La Cena

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  Louisa jamás se había sentido tan indecisa sobre que ropa vestir para su amado rey encantador. No quería que esta noche fuese evidente el que quisiese verse más adulta, pero tampoco esperaba lucir como una niña, la situación la hacía acomplejarse aún más de lo que ya se encontraba. 

— ¿Me prestas tu aceite? Ese, el de argan.  

  Había cerrado la puerta de su cuarto con llave pero no esperaba que Emma, su hermana, invadiera su privacidad a través del balcón que conectaba las dos habitaciones de las gemelas. 

— ¡Largo! —Le gritó, dando un salto de la cama para luego correr y cerrar las cortinas del gran ventanal— ¡Existe una puerta, respétala!

— Uy, que ruda —Respondió entre risas mientras cepillaba su cabello, a través de la ventana observaba la silueta de su gemela cerrando con llave el balcón— No se por qué tan misteriosa, como si no supiera lo que haces.

  Dando pequeños saltos la jovencita volvió a su cuarto y encendió los parlantes para ponerse a bailar, Louisa suspiró aliviada al escuchar la música al otro lado de la pared. Ella sentía que su hermana no estaba preparada para saber la verdad, era muy inocente y este tipo de cosas quizás podrían traumarla, no quería dejar de ser la hermana responsable ante Emma. Además, no podía confiar. La quería muchísimo, pero Emma era especial, la consideraba un poco torpe y sin lugar a dudas alguien con la boca floja; no dudaría en contarle todo a sus padres ni bien lo supiese.

  Con ambas manos sobre su cintura observó algunas de las prendas que había comprado, todas extendidas sobre la colcha de su cama. Una de ellas había ganado definitivamente, al tomarla entre sus brazos se arrepintió de haber gastado su dinero en comprar los otros conjuntos, no le había pedido nada a sus padres para no llamar la atención, menos a su maestro; todo lo gastado había salido de sus propios ahorros, hace tiempo que esperaba un momento así y no escatimo en compras, recordó por un segundo el atraco que había planeado junto con su amigo. 

  En la mesa baja, contigua a la cama, se encontraban los planos para el robo a la mafia de los Masayoshi, se quedarían solo esta noche para descansar y al día siguiente partirían de nuevo hacía su destino en los Estados Unidos. Quizás había descubierto un talento oculto en Matsuo, su plan estaba muy bien elaborado y parecía conocer mucho sobre aquella organización pero, y Louisa lo lamentaba por él, su férreo amor platónico la había invitado a una cena justo esa misma noche. Siquiera lo pensó, hoy no iría a robar nada, era ridículo considerarlo, Adrien Agreste era más valioso que cualquier reliquia antigua que esa tonta mafia transportara; pensó en pedirle unas sinceras disculpas a Matsuo al día siguiente, ya podría compensarlo con alguna otra cosa rara que se le ocurriese. 

  Todo era esplendido y sereno en la mansión Agreste

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  Todo era esplendido y sereno en la mansión Agreste. Las melodiosas piezas de Niccoló Paganini invadían el ambiente junto con el exquisito aroma de los platillos sobre la mesa, sin embargo, muy para el pesar del anfitrión, algo no estaba bien. No sabía con exactitud de donde provenía su malestar, caminaba por los pasillos que conectaban al gran salón intentado distraerse con un libro al cuál poca atención le había prestado. 

LouisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora