa oportunidad. Ahora hablaremos de el sueldo. Recibirá dos mil quinientos dólares al mes. Además, tendrá una habitación disponible en la casa, el puesto requiere que dos noches a la semana se quede al cuidado de mi sobrino. Tiene como beneficios marginales seguro médico, vacaciones y días por enfermedad.

180 días para soñar (PAUSADA TEMPORALMENTE)Where stories live. Discover now