VI

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Los sonoros gritos del alumnado retumbaban haciendo eco por todo el campus.

2 - 2

Todo o nada.O eso exclamaba Scott, porque de Futbol soy una ignorante.

Al parecer se enfrentabas los "BEAVERS" de Gofito contra los "GOBLINS" de "Doncaster School". Pero gracias a las infinitas habilidades subdesarrolladas de los "BEAVERS", llevábamos ventaja. Tan sólo un par de minutos más, y el arbitro determinaría al victorioso ganador, de no ser posible un touchdawn más, se declararía empate. Los espectadores se dispusieron a levantar su enorme trasero de las gradas para explotar en gritos, abucheos, silbidos y algunas exclamaciones para apoyar a su equipo. Tan pronto como esto sucedió, el jugador "#2" logró tomar entre sus brazos el peculiar balón y correr a la victoria.

Un minuto restante.

Las exclamaciones de Scott penetraban mis oídos, dejándome ensordecida. De saber que esto ocurriría jamás hubiera aceptado la exquisita propuesta para ver la jugada escolar.

La multitud seguía gritando cada vez más fuerte.

Medio minuto.

¡Corre! ¡Esquiva! ¡Corre! ¡Brinca! ¡Sigue corriendo! Ésas y algunas más resonaban.

¡TOUCHDAWN!

Los jugadores corrieron hacia el jugador "#2" para festejar la victoria. Lo rodearon en furtivos abrazos para después cargarlo. Por acto de reflejo el alumnado bajó de las gradas para unirse al pequeño festejo. Un dorso desnudo me rodeo en un furtivo abrazo de oso. Scott.

— ¡Ganamos, Alice! —  Por alguna extraña razón no me molestaba tener cercas al ojimiel.

— Eh, ¿Y eso en qué nos beneficia? —  hice un ademán para separarme de él.

—  ¡En una Mierda! ¡Tenemos fiesta!

¿Fiesta? ¿Tenemos? Éso me suena a manada. Alice Green nunca ha ido y nunca irá a una fiesta de instituto.

[***]

Mis pulmones no dejaban de joderme cada par de minuto. Mi tos y mis jadeos eran amortiguados por la resonante música que emitían las bocinas por doquier. El olor a cigarrillo, comida, sudor, alcohol, e inclusive orina era lo que impregnaba aquel lugar sofocado y obscuro, únicamente iluminado por algunas lucecillas sobre el césped, luces neón  y una que otra esfera para disco. La inmensa “casa” contenía por lo menos todo el instituto y otros cuantos, sin contar a lo colados ya ebrios. Gente liándose por doquier, sobre el césped, la piscina, la cocina, e incluso detrás de unos arbustos donde un trio orinaba sin pudor.

Repugnante.

Ahogué un grito cuando alguien intentó llevarme por la cintura.

—     Idiota — Masculló el rubio seguido de un golpe bien propinado en el rostro de aquel chico desconocido y colocado, cayendo por consecuencia cayendo sobre la madera pulida. — ¿Estás bien? — El ojimiel tomó entre sus manos mi rostro e inspeccionó detalladamente algún indicio de agresión, a lo que asentí. Suspiró pesadamente. — Mantente cercas de mí.

—     Bien —

No sé cómo pero Scott se las ingenió para convencer a mamá de traerme a la fiesta. Tomo mi mano y me guió por el mar de personas alcoholizadas. Llevábamos aproximadamente diez minutos andando y no dábamos fin. Divisé una barra, supuse era donde pedían sus bebidas, toqué su hombro y señalé la barra, a lo que el asintió, me arrastró hacia la barra y tomamos asiento en unos de los taburetes y él se encargó de pedir la orden a un hombre tras la barra, el “barman”, minutos más tarde llegó con las bebidas.

Al otro lado del cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora