El rey y el alfil.

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  Emma había esperado con ansías conocer al padre de los gemelos de su hermana, sí, aún se encontraba preocupada por Louisa pero aquello no suplía su inmensa intriga. Si había algo que sabía sobre el misterioso hombre, era que él había sido el responsable de que su gemela volviese a casa, salvándole del tortuoso y poco mencionado secuestro. También, hasta hace un par de horas, daba por hecho que el prometido de Louisa permanecía aún en Inglaterra, habiendo dejado que ella viaje sola para encontrarse con su familia.

  Después de haber descubierto la primer mentira en las explicaciones de su gemela, Emma estaba segura de que solo había encontrado la punta de un gran iceberg. No se encontraba ofendida, en absoluto, pues comprendía que Louisa había encontrado esa forma para lidiar con todo lo sucedido. 

  La mayor de sus dudas con respecto al sujeto que pronto vería en la sala de maternidad, recaía en si era una desesperada relación producto del anhelo de libertad en su hermana, o si aquello  era verdadero amor nacido en las peores circunstancias. 

  Caminando recto por el pasillo había divisado a un delgado hombre de negro cabello, esta persona era de aparente nacionalidad china, Emma se levanto del asiento y sacudió por inercia  sus pantalones esperando quitarle el exceso de arrugas; dispuso su boca a llamarlo ya que, en su imaginario, el ingresante daba con el perfil. Aquello solo quedó en un amague. Volvió a sentarse cuándo presenció al hombre tener compañía esperándolo en la sala, un probable suegro y cuñada ajenos a su dilema familiar.

  Una vez más se puso de pie en cuánto escuchó unas rápidas pisadas avanzando hacía maternidad con apuro, esta vez estaba segura que sería el padre de sus sobrinos. Emma sonrió pues, independientemente de que tipo de persona fuese era un hombre ansioso por el parto de su pareja, parto que estaba por concluir según una de las enfermeras a las que Emma acosó con preguntas ni bien asomó la puerta. 

  Louisa se encontraba estable, a pesar de ser un parto de emergencia las cosas hasta ahora iban tan bien como el protocolo médico indicaba. El hospital al que debieron recurrir quedaba lejos de su casa, al igual que se encontraba a una distancia considerable de la alquilada casa en la que residía secretamente el prometido de la gemela mayor. 

  Sus miradas se cruzaron, había pasado tiempo pero lo reconoció al instante así como él a ella. 

                                                           ¿Como no pude imaginarlo antes?

  Emma sintió una impotente cólera recorrer su cuerpo, avanzó con velocidad hacía él esperando decirle tantas cosas que aún no había formulado a oraciones. Adrien, tan desaliñado como preocupado por el estado de Louisa, se detuvo en seco frente a su cuñada cediendo sumisión a lo que esta dictaminase. 

  — Si, lo sé, Emma, lo sé. Me odias, y con toda razón, pero dime por favor si Louisa se encuentra bien, te lo suplico. 

  La joven ardiente en rabia tomó el cuello del saco que traía puesto el rubio hombre, a la par que contrajo la tela entre sus dedos evitó mirar los ojos de Adrien, aquellos contagiaban una lastimosa compasión. 

— Entonces fuiste tú —Mencionó casi naturalmente, asintiendo a la vez que mordía sus labios— Todos estos años, sí habías sido tú.

  Adrien no opuso resistencia, tampoco la necesitó, pues la joven de coleta frente suyo no ejercía ningún daño sobre él con tal agarre.

— No sé que estarás pensando, pero yo no la secuestré. Juro que no escapé con Louisa, en verdad necesito saber si ellos están bien, solo dime si sabes algo. Luego llama a la policía, pero esto es más importante.

