XIV

296 23 4
                                    

La tención sobraba siendo notable en mi pequeña habitación. A medida que pasaba el tiempo, haciéndose eterno, las esperanzas eran diminutivas.  Su mirada era raptada por algún punto fijo, su semblante no era más que un enigma. Podía sentir la radiación de confusión y coraje tras su mirada, o eso creía percibir. Notaba cómo cada parte de sus músculos era tensado, sus hermosos ojos verdes ya rojos, opacaban su anterior sonrisa. Tras varios minutos había logrado pronunciar un “no” como única respuesta.

—     No— nuevamente podía escuchar  como su voz se entrecortaba a medida que trataba de hablar con un nudo en la garganta, mismo que se oponía a dejarlo transmitir me cualquier respuesta. Comenzó a negar desesperadamente, girando su obstinada cabeza una y otra vez, de un lado a otro.

No podía negarme, comenzaba a crecer en mí un sentimiento de impotencia y curiosidad por conocer el qué. Su boca se abrió para emitir respuesta, pero al no encontrar respuesta alguna, se dignó a cerrarla de nuevo. Esta vez su mirada  escaneaba mi pequeña anatomía, era consciente que trataba de buscar indicio alguno. Sus delgados labios rojizos comenzaron a secarse, razón por la cual se limitó a humedecerlos detenidamente. Acto seguido presencié una escena de nervios. Scott comenzó a jalar de sus cabellos desesperadamente mientras el sudor corría por su frente, limitándose a ser secado por sus temblorosas faringes. No sabía qué hacer, traté de tomar sus brazos, pero el inmediatamente se alejó.

—     Scott— mi voz sonaba ronca y rasposa. Un nudo en mi garganta comenzaba a formarse, mi vista fue nublada a medida que las lágrimas comenzaban a instalarse. Mi cabeza cayó esperando respuesta, sabía lo que venía, sabía que era ahora cuando él se marcharía. Mis hombros cayeron ocultándome, haciendo ver la pequeña niña boba y cobarde que era. Giré mi cuerpo ofreciéndole la espalda y la oportunidad de dejarlo ir. Esperaba escuchar la puerta siendo azotada, pero a cambio de aquello obtuve una respuesta más cálida a la esperada. Unos furtivos y voluptuosos brazos rodearon mi anatomía, haciéndome sentir protegida. Como acto de reflejo, sentí estremecerme, recosté mi cabeza sobre su pecho. Podía escuchar los sonoros latidos acelerados de su corazón. Por su parte se limitó a recostar su barbilla sobre mi cabeza ahora completamente calva, para después balancearme junto a él.

—     Lo siento. Es solo que…— su voz era aún más rasposa. Su solo balbuceo me decía que estaba más que nervioso, una descabellada idea cruzó por mi mente, diciéndome que  tal vez estaba  preocupado— no entiendo… cómo, tú deberías… es solo que yo nunca… nada era claro— un solo asentimiento fue suficiente para hacerlo callar. Lagrimas corrían por mis mejillas, igualando las suyas. Unos sollozos salieron inesperadamente de mi garganta. Era ahora cuando debía parar, pero por alguna razón ningún otro lugar me pareció más reconfortante que los cálidos brazos de mi mejor amigo.

—     Te quiero, Scott. Gracias por quedarte.

—     ¿Lo dudabas? — en un movimiento me incorporé sobre la alcoba, obligándolo a detener aquel leve balanceo. Ahuecando entre sus manos mi rostro, miró mis ojos, penetrándome con ella. Asentí— Temía—algo en su mirada lagrimosa me incitó a seguir hablando­— La primera vez que le conté a Penn sobre… esto, ella solo se fue.

Al otro lado del cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora