Capitulo 13

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—Quiero hablar con Isabela, por favor. — intento ser educado, aunque en el fondo, tenía ganas de gritar. ¿Por qué estaba con Isabela y porque contestaba su teléfono?

—Está ocupada— contesto Nicolás, por su tono nada amable, sabía que estaba retándolo. Sonrió para sí mismo, si le lanzaban el guante, él estaba más que dispuesto a recibirlo.

— ¿De verdad? Es que tenemos una cita pronto y debo concretar algunos detalles...— escucho un gruñido tras la línea, ja.

— ¡Gracias por sostener mi celular mientras estaba en el lavabo! — aquella voz suavecita tras la línea lo hizo sonreír, ahí estaba la pequeña de sus ojos

—Te llaman— logro oír como Nicolás le pasaba el teléfono, no muy contento.

— ¿Hola?

—No sabes cuánto gusto me da escucharte— contesto, coqueto. Escucho un pequeño chillido que lo hizo reír levemente

— A... a mí también me da gusto escucharte, Adrián. — respiro profundo, tratando de organizar sus ideas.

—Quería hablarte de... nuestra cita, he alquilado una casa para este fin de semana

—Oh vale... ¿debo hacer algo especial? Nunca me habían pintado— se enterneció ante su inocencia. ¿Acaso era posible ser más adorable?

—Con tu presencia es suficiente ¿te recojo a las diez de la mañana?

—Bien, a esa hora está muy bien...hasta entonces, Adrián. — se despidió igualmente. Una despedida cargada de muchas promesas. Se dio la vuelta para buscar a su hermana, sobresaltándose al verla detrás de él, lamiendo su helado con una sonrisa malévola.

—Es hora de volver a casa.

Tartamudeó un poco al decir aquello. Su hermana asintió y se encontraba extrañado de que no hubiera hecho un comentario burlón. Ella no paro de verlo raro durante todo el camino de regreso. Al estacionarse, abrió los ojos como platos al ver a su madre en la entrada con los brazos cruzados.

—Necesitaba ayuda para ir al supermercado y tuve que ir sola por tu culpa— se encogió de hombros ante el reproche de su madre, iba a disculparse, siendo cortado por Carmen —. Ya que has decidido robarme a tu hermana por la tarde, me pagaras quedándote a cenar. Sin objeciones, jovencito.

— ¡¿Gabriela está invocando al diablo otra vez?!— gritó Alejandra al escuchar a Gabriela cantar, desde alguna de las habitaciones del segundo piso. Indignada, la otra muchacha se asomó por el borde de las escaleras

— ¡No invoco al diablo, estúpida!

—Solo está cantando la música de sus chinos— señalo su madre tranquilamente, metiéndose en la cocina, causando otro grito de la muchacha que hizo a todos brincar en su sitio.

— ¡No son chinos, son coreanos, co-re-a-nos! ¡Tú has viajado por el mundo, Adrián, deberías saberlo!— el aludido alzo las manos en señal de paz.

—Yo solo vine a cenar.

Escucharon un portazo, seguido de lamentos. Miró a su madre preocupado que hizo un gesto con la mano —En cuanto huela el pollo asándose bajara, no te preocupes — asintió indicando que entendía, antes de sentarse en la barra de la cocina. Alejandra se sentó a su lado, con una consola en sus manos.

— ¿Te ayudo en algo?— pregunto su hermana, abriendo el aparato y encendiendo la pantalla. Carmen la miro alzando una ceja

— ¿De verdad tienes intención de hacerlo?

El hecho de que no levantara su cabeza de la pantalla fue su respuesta.

—Lo hare yo, mamá— dijo Adrián, levantándose. Tomó los tomates que le tendía su madre, procediendo a picarlos. Concentrado en su tarea, ya que la cocina no era realmente lo suyo y ya se había cortado más de una vez anteriormente. Intento no prestar atención a otra cosa que no fuera el fruto entre sus manos.

Píntame la miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora