Prólogo

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Enérgico, orgulloso, egocéntrico a mas no poder. Adrián Saavedra creía que tenía el mundo controlado por completo. Un artista exitoso, sus cuadros vendidos a precios exorbitantes. Sus manos bendecidas le habían permitido consagrarse en las galerías de arte más prestigiosas del mundo, su nombre adornaba revistas y sus obras las paredes de los sitios más lujosos que cualquiera pudiera imaginar. Su vida eran las pinturas, los maravillosos placeres que podía plasmar en ellas, las sensaciones que creaba en los espectadores.

La sensualidad femenina era una de sus inspiraciones más frecuentes, las curvas que lo atraían como abeja a las flores. Las modelos pasaban por su taller todos los días, dejando sus cuerpos al descubierto, todo para intentar ganarse el corazón del hombre condenadamente atractivo movía los pinceles sobre aquel lienzo con una delicadeza innata. Es cierto que su cama nunca está vacía. Pero los sentimientos no están en ella. No iba a atarse a alguien. El deseaba con todo su corazón llenar el mundo de arte, eso era algo que debía hacer solo. El amor solo servía para hacer a las personas perder el tiempo en banalidades.

Al menos, eso creía hasta que escucho su voz por primera vez.

Píntame la miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora