XII

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"Hacia tiempo que me había permitido no privarme de los pequeños momentos que me ofrece la vida, nunca sabes cuándo se irán, pero definitivamente nunca regresarán"

Mal, muy mal.

—     ¿Es una broma, cierto?

Me veía espantosa.  Llevaba una fracción de hora viendo mi aspecto detrás de un espejo. Me atrevía a decir que mi reflejo no era el mejor.

—     Te vez fabulosa. Mírate, estás radiante— ella debía estar mintiendo.

Había pasado la noche anterior y parte de la mañana, suplicándole a mamá que me dejara salir con Sott, -me refiero a nuestra “salida de amigos”, sólo eso, no sé ni si quiera por qué me preocupaba tanto es aquello-  pero ella se aferraba a un terrible  “no” como respuesta, inclusive llamó a Charlie como único respaldo, y él –como siempre- acudió a casa tan pronto mamá se lo pidió. Me había ido a la alcoba con tanta ansiedad, de verdad quería ver cómo tocaba mi  mejor –y único- amigo. Quiero decir, no siempre tienes la oportunidad de ver a tu mejor amigo tocando.

Como era de esperarse no pude conciliar el sueño y caer por fin en los cálidos brazos de Morfeo. Cuando apenas había podido dormir, mamá se atrevió a romper mi privacidad entrando a mi habitación si quiera pedir permiso, y sin más retiró las sabanas anteriormente tapando mi rostro por completo.

 Lo había olvidado, como todos los sábados, tenía una visita pendiente con el Dr. Shbosky y la Dra. Grace.

Fue una equivocación permitir las horrorosas pláticas de la Dra. Grace sobre mi estado de ánimo y mis cambios de humor, aún más después de mi anterior visita. Lo peor fue dejar que el Dr. Shbosky me hablara como niña pequeña mientras revisaba mi rostro.

—     ¿Has tenido hemorragias, pequeñita? — su pregunta me tomo desprevenida, así que sólo contesté.

—     Sólo una.

No quería que mamá se enterase, temía que me negara ir con Scott, que hasta ése momento no había vuelto a tocar el tema. Las muecas del Dr. Shbosky me alteraban aún más, me ponían nerviosa, pero traté de convencerme que sólo era por lo antes pronunciado.

—     ¿Entonces? — pregunté mientras bajaba el volumen de la radio del coche. Traté de regalarle una de mis mejores sonrisas, más sólo salió una mueca. Tras varios segundos obtuve un “Sí” como respuesta, seguida una sonrisa.

Lo había olvidado, después de salir del consultorio de la Dra. Grace, le pedí que convenciera a mamá de dejarme probar la libertad que tanto quería, regalándome un giño, me prometió que lo intentaría, pero a cambio tenía que llamarle después de mi tan esperada salida. Cotilla.

Sin más, le pidió a mamá quien ahora fuera la que pasara, tardaron más de lo esperado, vamos, sólo tenía que decirle “Alice necesita esto”, eso es todo,  no entiendo el porqué de su demora.

 Lo que acaparó mi atención por completo, eran los ojos rojos de mamá, ella moqueaba y habló poco. Me aterraba la sola idea de pensar en qué fue lo que finalmente hablaron.

Y aquí estaba ahora, justo frente al espejo de mi habitación, con mamá  tratando de convencerme que me veía “genial”. Tal vez era una mala idea acompañar a Scott. Pero, ¿Cómo resistirme a ésos ojos verdes tratando de convencerme que fuera? Aquella sonrisa radiante con un prolijo maravillosamente blanco, aquellos hoyuelos y su cabello rubio… Mierda Alice. Es tu amigo. Me abofetee mentalmente por pensar de aquella manera. Instantáneamente Jace vino a mi mente dejando en segundo plano a Scott.

Al otro lado del cieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora