Capitulo 40

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Isabela se removió al sentir los besos que eran repartidos por su nuca y parte de la espalda desnuda. Se quejó entre sueños, aun no quería levantarse. Quería seguir disfrutando la calidez de sus brazos todo el tiempo posible antes de tener que marcharse por su propio bien.

Porque a pesar de lo que Adrián dijera, ella sabía todo lo que Xavier era capaz de hacer. ¿Cómo sabía que era su ex el que envió esas fotos? Porque nadie más actuaria con tanta malicia hacia ella, nadie más era capaz de ensañarse de esa forma, ni siquiera su padre. Además del obvio hecho de que él era la única persona en el mundo que podía conservar fotos de ese tipo de ella. Comprendía que si Adrián llegaba a detenerlo o hacer algo en su contra Xavier iba a tomar represalias, siempre lo hacía. Ninguna acción en su contra quedaba sin castigo alguno, no iba a correr ese riesgo.

Jamás soportaría saber que él fue perjudicado por su culpa, sabía que Adrián amaba la pintura por sobre cualquier cosa y que su carrera era lo más importante en su vida, era lo que le había dado todo lo que tenía ahora. No se perdonaría a si misma si llegaba a perderlo todo por un escándalo infundado a causa de ella, ya había causado suficiente daño a su familia como para hacerle lo mismo a él. No era justo, era una persona maravillosa que solo merecía lo mejor del mundo y para que lo obtuviera ella tenía que alejarse de él.

— Nena... despierta...— murmuró cariñosamente, haciéndola sonreír con melancolía, mas besos fueron repartidos por su mejilla — Isabela, te vi sonreír. Deja de fingir que duermes — su tono de voz divertido la hizo imaginarse lo afortunada que sería la mujer con la que finalmente decidiera compartir su vida para siempre.

— ¿Por qué no me dejas dormir? — cuestionó con voz quejumbrosa, ganándose un beso en los labios.

— Nada más quería saber cómo estabas... luego de lo de anoche — sintió el calor subir a sus mejillas con el solo recuerdo de lo acontecido la noche anterior... había sido perfecto.

— No era virgen, Adrián. Estoy bien, muy bien — lo escucho reír

— Yo también estoy bien... mejor de lo que he estado en toda mi vida — su pecho desnudo estaba pegado a su espalda, haciendo que el calor la recorriera de la cabeza a los pies. Amaba sentir ese calor, pero al mismo tiempo odiaba que su felicidad fuera tan precaria, tan efímera como un suspiro. Quería romper con todo ya y hundirse en la más absoluta miseria de una buena vez, ya que al menos sentía que eso era lo único estable que solía poseer.

— Te amo — murmuró él dejando un camino de besos desde su mejilla hasta el hueco de su cuello para luego volver a subir hasta sus labios

— Yo también te amo — contestó con una aplastante sinceridad, sintió como sus labios se curvaban contra la piel de su hombro y una pequeña culpabilidad se plantó en su pecho como una espina. No podía continuar profesándole amor cuando iba a dejarlo esa misma tarde, eso solo aumentaría su dolor a pesar de que no dudaba que él la superaría más fácil a ella de lo que ella lo superaría a él.

— Me gustaría quedarme aquí todo el día... pero tengo cosas que hacer y tú debes ir a trabajar— tuvo ganas de llorar cuando se levantó de la cama ¿tan pronto? A regañadientes acepto su mano para levantarse. — ¿Quieres ducharte conmigo? — pregunto en tono coqueto, acercándola a él y no pudo negarse de ninguna forma.

Sobraba decir que terminaron haciendo el amor nuevamente.

En el camino al trabajo no pudo evitar sentirse realmente triste, y sinceramente la canción que había escogido Adrián no ayudaba en absoluto, la verdad es que colocar ¨Tristesse¨ de Chopin no fue la mejor idea, a pesar de ser una de sus tonadas favoritas. — Una vez te observe tocando esa canción — su declaración lo hizo incorporarse en su asiento

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