Capítulo 2.

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Al cumplir Rebeca quince años, había llevado una experiencia no tan grata. A lo largo de su vida nunca tuvo una pareja formal, tuvo innumerables amoríos que de ella solo buscaban momentos de placer, a sus trece años se enamoró y ocurrió que aquél hombre había negado y burlado su amor. Después de eso cometió demasiadas locuras, evadió la razón e incluso traicionó. Ésto la llevó a desatar la furia de su pasión, ahora los hombres para ella se habían vuelto en únicamente un placer momentaneo.

Hasta que al cumplir sus diécisiete años, se volvió una mujer recatada, sin dejar su buen sentido del humor, pero ahora era retraída. Sus padres decidieron que no era suficiente para cambiar a Rebeca, así que la comenzaron a llevar a un centro religioso Cristiano, donde Rebeca comenzaría una nueva experiencia que cambiaría su vida.

Conoció a un chico llamado Adolfo Heredia Castro, él era escualido, cabello rizado y tez pálida. No era el tipo de hombre al que Rebeca estaba acostumbrada, sin embargo ella quedó encantada con él, y todo indicaba a que él correspondía los pensamientos de Rebeca. Al conocerse surgió una buena amistad, Rebeca coqueteaba con él, pero Adolfo parecía ser lo suficientemente inocente para captar los abruptos coqueteos de Rebeca, sin embargo continuamente le daba cálidos abrazos en muestra de el cariño correspondido.
Adolfo era un hombre sumamente ortodoxo aún para sus veintiún años de edad, sin embargo con facilidad bromeaba y se podía acoplar a los temas de Rebeca. Era atento a los problemas del grupo juveníl religioso al que también Rebeca asistía. Le gustaba la lectura, los temas del medio ambiente y ayudar en centros de rehabilitación. Adolfo era exactamente lo que Rebeca necesitaba; un chico que le hiciera poner los pies en la tierra, así mismo Adolfo necesitaba una chica como Rebeca, que le hiciera sentir un poco de adrenalina con cosas pequeñas para que supiera que había un mundo más allá de los modales y la timidez.
Eran el complemento ideal, sin embargo a Rebeca se le apagaba el encanto día con día.
Rebeca siempre había sido una persona superficial, nunca se daba el tiempo de analizar a un hombre internamente. Adolfo no fue la excepción. Rebeca sabía que necesitaba a un Adolfo en su vida, un hombre con alma y mente seria, pero poco a poco decidía hacer caso omiso a sus propias recomendaciones. Comenzó a verle cada pequeño defecto a Adolfo hasta que finalmente dejó de sentirse atraída por él.

Un día casi tan normal como acostumbraba, al dirigirse al lugar de reunión del grupo juveníl religioso miraba a través de la ventana del taxi en el que iba un cielo y una solitaria calle como de rutina sin saber que al poner el primer pie en aquél templo su vida ya estaría a punto de cambiar.

Llegó a aquella iglesia de estructura gótica victoriana y se dirigió al punto de reunión que era en la parte de atrás, para esto tenía que abrirse camino de entre las sillas plegables de el cuarto principal.
Al llegar, algo la hizo detenerse justo en la entrada a la puerta del punto de reunión, una sensación similar al viento.
Alzó la cabeza e instantaneamente miró a los ojos a su eterna perdición.
Allí en aquel rincón estaba parado Mariano Sandoval Ferríz, con sus jeans de mezclilla, su camiseta negra y su guitarra colgada a la cuál sus dedos se acomodaban en diferentes pisadas y cuerdas. Mariano también miró a Rebeca directamente a los ojos tan profundo que Rebeca creyó que podría ver su acelerado corazón latir, y las mariposas de su estómago revolotear. El tiempo se detuvo, el mundo seguía su curso, pero el mundo de Mariano y Rebeca se paralizó.
Rebeca volvió en sí un par de segundos después, y saludó cordialmente a los jóvenes que ya habían llegado. Tomó asiento en la primera fila con la intención de estar cerca de Mariano. Mientras esperaban a los demás jóvenes para dar inicio a la plática, Rebeca reflexionaba. Sabía que Mariano era mucho más mayor que ella, y que era un hombre muy fuera de su alcance. "La barrera" se dijo a sí misma, recordandose que no podía dejarse llevar. Éstos pensamientos fueron interrumpidos cuando vio llegar a Christopher Treviño Salazar, un chico apuesto con el que Rebeca también coqueteaba cuando comenzó a olvidar a Adolfo. Para su sorpresa, Christopher tomó asiento a su lado. Pero para ella éso ya tenía nula importancia, ahora involuntariamente su atención estaba centrada en Mariano.
Adolfo dio la plática, y Mariano lo acompañó con un par de canciones y por consecuente Rebeca se comenzaba a cautivar con la angelical voz de Mariano.
Mariano tomó asiento tras ella, lo cuál ocasionó sensaciones encantadoras en Rebeca. Sin embargo a cada momento se repetía que no podía fijarse en él.
Al término de la platica, algunos se fueron a casa y otros se quedaron conversando, entre ellos Rebeca, Mariano, Adolfo y Bernardo Vargas (un buen amigo de Mariano), Adolfo les propuso llevarlos a comer, a lo que Bernardo aceptó y Rebeca y Mariano optaron por ir a hacer compañía y solo beber una soda. Rebeca accedió por el simple hecho de pasar un rato más con Mariano, porque a pesar de su inquebrantable barrera, algo había en Mariano que la hacía perder su fuerza de voluntad.
En el camino, Rebeca averiguó que Mariano tenía treinta años de edad, lo cuál provocó una desilusión en ella, ya que ella solo tenía diécisiete. "Esto será imposible" se repetía a sí misma a cada momento que sus ojos hacían contacto visual con los perfectos y cansados ojos color miel de Mariano.
Pero como acto de magia, Mariano cautivó a Rebeca. Mariano era algo similar a un hipster, su ropa era una mezcla casual y formal, su cabello era negro y alborotado, y a pesar de sus treinta años lucía jóven y apuesto. Sus ojos eran como un profundo cielo por la mañana, podía creer que al mirarse fijamente se abría el portal al mundo en el que Rebeca quería habitar. Y Rebeca era de estatura baja y estilo de los 90's, su tez era pálida y tenía cara de ángel. Así mismo Mariano encontraba en Rebeca un cariño que le helaba la piel, se preguntaba porqué al mirar a aquella chica de cabello casi tan rojo como la sangre sentía que cada poro de su cuerpo quería estar solo a su lado.

Pronto llegaron a un restaurante llamado "Las Marías", al cuál Bernardo y Adolfo ingresaron.
Mariano y Rebeca aguardaron un poco ya que estaban llevando a cabo una gran conversación, se hablaban entre sí como si se conocieran de toda la vida, sin embargo solo llevaban unos minutos.
De pronto Mariano quiso saber cada vez más y más sobre Rebeca, averiguó cosas que tenían en común como sus gustos musicales, sus hobbies, entre otras cosas. Cuando Mariano preguntó a Rebeca sobre su familia, Rebeca sintió la confianza total de hablarle sobre ellos, y no solo eso, también sobre sus problemas y sus intrigas.
Rebeca se sorprendió de que estuviera tan abierta a Mariano, ya que incluso nunca habló de su vida personal con Adolfo.
—Cuéntame de ti, Rebeca. Quiero que tengas presente que me interesa saber de ti, y que quiero apoyarte. —dijo Mariano con un tono de voz que paralizó a Rebeca. Miró fijamente a los embriagantes ojos de Mariano, y supo que al comenzar a hablar de ella estaría por abrir las puertas a su adorado tormento. Sin embargo lo miró, y sonrió.
Así fue como Mariano y Rebeca tuvieron su primer encuentro.

Hipodérmico.Where stories live. Discover now