Capitulo 30

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Isabela frunció el ceño cuando el celular le aviso que tenía más de treinta llamadas perdidas de Manuel, había bajado a la sala de estar con Adrián y olvido el celular en la habitación.

— ¿Ocurrió algo? — pregunto el muchacho acercándose a ella al darse cuenta de su semblante preocupado. Isabela farfullo algo en voz baja y negó.

—La verdad es que no tengo ni idea, mi hermano ha llamado muchas veces, no es normal en él— gruño cuando volvió a saltar la contestadora

— ¿Quieres ir a tu casa? — sugirió él, Isabela asintió, todo era muy extraño. Bajaron desde la habitación hacia la salida, muy lento para su gusto. La casa de Adrián era demasiado grande y era más que obvio que estaba en la zona acaudalada de la ciudad y muy lejos de su casa.

—Tranquila— murmuró él cuando entraron al auto, dándose cuenta de que movía su pie con nerviosismo, ella sacudió la cabeza tratando de calmarse.

— ¿Entrarías conmigo a casa? Por favor— Isabela sentía que algo muy malo estaba pasando y no quería quedarse sola.

—Por supuesto que te acompañare hasta donde quieras, pero tranquilízate— Adrián estaba empezando a preocuparse por su salud, estar en ese estado constante de nerviosismo no era nada sano. Vio de reojo como respiraba profundo varias veces y relajaba su postura antes de arrancar el auto para dirigirse a casa de Isabela. Cuando se adentraron en el tráfico, decidió colocar algo de música que hizo que la muchacha por fin evocara una leve sonrisa. Sonrió el también cuando empezó a tararear suavemente la balada, podía vivir escuchando su voz eternamente.

Lamento cuando la vibra se rompió nada más al estacionar frente a la casa de ella, normalmente, este vecindario era muy silencioso. Pero ese silencio se veía opacado por gritos que venían de la casa de Isabela. Como si el asiento quemara, la muchacha abrió la puerta del auto y salió de inmediato, casi cayendo al piso en el proceso.

— ¡Isabela espérame! — gritó saliendo del auto casi corriendo tras de ella, no sabían que pasaba adentro y podía ser peligroso. Tuvo que arrancarle las llaves de las manos para abrir él, los gritos estaban empezando a ponerlo nervioso. Incluso, escuchaba como lanzaban cosas.

— ¡No puede, simplemente no puedes comportarte de esa forma, es tu padre! — Los gritos de María parecían más bien aullidos de algún animal herido profundamente

— ¡Me importa una mierda, mamá! ¡Este tipo nos abandonó hace tres años! ¡Con una de tus hijas invalida y la otra ciega!

En cambio, los gritos de Manuel parecían los de algún depredador furioso a punto de comerse vivo a alguien. Isabela entro primero que él y procuro seguirla de cerca.

— ¡¿Qué demonios está pasando aquí?! — El grito de Isabela hizo que todo se quedara en un silencio sepulcral en el que pudo visualizar a otra persona en la pequeña sala de estar.

Un hombre de mediana edad y ridículamente parecido a Isabela la miraba de una manera extraña que no le gusto para nada. Por instinto, se colocó a su lado haciendo que dirigiera la vista hacia él. Curiosamente, el hombre le sonrió. Pero no era una sonrisa amable, era una sonrisa que denotaba maldad por cada poro.

Algo andaba muy mal ahí.

— ¡Con que al fin te dignas a aparecer! — espetó Manuel haciendo a su hermana frunciera el ceño. — ¡Esta mujer se acaba de volver loca! ¡Completamente loca! — el adolescente parecía tan alterado que apenas y se percató de su presencia ahí. De hecho, hubiese sido mejor que no se diera cuenta de que estaba ahí, porque pareció enfadarse aún más.

— Manuel, respeta a tu madre— hablo el hombre en la sala, haciendo empalidecer de inmediato a la muchacha a su lado.

— T-tú — tartamudeó, temblando. Empezó a boquear como si le faltara el aire y no dudo más en sostenerla. Su hermano también se acercó, su ira mudada por evidente preocupación.

Isabela apenas sentía los brazos que la rodeaban con fuerza — ¡¿Qué hace él aquí?! — alcanzo a chillar, estaba empezando a marearse. « Tranquilízate cariño...» la voz de Adrián sonaba lejana e intento con todas sus fuerzas imponerla en su mente. Por ahora, era lo único que le parecía realista.

Habían pasado tres años.

Tres años en los que no había sabido nada de su progenitor, tres años en los que creía, su madre lo había superado finalmente. Que ingenua había sido en tan siquiera hacerle la idea

— ¡¿Qué hace él aquí mamá?! ¡Respóndeme! — bramó casi a punto del pánico. Adrián aumento la fuerza de su agarre, tratando de contenerla.

La mujer no alcanzo a responder, ya que en su lugar lo hizo el implicado — He vuelto a recuperar mi familia... hija...— la manera en la que pronuncio aquello no pudo ser más falsa. Adrián frunció el ceño cuando el hombre hizo una falsa expresión de angustia, haciendo que su esposa corriera a sus brazos. Manuel parecía dubitativo entre golpearlos o seguir al pendiente de su hermana.

— ¡¿La misma familia que abandonaste hace tres años?! — Ladró el muchacho con rabia, causando una expresión de dolor casi exagerado en la madre.

— ¡Por dios, ya olvídate de eso! ¡Su padre, el hombre que les dio la vida está aquí y ustedes actúan de esa manera!

Isabela tuvo ganas de espetarle que ella era la única que se follaba a ese tipo y por lo tanto, la única que podía estar tan feliz con su presencia. Sin embargo, el dolor de cabeza era más grande. Llevo una mano a su sien — Esto tiene que ser una mala broma...

—No lo es hija... estoy tan feliz de volver a verlos... de verte tan bien. — Adrián hizo una mueca cuando el hombre volvió a mirarlo.

— ¡Es cierto! Nuestra hija consiguió un gran chico, ¿verdad querido? — ¡por dios! La mujer melosa que veía en ese momento le parecía totalmente contraria a la madre sobreprotectora que conoció hace apenas unas semanas. Sentía como si estuviera conteniéndose de lanzarse sobre el tipo ahí mismo.

— No metan a Adrián en esto — ella apretó una de sus manos que mantenía sobre su cadera, en señal de protección. —. Mamá... esto es muy repentino y extraño ¿Qué buscas Luis? No te creo el cuento de padre arrepentido.

Un chillido de dolor salió de la boca de la mujer, pero no parecía creíble, más bien, se asemejaba a el maullido de una gata en celo.

¡Asqueroso!

— ¡Ni te atrevas a dudar de tu Padre, Isabela! — y adiós a la madre cariñosa que había tenido en estos tres años, finalmente María estaba sacando su verdadero rostro nuevamente. —. Sé que es repentino, pero deberán acostumbrarse ¡su padre volverá a vivir con nosotros!

¡¿Qué?!

— Obvio no será en esta casa, su padre ha comprado una casa nueva para nosotros ¡¿no es maravilloso?! — Isabela negó repetidas veces, eso era cualquier cosa menos maravilloso. Era terrible, una locura total.

—No — murmuró más para sí misma que para alguien más. Se dio la vuelta, apretando la camisa de Adrián entre sus dedos.

— Eso no va a pasar — recalco aprisionando a la muchacha a punto de desmayarse entre sus brazos. Sorprendentemente, el hermano le dio la razón de inmediato. La mujer los observo a ambos con desdén.

— ¡Nadie más que yo toma las decisiones en esta casa! ¡Si no les gusta, pueden irse, estoy harta de tener que cuidar siempre de ustedes! — dijo la mujer con marcada petulancia.

— Efectivamente, eso es lo que voy a hacer— saltó Isabela de repente, ganándose una carcajada de su madre.

— ¿Tú? ¿Vivir sola? ¡Si ni siquiera puedes encontrar tu propia ropa sin ayuda! Me necesitas, Isabela, lo sabes.

— Y de tus hermanos ni siquiera discutamos, aun son menores de edad, tienen que vivir con sus padres, además ¿Dónde vas a vivir? Con tu sueldo de profesora no creo que puedas pagar demasiado — puntualizó con cinismo su padre, haciendo reír a María con aplomo, estuvo a punto de decirles que no le importaba vivir bajo un puente con tal de no estar cerca de ese hombre. Pero, su impulsivo novio se adelantó con una declaración que los dejo mudos a todos, incluyéndola.

« ¡Ella vivirá conmigo! »

Píntame la miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora