Espejo de espinas.

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  Marinette no podía creer lo que había oído, era una posibilidad tan irracional en su mente que necesitaba verlo por si misma para considerarla totalmente cierta. Manejó todo el recorrido ausente de su entorno, la mente de ella viajaba entre las causalidades que podrían haber guiado a su pequeña hija en las garras de aquel enfermo hombre. 

  Durante gran parte del trayecto hacia el hospital se odio a si misma, pues, mirando en retrospectiva, fue ella quien lo dejó entrar a su vida y por consecuente a la vida de Louisa. No estaba segura de que pensar, a quien culpar o siquiera que iba a hacer exactamente cuándo lo viese frente a ella, pero estaba más que claro para Marinette que lo alejaría de su hija.

  Dentro de su nervioso estado se tomó unos minutos de fingida estabilidad para llamar a su esposo y contarle, obviando el gran detalle de Adrien Agreste, el actual parto de Louisa. Luka tomó la noticia con una entusiasta felicidad, aquella sincera emoción fue envidiada por Marinette quien no la pudo poseer por más de unos segundos hasta que Emma continuó el relato, creyó prudente que su marido ignorara los detalles hasta al menos llegar al hospital. 

  Emma no contestaba las llamadas de su madre, Marinette había quedado con verla en la entrada frontal del establecimiento pero allí no se encontraba. Razonar le era complicado, pero asumió que los gemelos ya habían nacido y, obviamente, su hija menor estaría junto con los nuevos integrantes de la familia. 

  Sintió un malestar recorriéndole el cuerpo, era una amalgama de nauseas y dolor de cabeza. Con los nervios en punta se apoyo sobre una de las columnas del hospital, no pudo evitar pensar que apariencia tendrían esos niños. No, nadie los odiaría luzcan como luzcan, eran inocentes criaturas nacidas en la peor de las situaciones, serían amados por todos sin tener que cargar con los pecados de su padre. 

  Caminó por los pasillos que la guiarían a maternidad con enojo, gran parte de los recuerdos más hermosos de su adolescencia habían sido manchados por el odio que sentía hacia el antiguo héroe de París. Adrien había vivido siempre en su mente, como una lúgubre sombra que atacaba cada día haciéndola sentir inestablemente culpable de cada mal, ahora él había logrado manchar su futuro. Las cosas tratarían sobre él o no serían, Marinette estaba negada a a ese suceso, lidearía con sus nietos de la manera más objetiva posible, pero, aún así, rechazaba la idea de ser pisoteada otra vez por el voraz Adrien Agreste. Esta vez lo arrancaría de su vida para siempre.

  En la sala de espera, luego de haber mencionado reiteradas veces a los empleados su apellido y relación con la paciente, fue citada por una enferma quien la derivó al neonatólogo de una forma muy complaciente. El profesional le explicó que normalmente podría ver a su hija en cuánto uno de los familiares se retirase de la habitación, pero, en este caso particular, ella tenía el acceso permitido por la lamentable noticia. 

  Marinette, alterada por la escasez de información por parte del personal, los increpó. Exigió los detalles del "desafortunado acontecimiento". Guió su mano al pecho tras escuchar el doliente suceso, Louisa debía estar destrozada por la noticia, Marinette se cuestionó si debía entrar a verla o no. Si, era una obligación y necesidad para ambas, no se había enterado cuándo pero la empatía se había superpuesto a su odio, al menos por ahora.  

  Abrió la puerta con nervios, no sabía que esperar ni decir a excepción de consolar a su niña

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  Abrió la puerta con nervios, no sabía que esperar ni decir a excepción de consolar a su niña. Ingresó mirando al suelo, Marinette observó la conocida cama de parto y luego a Louisa en ella, bañada en sus lagrimas. Emma se encontraba su lado, al escuchar el sonido de la puerta volteó a Marinette con pesar en la mirada. No le importó divisar quien se encontraba parado a la izquierda de la cama, sus ojos fueron directo a los brazos de Louisa quien sostenía como un preciado tesoro a su fallecida hija.  

— Yo la maté... —Susurró la joven alzando la vista, su madre corrió hacia ella para abrasarla— Seguro también maté a Adam...

— No mi amor, no es cierto, no es tu culpa —Con cariño quiso consolarla, más no sabía que palabras usar para ello. Adam aún no estaba estable, pero prefirió aliviar un trozo del corazón de Louisa que verla sucumbir a la caótica desesperanza— Adam está bien cariño ¿Si? Hablé con los médicos fuera, él esta impaciente por conocer a su hermosa y fuerte mamá; pero para eso tienes que recomponerte.

  Louisa bajó la mirada para ver a su difunta bebé, Marinette hizo lo mismo y cubrió con su brazo las manos de su hija mayor. La niña era hermosa, una aún rosada criatura de cachetes pomposos y rubia cabellera descansaba eternamente bajo el cuidado de su familia. Emma observó con melancolía la escena, también miró con pesadumbre a Adrien lamentarse al frente suyo; no tenía dudas en que lo odiaba, pero el dolor de perder un hijo debía ser tan inmenso que era menester respetarlo.

  Una de las enfermeras presentes creyó prudente pedir a la bebé, ya era hora de seguir los protocolos necesarios. Louisa se negó, su mirada de pánico dejó titubeante a la enfermera quien sin palabras le pidió ayuda a los familiares de la paciente. 

— Ya es hora hermana... Estará bien, créeme.

  La reciente madre apretaba a la criatura contra su pecho, negándose a retractarse. Marinette se sentó al borde de la cama e intentó, con suaves palabras, hacerle comprender que ya no había vuelta atrás, que el hecho de mantenerla más tiempo junto a ella solo le traería dolor. Louisa tampoco cedió ante aquello, solo comenzó a llorar nuevamente. 

  Adrien, tan lastimado por perdida de la niña como por el estado de su amada prometida, intervino. Acarició la mejilla de Louisa con tristeza, pero también con una cantidad de amor inigualable; ella volteó a su amado rey buscando una mirada de complicidad, esperando que él fuese el héroe que alejaría a esa malvada enfermera de su amada criatura, pero no fue así. Adrien negó con la cabeza y el mundo de la gemela cayó en picada, deseaba con todo su ser que la niña en sus brazos respirara nuevamente, que los ineficientes parteros se hayan equivocado dando por muerta a quien, como ella, aún se aferraba a la vida. 

  El adulto secó las lagrimas de Louisa con su indice, ella, portando una desganada fuerza, entregó infelizmente a la bebé. Ambas Couffaine se miraron entre sí con una envidiosa frustración, tanto Marinette como Emma habían fallado en lo que ese usurpador logró sin pronunciar palabras. El poder que ejercía en Louisa les producía asco, aún así guardaron silencio, el momento no era propicio de ningún actuar.                

LouisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora