PLUS: La otra cara del Final

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  Semana Santa había llegado tan rápido, parecía que cada año era más corto. Emma estiró sus brazos por encima de su cabeza y dió media vuelta para estar de cara a su mesa de noche. El despertador aún no había sonado pero de igual forma ella casi ni lo necesitaba, su reloj biológico era bastante exacto y más aún si tenía un motivo especial para levantarse. 

  El amanecer aún no había comenzado su lento desplazamiento por el cielo nocturno, el viento que chocaba sobre las copas de los árboles creaban una sinfonía de calma hipnotizante. La chimenea al otro extremo de la habitación chispeó un par de veces haciendo notar su existencia, quizás queriéndose llevar el crédito por el agradable clima que envolvía al cuarto. La dueña de la casa se puso de rodillas sobre la cama y bostezó sin abrir los ojos, se apartó un poco el cabello de la cara y se acercó a su esposo quien aún dormía plácidamente. 

— Hey, bebe, cariño... —Con la paciencia y ternura maternal que ya instintivamente tenían las manos de Emma, peinó suavemente el cabello del hombre con las manos esperando que este se despertarse con su tacto— ya es hora de despertarse.

  Adrien abrió los ojos parcialmente y en la apenas iluminada habitación vio entre sombras el rostro de su querida amada, su serena presencia y aroma lo llenaron de tranquilidad. Siempre que despertaba de un sueño profundo su corazón, aunque bien lo ocultaba, latía ligeramente acelerado mientras intentaba recordar en dónde y con quien estaba. La mayor parte de su vida no había sido ciertamente serena, muchas veces a su mente llegaban invasivos recuerdos negativos o miedos en forma de sueños; esto había llegado a ser bastante incómodo años atrás, pero ahora simplemente esas sensaciones y malestares se desvanecían al instante cuando divisaba ligeramente a su pareja o a sus hijos. Adrien sonrió y volvió a cerrar los ojos, su expresión lentamente volvió a teñirse con la serenidad de alguien dormido.

— No escuché el despertador...

  Emma rodó los ojos al escucharlo, apartó el acolchado y se arrastró por la cama hacia el extremo opuesto, allí tomó el despertador y adelantó desde las manecillas traseras del reloj los escasos minutos que quedaban haciendo sonar la alarma. El vibrante, seco y llamativo sonido de las campanas hicieron que Adrien abandonara su ensueño al instante, él volteó a ver a su esposa con el ceño fruncido.

— Hiciste trampa. 

  El hombre se quejó mientras frotaba sus ojos con una mano. La habitación parecía estar ligeramente más iluminada que antes, aún así mantenía una oscuridad agradable para la calma visual de alguien que recién se despertaba.

— Vamos, anda, levantate.

  Acompañando sus palabras, Emma abandonó la cama y fue directo a abrir las persianas de cada una de las ventanas de la habitación dejándola totalmente iluminada. Como si se tratase de un hechizo, el poco sueño que la influenciaba a arrastrar los pies se desvaneció al recibir los primeros y lejanos rayos del amanecer. No teniendo excusas y ya tampoco sueño Adrien tomó asiento sobre la cama y estiró su cuello con la mano. 

— ¿Como puedes tener tanta energía? —Se quejó pero igual que Emma se levantó, lo primero que hizo fue acercarse a ella quien estaba de espaldas atando los listones de las cortinas para apartarlas en los extremos— ¿Tanto así quieres que me vaya?

  Adrien la abrazó por la espalda y besó su cuello un par de veces, ella comenzó a reír y lo apartó juguetonamente. Al tenerlo de frente apretó los cachetes del rubio con las manos y permaneció unos segundo observándolo; sus ojos eran como esmeraldas tornasoladas cuándo las primeras luces del día caían sobre ellos, de cerca pudo notar sus ojeras por haberse quedado hasta tarde ayudando a Adam con sus estudios y en sus manos sentía el tacto de la naciente barba del hombre.

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⏰ Última actualización: Apr 11, 2020 ⏰

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