Capítulo 1

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Había pasado un año y medio, un año y medio en el que no había ido a Australia. Pero este, este verano volvía, siendo el noveno año.

—Marcie, el avión ya llegó— escuche a mi madre murmurar a la hora de ponerse de pie y alistándose para bajar del avión. —¿Y cómo te sientes?— me preguntó animada mientras caminábamos con nuestras maletas en mano y una sonrisa radiante.
—¿Respecto a qué?— le pregunte desinteresada.
Mi madre sonrió de lado.
—Llevas un año y medio sin ver a Felix, la última vez que se vieron tú tenías trece y él quince, ¿No es así?
—Supongo.

—Hace un año estaba tan apuesto, seguramente ahora lo está más.
 Rodé los ojos ante su comentario y con una sonrisa juguetona termine volteándola a ver.
—Mamá— la regañe exasperada mientras llegábamos a la salida del aeropuerto donde cientos de taxis se encontraban esperando a todos los pasajeros que buscaban algún coche. —¿Vamos a tomar un taxi?— le pregunté curiosa, mirando de un lado hacía el otro, pero mi madre me lo negó con la cabeza poco después.
—Van a venir por nosotras— respondió con la voz llena de seguridad.
Claro, aquello de recogernos en el aeropuerto era toda una costumbre desde el inicio. Así que era normal su seguridad al responder.
Pero al final tuvimos que tomar un taxi cuando convencí a mi madre -media hora más tarde- de que seguramente se les había pasado nuestra hora de llegada a la familia Lee. 

 —El vecindario no a cambiado mucho, ¿Cierto?— habló mi madre mientras miraba por la ventanilla del coche las casas que iban pasando por nuestros costados, mire por unos segundos por la mía, era verdad, si al caso alguna que otra casa con pintura nueva y nuevos vecinos. Pero los jardines seguían igual de coloridos y vivos, como los recordaba desde la ultima vez que estuve aquí. Solté un suspiro recargando la cabeza en el cristal, por fin podría tener algo con que distraer mis pensamientos de Canadá. 

Mi madre le terminó pagando al taxista al llegar a la casa de los Lee, mientras esté bajaba nuestras maletas de su cajuela con amabilidad . —Que tenga un buen día— le dijo mi madre en el momento en que este arrancó para seguir su camino, le negué con la cabeza mientras sujetaba mi maleta y comenzaba a tirar de ella hacía la entrada de la casa. Mi madre se había adelantó unos cuantos metros y para cuando yo llegue a la puerta, mi madre ya había entrado a la sala del recibidor.

 —Maldición...— murmure. Las llantas de mi maleta se atoraron con el pequeño borde que había al entrar de la puerta por unos segundos.
—En verdad lamento que nadie haya ido a recogerlas, se nos ha pasado por completo— escuche la voz de la señora Lee y a lo lejos la difusa voz de mi madre respondiendo, casi imperceptible. Tome el mango de la maleta y tire con fuerza de ella, logrando pasar el borde. Camine un poco hasta encontrarme con mi madre y la señora Lee sentadas en el sofá familiar de la sala.
—Buenas tardes, Señora Lee— saludé con la mano, esta me sonrió de oreja a oreja mientras se ponía de pie para recibirme con un gran y cálido abrazo.
—¡Por Dios! Tanto tiempo sin verte, Marcie, estás más grande y alta, ya toda una señorita— contuve la pequeña risa que amenazaba con salir de mis labios en ese momento. La señora Lee siempre había sido un alma tan amable y acogedora. —A Felix le encantará verte de nuevo cuando llegue.

 —¿Cuando llegue?— preguntó mi madre algo confundida mientras la señora Lee tomaba asiento a su lado.
—Salió hace unas horas para verse con unos amigos.
Dejé mi maleta en un rincón de la sala y me senté en el sillón de una sola persona, ignorando la conversación animada que llevaban ambas señoras que estaban sentadas a tan solo unos cuantos metros de mi.

Al final, desperté abruptamente cuando caí en cuenta de que ambas voces femeninas se habían quedado calladas y yo me había quedado dormida. La poca luz que entraba a la sala por las cortinas se había esfumado y el lugar se encontraba con la poca luz que brindaba el pasillo principal, así que lo más probable es que ya hubiera anochecido, en Australia anochecía muchísimo más rápido que en Canadá.
Me puse de pie mientras me tallaba el ojo derecho y soltaba un corto bostezo.
—¿Mamá?— la llamé mientras caminaba hacía la cocina, que era el lugar con más luz de toda la casa.
—Nop, te equivocaste— respondió el chico con cabello rubio  -casi de un color dorado- mientras le daba un sorbo a la lata de su Coca-Cola. Me miró fijamente por unos segundos, al igual que yo a él, intentando controlar la sonrisa que amenazaba con colocarse en mis labios en ese momento, pero al soltar el nombre del chico al aire he fallado, sintiendo como las orillas de mis labios se alzaban con entusiasmo. 
—Felix—  murmure.
Él chico dejó la lata en la barra de la cocina y caminó unos escasos metros hasta llegar a mi.
—¿Quién eres y qué hiciste con mi Marcie?— preguntó con seriedad para segundos después soltar una risita y extender sus brazos hacía mi, lo he mirado por unos segundos para después encontrarme abandonando la poca distancia que había entre ambos, correspondiendo a su abrazo. 

—Te hiciste más alto.— murmure entre sus brazos, dándome cuenta que aún después de un largo año y medio, recordaba su tan característico y amigable olor. 
—No fui el único, tú también lo hiciste— respondió a la hora de romper nuestro abrazo mientras me dejaba ver una sonrisa de dientes.
—Y te pintaste el cabello— dije soltando la risa mientra le acariciaba un mechón de cabello.
—¡Oh, vamos! Me queda genial y te consta— me respondió mientras golpeaba levemente mi hombro, mirándome con atención de manera juguetona.
—Si, si, como digas— le respondí entre risas, dejando su cabello en paz. —ah, por cierto, ¿Has visto a mi madre?
El rubio se alejo en dirección al congelador, mirándome por el rabillo del hombro un instante.
—Salieron de compras hace un rato, pero no me sorprendería que aquellas dos se hayan ido de fiesta— me respondió mientras me lanzaba una Coca-Cola que, afortunadamente, atrapé con las manos y no con la cara. Era sorprendente ver que las cosas no habían cambiado entre ambos después de no habernos visto por tanto tiempo. 

—¿Quieres que te ayude a llevar tu maleta arriba?— me preguntó después de unos sorbos a su bebida, recargando el brazo en la isla y mirándome con curiosidad, pero le negué con la cabeza.
—Puedo sola— le asegure mientras dejaba mi lata en la encimera y caminaba hacía la sala donde había dejado mis pertenencias y comencé mi labor de arrastrar la maleta, hasta llegar a las escaleras que estaban completamente a oscuras.
—Ya se pueden encender desde abajo— me avisó el rubio mientras encendía la luz de las escaleras y me sonreía cariñosamente, le asentí mientras comenzaba a subir las escaleras.

—¿Dónde están tus hermanos?— le pregunte curiosa mientras subía los dos primeros escalones con la maleta. Recordaba más ruidosa la casa de los Lee, a comparación de esta ocasión. 
—En un campamento de verano, papá los acompañó— respondió subiendo ambos escalones de dos en dos —¿Cuánto mides?— me preguntó, comparando nuestras estaturas.
—¿1.65 o 64?— le respondí cuando logré subir dos escalones más —¿Tú?
—1.72— respondió orgulloso mientras se adelantaba tres escalones más.  —¿Segura que no quieres ayuda con eso?—  insistió.
—Segurísima— le respondí subiendo la maleta un escalón más.



¡Hey, hey hey!

¿Nueva por el fic? uwu espero que te haya gustado el primer capítulo, se agradece que me lean <3

Summer Nights || Lee Felix || Stray Kids ¡Publicado En Físico!Where stories live. Discover now