XI

250 18 3
                                    

—Corta eso—Llevaba alrededor de treinta minutos desde mi llegada a la casa de los  “Hudson”, y mi teléfono no había parado de sonar en una fracción de hora. Según el identificador era mi madre, era de esperarse. A Jace le molestaba el sonido que emitía éste  y me había pedido ya un par de veces que lo apagara. Contesté un par de llamadas pero todo lo que escuchaba eran murmuros y después nada. Había envíado varios mensajes a mamá y Charlie, pero no estaba segura si se habían enviado correctamente— toma.

Tomé entre mis manos una caliente e humeante taza de chocolate que, personalmente, Hendrika, la cocinera personal, había preparado para nosotros. Pero Jace se negó a tomar chocolate y prefirió café. Cabezota.—Gracias— Tomé un sorbo de aquel exquisito y deleitoso líquido. Estaba sabroso.

 —   ¿Qué te gusta hacer? — la pregunta me había tomado desprevenida, por lo que no pude contestar otra cosa.

—   Leer.

—   ¿Leer? — la brusquedad de sus palabras me hicieron dudar si lo había tomado desprevenido o aquello le parecía… repugnante. Así que sólo asentí. — predecible. ¿Qué te gusta leer?

—   Novelas, cuentos, poemas, historia de terror, leyendas, de todo. Casi. He leído muchos libros estas últimas semanas— Sabía que aquello no era de importancia, pero por alguna razón quería que él lo supiera— ¿Y tú, Jace? ¿Qué haz leído?

—   ¿Leer? Para nada. Sólo he leído un libro en mi vida. Eso no me llena.

—   ¿No te llena? ¿De qué hablas? — Sabía su respuesta a ciencia cierta pero quería mantener una conversación con él.

 —   Ya sabes. Pertenezco al equipo de Futbol americano, no me interesa para nada leer — De mÍ sólo pudo salir una palabra artÍcula. Me parecía entendible que él pensara de aquella manera.

—   ¿Qué libro has leído?

 —   Nada interesante. Era la temática de vampiros y cazadores. No recuerdo el titulo— claro. Era de esperarse de un chico— Y algunos cuentos infantiles— ¿Cuentos infantiles? — No preguntes. ¿Quieres una manta? — No la necesitaba, e iba a responder de inmediato un “no” como respuesta, pero una parte de mí quería saber a qué olían las mantas de “Jace Hudson”, así que sólo asentí. Se apresuró a tomar un par de ellas de un armario junto a su cama— toma— tome entre mis manos la manta y no faltÓ tener que acercarla a mi afinada nariz, un olor delicioso a perfume de hombre inundó mis fosas nasales. Varonil, como había predicho.

Después de la tormenta, como había dicho, fui a casa. Al entrar siquiera a la sala de estar, encontré a un Charlie abrazando a mamá. Ella lloraba descontroladamente. Jace bajó de su coche y se disculpó con los dos, pero eso no fue todo, mamá me castigó, de nuevo. Lo peor del caso es que ya había estado castigada, y ese castigo incrementó. Pero Charlie convenció a mamá de otorgarme mi móvil para justificar algún otro incidente.

No había podido dormir toda la noche. Una llamada irrumpió mi sueño, tome el móvil si ver el identificador, para mi gran sorpresa, era Jace.

—Siento despertarte— por unos segundos me quede atónica. No encontraba palabras para expresar mi sorpresa. ¿Qué hacía Jace llamando a las 2:34 de la madrugada?

—Descuida— estaba segura a qué grado de estúpidez sonaba mi voz, al igual que la suya se encontraba ronca, era obvio que me había despertado, pero no se lo dije.

Estuvimos charlando por más de cuarenta minutos. Dijo que se encontraba en un bar cercas de casa. Prometió que vendría, y lo esperé. Pero nunca llegó. Traté de repetirme que seguro se encontraba ebrio o con más compañía, y que ya no recordaría mi dirección antes mencionada. Pero aun así seguí sin poder dormir.

Para la mañana no podía despertarme, estaba dudando en ir al instituto. Pero me levanté. Unas ojeras espantosas acompañaban mi rostro, haciéndome ver más pálida de lo normal. Mis labios estaban partidos y sin color, cabello seguía cayendo, cada vez tenía menos, y unos morados abarcaban mis piernas. Mis piernas dolían bastante,  mi cuello aún más. Y eso no era todo, parte de mi ceja había desaparecido.

Espantoso.

—   Hola— Había olvidado a mi mejor amigo. Había olvidado que seguía enfadada con él. Pero no había razón para estarlo, porque aún no le había contado sobre mí.

—   Hola— mi voz sonaba en un delicado murmuro.

—   Lo siento— Sonaba arrepentido, pero no tenía por qué estarlo. Negué.

—   Descuida. No tenía por qué actuar así.

—   No, no. Lo siento. Siento no haberte dicho nada antes. Bueno, no lo haré ahora. Pero siento que pensaras que no confío en ti,  créeme lo hago, pero hay cosas que no puedo decírtelas, no ahora. ¿Crees poder esperar un poco más?

—   Lo que sea necesario— Le ofrecí una sonrisa y él me la recompensó aún mejor. Él de verdad sonaba arrepentido.

—   Eso suena bien, porque quería invitarte a una fiesta.

—   Oh, no, no. Ya no iré a una fiesta contigo, Scott. La última vez que fuimos juntos todo terminó mal— Y lo era, a excepción de que conocí a un chico atractivo.

—   Vamos, esto será distinto. Tocaré yo.

—   ¿Tú tocas? — La versión de Scott tocando frente a cientos de personas me había hecho reír. Provocando una mueca de indignación por parte suya— vaya, esa faceta tuya no me la sabía.

—   Deberías escucharme. Toco la guitarra, y la toco bien— sus palabras con doble sentido habían hecho tornar mis mejillas a un color carmecí— ¿Vienes?

Esperaba no arrepentirme más tarde. Bueno, tampoco era como si fuera a salir con alguien más. Scott era mi amigo, y era homosexual, y… No saldríamos, sólo iríamos a una fiesta, ¿No?

_____________________________________________________________________

LAMENTO SI LAS ABURRO, EL PRÓXIMO SERÁ MEJOR, SE LOS PROMETO.

- Nubia Laurent.

Al otro lado del cieloWhere stories live. Discover now