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Tras haber pasado un largo tiempo en silencio sepulcral emanado entre las dos siluetas montadas en el vehículo, Alice se había limitado a cambiar de emisora en la pequeña radio del mismo. El nerviosismo estaba a flor de piel, y el chico sólo se abstenía a apretar los puños en el volante. Cada cierto tiempo aceleraba la velocidad, causando así, terror en la pequeña anatomía de copiloto, al grado de perder los estribos.

Sabía que tenía que llevarla a casa, o algún lugar donde la temperatura fuera más elevada y cálida. La tormenta aún seguía y la chica no había articulado palabra alguna, y no lo haría sólo para decirle la dirección de casa.

Un alocado pero considerado pensamiento cruzó por su mente. Sabía que no era lo correcto, pero era lo más seguro, por lo menos hasta que la tormenta disminuyera y los pequeños arroyos dieran paso a su camino.

Un rápido vistazo fue echado hacia la chica, sólo para cerciorarse que siguiera recostada. Un sentimiento le apretujó el estómago cuando se percató que la chica comenzaba a dormirse, a decir verdad, le pareció que fuera un ángel quien estaba descansando. Algunos pequeños mechones cubrían parte de su rostro, tenía los ojos perfectamente cerrados y sus perfectos labios rosados se encontraban entreabiertos. Se maldijo por haber pensado de aquella manera y trató de reprimir una sonrisa en el acto.

Aún no podía creer que la chica hubiera aceptado su invitación a llevarla. Había notado toda angustia en su mirada, sabía a ciencia cierta que la chica no estaba del todo convencida cuando le dio la respuesta, sabía que había algo más. Tal vez el simple hecho de haber escapado con un desconocido le parecía inseguro. Era justo ahora donde se arrepentía de haberla traído a ése lugar.

—Eh— comenzó a remover su brazo con el fin de despertarla. Por un momento sintió culpa por arrancarle las posibilidades de descansar— hemos llegado— como acto de inercia la chica se removió en su lugar hasta quedar sentada sobre el asiento de cuero.

—     ¿Dónde estamos? — su voz salía en un pequeño y agudo sonido, una emoción le asaltó cuando la chica restregó sus ojos y trato de acomodar su pequeño gorro grisáceo, mismo fallido, pero se abstuvo a mirarla con desdén y dedicarle una pequeña sonrisa.

—     Mi casa— antes de recibir un reproche como respuesta, quitó el cinturón de seguridad y a paso veloz bajo del auto para después rodearlo y abrir la puerta de copiloto— te gustará.

La confusión cruzaba las facciones de la chica, no sabía qué hacía ahí, ni siquiera era su casa, pero a ella no le importaba si se trataba de pasar tiempo con él. Aunque sonara extraño, a ella le interesaba más aún el conocer y saber más acerca del chico.

 Un pequeño salto de sorpresa le invadió cuando un señor con traje obscuro subió al coche y lo trasladó a otro lugar. Ni siquiera se había percatado que las llaves seguían pegadas, lo que causo una pequeña risa de su acompañante.

Girando sobre sus talones, se percató del inmenso jardín verde que los rodeaba. Estaba segura que aquello abarcaba más que el triple de su departamento. Una fuente adornaba poco más cercas de lo que parecía los amplios escalones que los llevaban hasta la entrada. En césped se encontraba recién cortado, diversas florecillas, arbustos, árboles y unos caminos de piedra, eran los que adornaban aquel jardín. A lo lejos se podía distinguir una inmensa alberca.

A Alice le pareció familiar aquel lugar, pero le pareció aún más absurdo reconocerlo a sabiendas que nunca estuvo ahí.

—Al— la ronca voz de Jace le sacó de sus pensamientos y por una vez, le pareció un tanto seductor la manera con la que sus iniciales eran mencionadas. Pero lo que más le llamó la atención, fue el haberla llamado así, nadie lo hacía.

Al otro lado del cieloWhere stories live. Discover now