Capitulo 11: El viaje de los milagros

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Casi es medio día y no he podido ponerme en pie. Me duele la cabeza terrible pero no quiero que esta maldita enfermedad me comience a limitar. Bajo a desayunar con muy poco humor y veo a Nathan sentado comiendo lo mismo de siempre, nunca cambia. Me siento en uno de los lugares vacíos y no veo por ningún lado a Julia. Seguramente tiene otro de sus tantos viajes. Tampoco veo a Sandra. No quiero incomodarlo pero mi curiosidad me puede más.

— Buenos días — Se queda callado — ¿No hay nadie en casa? ¿Su novia?

— Salió de viaje.

— Mmm bueno, pues ya que estaré unos días aquí en tu casa mientras me recupero, podemos hacer algo para aprovechar el tiempo.

Levanta la mirada con indiferencia

— harás algo tu, yo nada que ver.

— ¿Puedo preguntar?

— No

— Como quiera voy hacerlo, ¿Qué pasó con tus padres? ¿Por qué Julia es la única que está cerca de ti?

Con desprecio y poco tacto, se pone de pie respondiendo con toda la grosería que puede tener acumulada.

— ¿Que te importa?

— Bueno, pues empiezo yo. No tengo papá, nunca lo he conocido. Ni siquiera sé su nombre. No tengo hermanos aunque me hubiera encantado tenerlos. Crecí toda la vida de casa en casa junto a mamá. Siempre la echaban por deber alquiler hasta que llegamos a aquí y mamá decidió quedarse para permitir que creciera en el mismo lugar. — Bajo la mirada — Esto no se lo digo a todo el mundo, más bien la única que lo sabe es Frida, mi mejor amiga. Pero se lo diré a usted también, mi mamá..., ella se prostituye desde que yo tengo uso de razón. Así me ha mantenido toda la vida, gracias a ella pude estudiar. Gracias a ella soy quien soy hoy en día. Aún sin saber quién es mi papá, teniendo una mamá que para mantenerse a ella y a mí, tuvo que venderse nada de eso me robó la felicidad ni las ganas de querer superarme, de querer sonreír.

Se queda callado por unos segundos y ver que se sienta nuevamente me llena de esperanza. Su rostro aún es serio pero se suaviza y suspirando responde.

— No acostumbro hablar de mi con la servidumbre

— Se que soy solo una empleada, se también que usted nunca me verá como una amiga ni como nada más informal, pero hay veces en las que necesitamos hablar con alguien independientemente del título que ocupa en la vida de cada uno.

Parece pelear consigo mismo. Intenta parecer frío, duro e insensible pero en ocasiones no logra ocultar que hay algo en su interior que lo hace vivir lleno de frustración. Sin mirarme a los ojos, carraspea comentando en voz baja y algo melancólica.

— Mis padres..., ellos..., ellos me entregaron a mi tía cuando era un bebé. Julia no puede tener hijos y su hermana, me entregó a ella y a su marido porque no podía aceptar tener un bebé como yo.

— No entiendo, ¿Como que un bebé como tú?

— No viene al caso los detalles, lo que importa es que mis padres se avergonzaban de mí desde que nací. Ellos tenían una posición social que respaldar y prefirieron eso a su hijo. Luego el esposo de julia murió y ella se dedicó a mí toda la vida.

— ¿Sabes dónde están tus padres?

Niega con la cabeza con seriedad

— No, no los conozco, ni siquiera sé cómo son, quizá me he topado con ellos sin saber que son mis padres. La verdad no me interesa. — Tuerce el gesto — Pero nada de eso importa, tengo dinero, una enorme casa, soy dueño de una de las empresas más importantes del país, no me falta nada. No importa que ellos no estén, lo tengo todo.

180 días para soñar (PAUSADA TEMPORALMENTE)Where stories live. Discover now