Capítulo 15.

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Rebeca volvió a casa obnubilada y tránsida después del encuentro con Mariano. Su padre estaba en la sala terminando pendientes del trabajo, así que sabía que su madre estaría sola. Fue a la habitación de sus padres y vio que Arantza seguía despierta.
—¿Podemos hablar? —preguntó Rebeca en voz baja y cerrando la puerta.
—¿Qué sucede?
Rebeca se acurruco en el regazo de su madre y comenzó a llorar sin consuelo alguno.
—Hija, ¿qué tienes? —cuestionaba Arantza acariciando el cabello de Rebeca.
—Escucha, yo quiero a Luis. Pero amo a Mariano. Y no, no pienso estár con él si es lo que te preocupa. Hace unos momentos estuve con él y supe que lo amaba, mamá —se levantó de el regazo de Arantza y limpió sus lágrimas—. Pero yo no quiero amarlo.
—Hija, en ocasiones seguir al corazón puede ser un dolor de cabeza. Sientes cosas por personas que no deberías y no sientes cuando deberías. Supe que Mariano se casa, y también sé que te atrae Luis. Y ¿sabes? podrían amarse toda la vida tú y Mariano, pero nada garantiza felicidad en sus vidas aún estando juntos. Además, si hay un océano que los separa, tarde ó temprano te cansarás de nadar en el. Lo superarás, ahora anda a dormir. Mañana será otro día en el que quiero que estés dispuesta a cambiar de página.
Rebeca analizó y tomó para su vida cada palabra de su madre. Al día siguiente Rebeca despertó tal y como si en verdad hubiera cambiado de página; se sentía fresca, entusiasta y extrañamente positiva. Ya había soltado a Mariano.

Durante toda la semana, Luis dejaba una rosa en la puerta de la casa de Rebeca acompañada con una nota con algún halago simple pero encantador para Rebeca y ella le mandaba con Norma Narváez un pétalo de cada rosa que recibía acompañado con una nota de agradecimientos y pequeños coqueteos.
Norma se volvió para Luis y Rebeca toda una confidente, ella no solo le daba a Luis las cartas de Rebeca, sino que también llamaba a Arantza para pedirle que dejara ir a Rebeca a comer con ella para que Rebeca pudiera salir con Luis.
Luis y Rebeca iban mayormente a parques y kioscos mientras que conversaban sobre sus gustos, sus hobbies, sus temores y hasta sus bromas. Les bastaba con estár sentados en el pasto observando las formas de las nubes para sentirse plenos y felices.
Mariano por lo contrario, al final de cada día se dejaba caer en cama exhausto de fingir algarabía al ir a visitar tiendas de artículos para la boda con Isabela, de escuchar a diario felicitaciones por su excelente futura esposa, de escuchar a Isabela parlotear sobre los invitados, el banquete, el salón y su vestido y peinado. Lo único que lograba consolarlo y darle fuerza por las mañanas eran los recuerdos de Rebeca Ortega.
Rebeca luchaba a cada segundo por desahuciar el amor que sintió por Mariano para seguir con su vida. Y Mariano luchaba a cada segundo para avivar el amor que sentía por Rebeca para seguir con vida.
En ocasiones Rebeca aún se sentía mal al ver a Isabela y a Mariano juntos en fotografías, incluso a veces las lágrimas se le salían involuntariamente, pero de nuevo hacía uso de la barrera interna para evitar cualquier sentimiento removido. Además Luis se daba a querer con Rebeca con su caballerosidad, su belleza interior y exterior y su manera tan juguetona de cortejarla. Incluso sus padres Ernesto y Arantza comenzaron a dejarla salir con él, siempre y cuando Rebeca llegara a la hora indicada. Así mismo Rebeca de vez en cuando salía con Luis en compañía de Martina y José, los cuales también la estimaban y Martina la veía casi como a una hija.
Rebeca por fin se decidió y guardó en un cajón bajo llave el portafolio con las tantas cartas para Mariano. Las releía y releía sintiendose frustrada por no poder mostrarle a Mariano la cantidad de cosas que inspiró en ella. Pero sabía que como dijo su madre; algún día se iba a cansar de nadar en el inmenso océano del amor no correspondido de Mariano, y ese momento ya había llegado. Le costó un dolor inigualable, una depresión a su corta edad y una conmiseración que nadie podría imaginar. Pero a pesar de todo ésto llegó Luis Antonio a su vida para pintar de colores el lúgubre paisaje de Rebeca. Ya pesar de que era hermano de la mujer que un día llegó a envidiar, la mismísima ex novia de Mariano se exigía a ella misma que no pensara en eso, no estaba dispuesta a seguir sacrificando su felicidad.
Todo estaba ya en un proceso; Rebeca estaba a punto de emprender un viaje a su nueva vida sin Mariano el cuál era para su bien y para poder seguir adelante. Y Mariano estaba a punto de emprender un viaje a su indeseada vida atado a una mujer que no amaba, lo cuál era para hacerle bien a la vida de Rebeca, porque le importaba más su vida que la de él y estaba dispuesto a liberarla aún sabiendo que su espíritu se marchaba con ella. Su amor viviría con ellos como el pez en el agua y como las nubes al cielo, pero no podían consumar su amor.

Hipodérmico.Where stories live. Discover now