— Todos estos años creí que yo fui la culpable, siempre... —Negó con la cabeza, soltó ambas solapas del traje como si estas quemaran y peinó su flequillo hacía atrás— Yo pensaba que fue mi culpa por haberme tomado la fantasía de mi hermana con humor, como si fuese una broma, siendo que Louisa lo veía como algo serio. Me dije cada noche, tras noche,tras noche "Si la hubieses parado, a ella no se le habría roto el corazón." Me dije "Una buena hermana debía hacerla entrar en razón, que ese hombre jamás la miraría como ella deseaba, no burlarse, no ignorarlo." 

  Agreste la miró extrañado, sabía que las cosas no concluirían favorables para él pero aún así no entendía hacía donde se dirigía Emma con sus palabras. 

— Podría haber hecho tantas cosas... Podría haber dicho tantas otras, y quizás, muy probablemente, Louisa no se habría fijado en Adrien Agreste, un hombre que solo la veía como lo que era, una niña. Entonces no habría escapado de casa para hacer quien sabe que estupidez... Esa culpa, no sabes lo que dolió cargar con esa culpa tantos años, sintiendo que consumía mi alma... ¡Hasta llegué a defenderte! Tu no tenías la culpa, solo rechazaste a mi hermana, era una niña ¿No? Siempre creí eso, pero... ¿De verdad..?      

  Ahora entendía lo que Emma proyectaba, aquello era mucho más doloroso que cualquier hiriente insulto hacía él o a su ya ausente familia. Esperaba cualquier cosa, menos que alguien se decepcionara de él, no creía conservar una imagen que pudiese caer aún más bajo. A pesar de todas las evidentes pruebas contra su persona a lo largo de estos años, una Couffaine había cargado con el peso de su culpa como si fuese de ella; esa nueva perspectiva de las cosas solo traía consigo una nueva forma de afligirse por su pasado.  

— Todo este tiempo, ella tenía razón. A ti sí te interesaba, si le diste malditas esperanzas para... ¿Para que diablos? ¡Era una jodida niña! ¡Aún lo es al lado tuyo! ¿Acaso era un juego? No, no lo era, si bien que serás padre, solo eres un miserable rob... —Emma podía continuar, tenía tanto por decir que si la situación fuese menester seguiría argumentando hasta la partida del sol el asco que le generaba verlo frente a ella, y siendo el padre de sus sobrinos. Aún así se detuvo, ella no podía hacer nada por ahora, se dirigió al dispenser por un vaso con agua, luego vencida, se sentó— Louisa está bien, creo que aún está en trabajo de parto... 

— Gracias... 

  Adrien suspiró agotado, dejó caer su cuerpo sentándose sobre sus cuclillas en la actual vacía sala. No se defendió, no lo merecía luego de tantas verdades, alzó la vista, más no la cabeza, al escuchar de nuevo la voz de Emma.

— Ja, sabes... ¿Sabes que me dijo mi hermana en la ambulancia? Podía rezar, podía quejarse, o decirme que me quede a su lado, pero no; ella gastó sus fuerzas en dejarme claro que, opine lo que opine de ti, te deje verla a ella y a sus hijos...

  Él guardó silencio, aquello era algo que esperaba de su amada princesa pero denotaba, muy tristemente para su gemela, que las prioridades de Louisa diferían con las de sus seres amados.

— Yo... Simplemente te odio, no vas a cambiar eso —La joven se levantó y partió hacía el pasillo— Cuándo la veas dile que no me fui, que estoy afuera.

  No iba a arruinar todo el amor que sentía hacía su hermana por el asco que sentía hacía Adrien, Emma creyó ser mejor que unas cuántas emociones negativas. Se sentó al pie de las escaleras en la entrada frontal del hospital, el viento que se escurría entre las columnas calmaban un poco sus tensos nervios. Sacó del bolso un paquete de Benson & Hedges para sosegar su ansiedad, mientras lo sostenía en la boca, aún apagado, tomó también el celular y llamó a su madre. 

  Ella se encontraba otra vez entre los secretos de Louisa y su familia, pero ya no tenía doce años, si los prometidos debían resolver este asunto lo harían sin su discreción.             


        

LouisaWhere stories live. Discover now