Capitulo 53

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Isabela se llevó la mano a la cabeza, ya no le dolía, pero aun sentía que le daba vueltas sin parar y tenía la boca seca. ¿Qué había pasado? No sabía dónde demonios estaba. Jadeo tratando de levantarse, pero unos brazos que la empujaron suavemente hacia la cama nuevamente la detuvieron, reconoció el olor fresco de inmediato.

— ¿Llamo a la enfermera? ¿Te duele algo? — Isabela negó, encogiéndose y deseando muy en el fondo desaparecer. La voz de Adrián se escuchaba calmada, seguramente para no asustarla, pero sabía que estaba cabreado... y con mucha razón. De hecho, ella también estaba cabreada consigo misma.

— Estoy furioso contigo — murmuró luego de unos minutos, confirmando sus pensamientos. Abrió la boca para intentar decir algo, pero la cerro de inmediato en cuanto sintió sus labios en la frente, por encima del flequillo. ¿Si estaba furioso porque le hacía mimos? No lo entendía para nada — Isabela, háblame — ordenó con voz suave. Ella carraspeó.

— Perdona... —su voz salió excesivamente rasposa e hizo una mueca, parecía estar escuchando a Julia con su voz ronca. Adrián farfullo algo que no entendió, alejándose un poco para volver casi de inmediato a su lado, colocando una mano en su nuca y obligándola a alzar la cabeza.

— Bebe — musitó colocando un vaso de agua en sus labios. Lo sostuvo agradecida por el líquido que humedeció su lengua. Finalmente ella volvió a carraspear antes de hablar.

— Y- yo... ¿Qué quieres que te diga? — inquirió insegura y él chasqueo la lengua.

— No lo sé, quizás puedes empezar por explicarme porque escapaste luego... luego de lo que todo lo que vivimos juntos Isabela ¿acaso no significo nada para ti? — a Adrián se le quebró la voz y la culpabilidad de lleno los ojos de lágrimas.

— L-lo siento... yo quería protegerte — fue lo único que alcanzo a decir recibiendo en respuesta un bufido. Sintió como Adrián volvía a alejarse de la cama y escucho sus pasos por la habitación, probablemente dando vueltas exasperado.

Se sobresaltó cuando escucho un golpe seco. — ¿Acaso puedes imaginar todo lo que sentí cuando me dijeron que te habías ido, Isabela? — permaneció en silencio, sin ser capaz de decir nada. La culpabilidad carcomiéndola a cada segundo que pasaba y las lágrimas caían por su rostro sin poder detenerlas. — Sentí como si me hubieran arrancado el corazón Isabela — sintió como se acercaba de nuevo y no pudo evitar temblar cuando paso las manos por sus mejillas, limpiando las lágrimas.

— Mataría por no volver a sentirme así de nuevo, pero... — Adrián se acercó su rostro al de ella, sin soltar su mejillas en ningún momento, sus alientos mezclándose en cada respiración — ¿Cómo puedo confiar en ti? Dices que me amas y al primer problema sales huyendo por la puerta ¿Cómo puedo creer que permanecerás a mi lado y no volveré a sentirme de esa manera? Dímelo.

— Y-yo... lo siento, creí que era lo mejor para ti. Sé que amas tu carrera y me dio pánico el hecho de que pudieras arruinarla por mi culpa —. Él no se separó de su cara, al contrario, con cada palabra que decía lo sentía más cerca al punto que sus labios se rozaban.

— Cállate ya antes de que me enoje más — murmuró y no pudo resistirse más. Movió los brazos que había mantenido fuertemente arraigados a las sabanas para colocarlos alrededor de su cuello. Sin embargo, al final Adrián termino rompiendo la minúscula distancia.

La sensación que tuvo al sentir sus labios sobre los suyos fue indescriptible. Era como estar volviendo a la vida y supo en ese momento que jamás podría alejarse de él nuevamente, aunque tampoco es como si quisiera hacerlo. Sabía que su corazón pertenecía a ese hombre desde que lo había escuchado hablar en esa galería de arte.

Vivir lejos sería igual a morir.

La salida del hospital fue más ajetreada de lo que cualquiera esperaba, pero la salida de los juzgados fue mucho peor. Isabela salía de la mano de Julia, ya que su querido novio estaba muy ocupado vociferando e insultando a los jueces por haberle dado a Xavier apenas quince años de cárcel. Según su lógica, debía tener cadena perpetua, a pesar de que le habían repetido una y otra vez que los delitos de su ex novio no llegaban a ser tan graves para el estado como para condenarlo a pasar toda la vida en la cárcel. Después de todo, aún no había matado a nadie.

— ¿Cómo les fue? — su hermano menor las encaro nada más al abrir las puertas. Ella se encogió de hombros

— Le dieron más de lo que esperaba — contesto sin más, la verdad es que lo que le ocurriera a Xavier le daba completamente igual, pero por honor al hecho que alguna vez lo quiso, decidió no guardarle rencor, de todas formas, él ya era lo suficientemente dañino consigo mismo y se destruiría por su propia cuenta ¿para qué guardar odio?

Un suspiro resignado de Manuel la hizo ver que él también estaba harto de Xavier Oliveira. A veces en la vida, llegas a un punto en que lo único que deseas es que la vida haga lo que tenga que hacer para que la justicia se cumpla, pero claro, no podía pedirle eso a Adrián, que era como un niño rencoroso, muy rencoroso y sobreprotector.

Demasiado protector.

— ¡Aquí estas! Julia, te dije que no te la llevaras demasiado lejos — sin mucha brusquedad, fue soltada de la mano de su amiga y Julia no pudo contener la risa. Adrián le paso los brazos por la cintura, apretándola tanto que casi la metía bajo su piel. No pudo evitar soltar un bufido de exasperación, ese hombre era paranoico. En un principio lo comprendía ¿pero cinco meses después? Lo único que le faltaba era encadenarla a la cama. Tenía suerte de que todavía la dejaba trabajar.

— ¿Acabaste de insultar a los jurados, Saavedra? ¿O no te quedaste satisfecho? — Y ahí estábamos de nuevo. Julia amaba molestar a su hombre de una forma u otra, todo el tiempo posible, aun no sabía si era peor ella o las gemelas. El aludido gruño

— Les dije hasta de que iban a morirse, creo que tuve suerte de no parar en la cárcel por agresión

— ¡Y no busques que lo hagan! Tienes una exposición esta noche — no pudo evitar sentir un estremecimiento al recordar la reacción de la prensa cuando Adrián hizo pública su relación. Aunque se había visto expuesta, lo habían tomado como una excentricidad típica de los artistas y cuando su hombre empezó a hacer tallados, no hizo más que confirmarles ese hecho. Lo único que tenían era que ahora, podían estar realmente tranquilos.

— Es cierto, Saavedra, no lo arruines. Es la primera vez que iré a una exposición de arte pija — se burló Julia y todos rieron.

Julia era un nido de humor, pero también de secretos. Se preguntaba como una persona con treinta y seis años podía tener la sabiduría de una persona de noventa. Seguramente había vivido muchas cosas, cosas que no había querido contar a pesar de que su amistad parecía bastante sólida. Le costaba no pensar en ello, por más que Adrián le dijera que no era su problema.

¡Afortunado el que pudiera destapar los secretos de esa mujer!

Píntame la miradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora