XIIV

403 29 12
                                    

Un espantoso ruido me despertó. Las frías sábanas cubrían parte de mi anatomía, dando un roce cálido de lo que deberían ser mis mañanas, más no lo era. Un diminuto destello de luz entraba por alguna parte de la sofocada habitación, aterrizando finalmente sobre mi rostro. Sudores brotaban por mi frente, corriendo por mi malar, descendiendo por mi mentón y cayendo finalmente por mi gollete.
Me encontraba de alguna manera inmovilizado. Podía percibir a través de mis fosas nasales un peculiar olor ya familiar, cigarrillo y alcohol matutino. A pesar de mi malestar, Intenté abrir mis ojos, dando lugar a un paisaje jamás esperado.

No tenía la menor puta idea de dónde me encontraba, cualquiera que fuese mi paradero, tendría que haber acabado acostándome con aquella morena cernida a mi costado. ¿Que cómo había acabado ahí? No tenía la menor idea, solo esperaba haber tenido la decencia de haber usado un preservativo y mantener mi lindo trasero libre de ETS.
Rodé sobre las sábanas, más un dolor me obligó a no ceder. Repetidas veces, mientras iniciaba mi huida, me había dejado claro que nunca se volvería a repetir.

— Joven, Hudson— saludó Monique, la recepcionista del hotel de mi padre— El señor Hudson le está esperando en su oficina.

Pase por alto cada murmuro que hacían sobre mi aspecto. Solo esperaba no tener que encontrarme con la misma escena de siempre; él con alguna de sus múltiples secretarías al borde del coito. Ignoraba su manera de pasar el rato al darse placer, pero me era imposible ignorar la sola idea de que él mantuviera relaciones sexuales con otras zorras que no fuesen mi madre, aprovechando que ella era totalmente ajena a los “asuntos” que mi padre trataba fuera de casa.

— ¿Te han enseñado a tocar las puertas antes de entrar? — Su fuerte y ronca voz demandó. Con un impecable traje de marca y corbata a juego se encontraba sentado sobre su inmenso escritorio de madera pulida frente al gran ventanal— llegas tarde, y además apestas, ¿Qué es eso? ¿Alcohol? Debes estar bromeado— podía percibir el odio en sus palabras. Sus entradas ya canosas eran notables desde lejos, pareciera como si no lo hubiese visto en años, eso sin tomar en cuenta que eran escasas los días que aparecía por aquí.

—Tenía unos asuntos que resolver, te recuerdo que tengo una vida social fuera de esto— señalé los alrededores. A decir verdad, estaba en lo cierto, mi cabeza amenazaba con estallar, la resaca hacía presencia y apostaba que el olor se impregnaba por donde cruzase.

—Será mejor que dejes tus malditos asuntos y hagas tu trabajo— ¿Quién se creía para sentenciarme y desde cuándo le debía explicaciones de lo que hacía? — Te recuerdo que sigo siendo yo el presidente de esto—imitó mis gestos—Así que te sugiero que sigas mis órdenes y la acates, eso si no quieres terminar como el bueno para nada de Scott.

El presidente de “Hudson Hotel S.C Inc.”

 — ¿Es que siempre tienes que meterle en esto? Creo que es momento de que madure, Señor Hudson— reté, maldita seas, Roger Hudson. A la mierda con sus malditas órdenes, a la mierda con su maldita empresa, a la… ¡Al!



Tic, tac.

Resonaba repetidas veces.

Tic, tac, tic, tac.

Una y otra, y otra vez más eran forzadas las manecillas del inmenso reloj frente a mí.

¿Qué sucedía con Jace? Tal vez Scott tenía razón, él finalmente no llegaría, se olvidaría de “esto” y nunca llegaría a “esto”, porque para él nunca hay “esto”, o eso decía Scott, y de no ser así,  ¿Qué era “esto”? ¿Era “esto” siquiera algo significante para él? “Esto” debía ser una broma, una maldita broma. Era solo que me atenía a la idea de pensar que tal vez se había retrasado.

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Dec 09, 2014 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

Al otro lado del cieloWhere stories live. Discover now