Capitulo 44

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— ¿Una cantante, dices? — la incredulidad de Francisco era más que comprensible, lo mas seguro es que si ella se viera a si misma tampoco creería nada de lo que Julia dice.

— Hablo en serio, estúpido. La escuche cantar hace un rato, es impresionante — de nuevo, las manos le impidieron encogerse como era instinto en su persona, manteniéndola firme. El hombre bufó

— Necesito una prueba, Julia, no puedo contratarla a la ligera.

— ¡Lo va hacer de inmediato! — una palmada en su hombro la hizo boquear asustada. ¿Cantar en ese momento? No estaba para nada preparada para ello, solo pudo balbucear un montón de cosas inteligibles intentando levantarse con brusquedad de la mesa, siendo inmovilizada nuevamente. Tenía ganas de echarse a llorar, salir corriendo de nuevo y esconderse en algún sucio rincón para no salir de ahí jamás.

— Vamos, pequeña. Ayúdame a ayudarte.

Dio un respingo al sentir la voz rasposa de Julia en su oído — Tienes que cantar si quieres sobrevivir, aquí en el hotel estarás mucho mejor que en las calles, tienes que hacerlo por ti — tragó en seco, ella tenía razón. Esto era por ella misma, necesitaba un trabajo y se lo estaban ofreciendo en bandeja de plata, no podía dejarlo ir tan fácil.

A pesar de su garganta seca, logro vocalizar. No sabía si cantar la de « Bésame mucho » sería buena idea, pero fue la única letra que vino a su cabeza, de lo que si estaba completamente consciente era de lo inadecuada que era para su propia situación. Solo canto el coro y una estrofa, pensando que sería suficiente.

— Continúa — pidió el hombre sin dejar entrever nada en su voz, eso hizo.

Esta vez no se calló hasta que canto la canción entera. Un silencio extraño se formó en el lugar, siendo solo interrumpido por los sonidos que causaba el repiqueteo de los platos, se había olvidado que estaban en un restaurante... de un hotel. Julia había mencionado que estaban en un hotel y se preguntó de qué tipo seria, si tenía restaurante debía ser costoso como había deducido anteriormente que sería ese sitio.

— Wow —fue lo único que alcanzo a decir Francisco luego de unos minutos, sintió un apretón en los hombros

— Te lo dije, es impresionante — exclamó Julia con alegría.

— Si lo he visto... estoy impactado ¿podrías decirme que hacia esta niña en la calle, Julia? — la voz bromista del hombre la hizo relajarse ¿eso significaba que le daban una oportunidad?

— No lo sé, pero lo voy a averiguar tan pronto como pueda — el tono en el que lo dijo no le gusto ¿Qué quería averiguar?

Apretó los labios, no quería ser sometida a un interrogatorio

— Llévala a tu cuarto... ordenare que le consigan algo de ropa y que llamen al estilista, la necesitamos lista para esta misma noche. Ya me encargare del contrato y de que le preparen su propia habitación — ¿ropa? ¿Para eso no necesitaban su talla? No pudo preguntar nada más, puesto que no se lo permitieron, cuando se dio cuenta ya estaba siendo técnicamente arrastrada por lo que supuso sería un pasillo, hasta un ascensor.

— ¡Te lo dije! Ahora ya tienes techo donde dormir y comida asegurada ¿no es fantástico?

— Muchas gracias Julia — agradeció con voz suave, escucho a la mujer reír.

— Lo haría una y otra vez sin pensarlo, querida. — dijo suavemente, dándole otro pequeño jalón para salir del cubículo, llevándola por otro pasillo con la única diferencia en que esta vez ella prácticamente corría por el mismo. Escucho el tintineo rápido de unas llaves, pero al parecer Julia no alcanzo a ser lo suficientemente veloz, porque escucharon varias voces riéndose, todas femeninas.

— ¡Uy! ¿Traes carne fresca, Julia? — se burló una voz excesivamente chillona tras de ellas, seguido de más risas. Trago en seco al pensar en que la carne fresca no era otra persona que ella. Sorprendentemente, la mujer a su lado al contrario que encogerse, rugió furiosa

— ¡Atrás pedazo de zorras! Ella no viene a abrir las piernas como ustedes, así que cállense — sonidos de indignación remplazaron las risas de inmediato, rezaba internamente que Julia abriera esa puerta rápido porque a pesar de no verlo, sentía todas las miradas clavadas en ella.

— Te recuerdo que tú también eres una zorra que abre la piernas, Julia, así que cuida tu lengua —escupió la misma voz chillona de manera venenosa, la mujer a su lado no contesto, simplemente la jalo hacia adentro, cerrando finalmente la puerta. Sorprendentemente, ambas suspiraron de alivio.

— Lamento que hayas tenido que enfrentarte a esas perras. De seguro han salido porque creían que les harías competencia en su jodida labor.

Se quedó de pie en su sitio, asintiendo levemente. Sabía que iba a ser cantante, pero tenía que preguntar dónde... y de qué tipo. También tenía la necesidad de preguntar con urgencia sobre qué demonios hacían en ese hotel y porque habían prostitutas en uno de sus pisos.

— No te pongas pálida, tú vienes a ser cantante y eso es lo único que vas a hacer. Francisco se toma muy en serio los roles en este lugar.

Suspiro aliviada y se sintió un poco mal por hacerlo, pero aun así tenía que preguntar cosas, muchas cosas. — Julia... tú... ¿t-tú eres dama de compañía? — inquirió con vergüenza. Para su sorpresa, la mujer se echó a reír estrepitosamente en lugar de enojarse, la escucho revolviendo cosas en lo que supuso debía ser un closet

— ¡Gracias por buscar un término elegante para decirlo! Sí, soy prostituta.

Madre mía... esto no era un hotel normal. Pero no iba a juzgar. Después de todo, ella también fue prostituta, involuntariamente pero lo fue — ¿Cómo te llamas, niña? — preguntó Julia de repente y se dio cuenta de que efectivamente, nunca le había dicho su nombre.

— Isabela Montalvo — se presentó apresuradamente.

— Bien... Isabela. ¡Es un nombre bonito! Tengo que contarte varias cosas para que se te pase el susto.

>> Primero, este hotel es completamente legal y nosotras estamos de manera voluntaria aquí. Ninguna viene obligada, así que no tengas miedo — aclaro con voz cantarina, demasiado tranquila para encontrarse en semejante situación — La segunda es que deberías ducharte, no quería decírtelo pero hueles fatal— ella se rio ante su comentario, debía ser obvio — Toma esto, es ropa de deporte pero de seguro deberá quedarte, y agradece... voy a sacrificar una de mis bragas nuevas por ti — dijo burlona, empujándola dentro de lo que supuso sería un baño. Dejo la ropa limpia encima del retrete, desnudándose y tirando la ropa sucia a una esquina. Tanteó hasta encontrar la ducha, abriendo el agua.

Agradeció cuando el líquido caliente recorrió toda su piel, sacando la suciedad y relajando sus músculos tensos. Bajo el chorro, no pudo evitar pensar en él de nuevo ¿estaría bien? ¿Habría dormido bien? Seguramente estaría en el taller continuando con su vida, mucho mejor que ella.

Intento consolarse con ese pensamiento, sin estar consciente del verdadero estado del hombre de su vida, el cual era todo lo contrario a cualquier cosa que pudiera imaginarse.

Píntame la miradaOnde as histórias ganham vida. Descobre agora