Capítulo 17.

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Mariano regresó a Monterrey, el día de su boda mientras se ponía su traje y se perfumaba no podía detener un solo momento el recuerdo de Rebeca, toda la mañana revivía en pensamiento la magia que se dio al tenerla recostada en su pecho y al poder saborear el néctar de sus labios una última vez. Así mismo, Luis citó a Rebeca y ella aceptó, al igual de Mariano tampoco lograba zafarse de ese momento mágico en que se dejó arrullar por los respiros de Mariano.
Llegaron dos momentos fulminantes para ambos. Mariano estaba en la catedral esperando la llegada de Isabela, y Rebeca estaba en el parque esperando la llegada de Luis. Isabela caminó hacia el altar radiante con un sencillo vestido blanco y viendo a Mariano parado de espaldas, y Luis caminó con un enorme ramo de rosas rojas viendo a Rebeca sentada en el tronco de un árbol. Isabela llegó al lado de Mariano, y Luis al lado de Rebeca. Todo era hierático y tranquilo, hasta que llegó la pregunta que temían, pero a la vez añoraban por sus propios bienes escuchar.
—Mariano Sandoval, ¿aceptas a Isabela Sarabia como tu esposa? —preguntó el sacerdote.
—Rebeca Ortega, ¿aceptarías ser mi novia? —preguntó Luis.
Llenos de intriga e incluso de temor, Rebeca y Mariano dijeron que sí. Mariano se casó con Isabela, y Rebeca comenzó una relación con Luis.
Mariano besó a su nueva esposa bajo el techo de la iglesia, y Rebeca besó a su nuevo novio bajo el cielo azul.

Mariano vivió una vida marital tediosa donde incluso los halagos de Isabela se volvieron rutinarios. Su vida se basaba en levantarse por las mañanas y por más temprano que despertara, Isabela ya tenía el desayuno listo y mientras él se levantaba de la cama, ella adelantaba otros trabajos del hogar como sacudir los muebles mientras tarareaba las mismas canciones de Mozart. Él se iba al trabajo y era el único lugar donde encontraba el desestrés con sus compañeros. Isabela se dedicaba de lleno al hogar y a mantener una buena imagen de su matrimonio, ella siempre mimaba a Mariano y le hacía saber cuanto lo quería, era casi una esposa perfecta, pero Mariano nunca se sentía satisfecho. Le hacía falta un toque de adrenalina, de vez en cuando una aventura, quería demasiado a Isabela, pero a pesar de tener un matrimonio con ella, no lograba amarla.
Rebeca por lo contrario vivía una relación activa y con cariño de sobra con Luis Rentería. Luis siempre mantuvo su actitud juguetona con ella, se seguían conquistando entre sí día con día, los padres de Rebeca estaban satisfechos con Luis y los padres de él encontraron ella consuelo de haber perdido a Sara.
Mariano e Isabela no tuvieron hijos, ya que Isabela era estéril, y nunca consideraron la opción de adoptar, optaron por vivir una vida marital solos, además Mariano se volvió un tanto introvertido y cohibido desde que dejó a Rebeca y ésto lo llevó a no tener ganas de lidiar con niños.
Después de tres años de relación entre Luis y Rebeca, Luis se decidió por pedirle matrimonio a Rebeca un día antes de su cuarto aniversario de noviazgo. Rebeca aceptó, y ambas familias estuvieron de acuerdo. Ésto afectó demasiado a Daniel de la Cruz, ya que durante todo un año mantuvo una relación en secreto con Rebeca, él llegó a quererla demasiado, pero ella se arrepintió cuando se dio cuenta de lo mucho que adoraba a Luis. Daniel vivió en desazón hasta que se enamoró de una chica llamada Adela Camargo, después de dos años de relación Adela se embarazó, y Daniel y Rebeca prometieron que jamás se sabría sobre su relación clandestina. Así mismo Luis jamás supo sobre Mariano, tampoco tuvieron hijos ya que su matrimonio fue moderno y desdeñado de tradiciones, les fascinaba viajar, hacer el amor en lugares inesperados y aunque sus encuentros eran pasionales e intensos; Luis jamás dejó de tratarla con tacto. También salían frecuentemente con sus mejores amigos; Norma y Adolfo, quienes también se matrimoniaron y tuvieron una hija a la cual llamaron Raquel Heredia Narváez.
Rebeca fue feliz en cada etapa de su vida, desde su paso a los treinta hasta su estadía en los setenta y cuatro años. Los años pasaban fulminantes a través de sus vidas y con éstos los cambios. La madre de Mariano falleció a los noventa y dos años de edad debido a un infarto. Los padres de Rebeca y Luis también fueron falleciendo por causas naturales.
La edad de ochenta y siete años comenzaba a deteriorar a Mariano Sandoval infaustamente. Y los setenta y cuatro años de Rebeca Ortega se hacían presentes por cada dolor de huesos que sentía al hacer cualquier movimiento. Luis Antonio, el esposo de setenta y seis años de Rebeca heredó el trabajo de sus padres y de vez en cuando tenía que viajar, recién había comenzado un corto viaje cuando Rebeca encontró el portafolio lleno de cartas para el amor que después de aquella noche que durmieron juntos jamás volvió a ver. Y que a pesar de tantos años, nunca logró sacar de su corazón.

Mariano se encontraba en la cama de un hospital, el cáncer había invadido casi todo su cuerpo. El día que se enteró que ya estaba desahuciado pidió a Isabela que entrara a su habitación para pedirle un favor.
—¿Me llamaste? —Isabela entró, cerró la puerta y se sentó en el borde de la cama.
—Necesito que me hagas un favor. En el cajón de mi cama hay un sobre manila con una dirección, necesito que lo envíes por favor.
—¿Para quién es?
—Para el amor de mi vida.
Isabela frunció las cejas.
—¿Disculpa?
—Estoy muriendo. Y quiero ver al verdadero amor de mi vida una última vez.
Isabela negó con la cabeza, sin embargo hizo lo que Mariano le indicó por temor a alterarlo en su estado.

Al día siguiente, el cartero dejó en la puerta de la casa de Rebeca el sobre. Rebeca leyó la parte trasera del sobre que tenía escrito el remitente y el  y comenzó a llorar al ver que el remitente era nada más y nada menos que Mariano Sandoval.

Hipodérmico.Where stories live. Discover now