Capitulo 12

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No había podido dormir, ni responder, absolutamente nada. El sol ya había salido y él continuaba mirando el techo de su habitación. ¡Había dicho que sí! Reprodujo el mensaje una y otra vez hasta que la batería de su celular cedió sin remedio.

Curiosamente no se sentía cansado, se levantó de la cama de un salto. Tenía que preparar todo y no podía perder el tiempo. No tardo nada en ducharse, vestirse y desayunar. Tomó asiento en el sofá de su casa, realizando varias llamadas con urgencia.

Busco casas de campo, encontrando la ideal, con un jardín enorme repleto de flores. No tardo en pagar lo que pidieron por alquilarla un día, era exagerado el precio, pero la verdad es que poco le importo. No iba a escatimar en gastos si se trataba de ella. La segunda, aunque dudo en hacerla, lo hizo. Alejandra se quedó bastante extrañada cuando le pidió que lo ayudara a comprar un vestido, sin embargo, acepto, indicándole que fuera a recogerle al salir de la escuela.

La tercera y última llamada fue a una joyería. Mando a hacer un collar de oro blanco, adornado con un zafiro, acompañado con un adorno para el cabello a juego. Como había dicho anteriormente, no iba a escatimar en gastos y aquello no iba a ser la excepción. Se removió nervioso en su asiento, con ganas de llamarla, quería escuchar su voz y saber que no se había arrepentido de la idea.

Se contuvo, levantándose y haciendo literalmente, cualquier cosa. Encendió la televisión, intentando enfocarse en aquel aparato del cual no era muy amigo. Limpió su cocina, camino en círculos y ojeó sus libros. Respiro profundo varias veces, tratando de calmar el desasosiego que se había plantado en su pecho como un gran árbol. Miró su celular varias veces, maldiciendo porque aún era muy temprano ¿a qué maldita hora salen los adolescentes de la escuela? Apretó los labios hasta que se volvieron una línea recta, estaba muy ansioso.

Se sentía como un niño pequeño frente al árbol de navidad esperando que los regalos aparecieran. Incapaz de esperar más, completamente inquieto por verla, por estar cerca de ella. Cada vez le costaba más luchar contra esa sensación y la tentación de rendirse ante sus sentimientos. Dejar fluir todo.

Muchas personas podían pensar que era algo supremamente estúpido enamorarse tan rápido, pero a él la idea ya no le parecía tan descabellada. Su corazón latió con fuerza al recordar su salida de ayer y sonrió esperanzado. Podía cometer torpezas, pero estaba dispuesto a intentar conquistarle, de todo corazón deseaba que las cosas salieran bien.

¿Después de todo, que podía salir mal? Su hermano llevaba casado cinco años y continuaba siendo un escritor exitoso. ¿Qué tenía de malo que él también quisiera algo? No es como si su reconocimiento fuera a desvanecerse por arte de magia. El arte seguía siendo su vida, su prioridad, pero... ahora se encontraba dispuesto a abrirle un pequeño espacio a esa chiquilla de voz preciosa.

Se sobresaltó cuando su celular vibró —Si no apareces en diez minutos, me iré a casa— ladro su hermana al otro lado de la línea, nada más al contestar.

— ¡Voy en camino, no te muevas de ahí! — dios mío, ni siquiera la tenía cerca y aun así se perdía con solo pensarla. Por suerte, el colegio no le quedaba demasiado lejos de su casa.

Su hermana abrió la puerta del auto nada más se estaciono. Lo saludo sonriente.

—Espero que me invites un helado al menos, tengo un nuevo videojuego esperándome en casa y lo estoy posponiendo por ti— rodó los ojos, pero asintió. Su familia no tenía remedio.

—Gracias por venir... no me imaginaba pidiéndole ayuda a Gabriela.

—Ni que lo digas, podrá ser mi gemela, pero tiene un gusto horrible para la ropa— no lo decía por esos motivos, pero volvió a asentir de todas formas no queriendo llevarle la contraria a una adolescente susceptible. —. Antes de dirigirnos a lugar ¿Qué tipo de vestidos necesitas? Para reducir tiempo, ya sabes. Conozco buenos lugares donde podremos encontrar cosas muy muy bonitas

—Uno blanco— musitó mirando a su hermana, que abrió la boca de manera exagerada, estupefacta.

— ¡¿Te vas a casar?! — Frunció el ceño

— ¡Claro que no! Lo necesito para una modelo, he mandado a hacer accesorios de ese color y necesito que el vestido sea a juego — ella pareció relajarse. Sonrió

—Bien, ya me había asustado. Podemos ir al centro, a la plaza comercial, hay buenas tiendas ahí

Asintió, encendiendo el automóvil para arrancar. — ¿Quién es la modelo? Me extraña que vayas a pintar a alguien con ropa. — Golpeo el volante con los dedos

—Digamos que es alguien especial— Alejandra lo miro interrogativa

—No me digas que vas a pintar a la zorra de Ximena— Adrián frunció el ceño de nuevo, levemente molesto.

—Cuidado, que hablas de mi amiga.

—Que sea tu amiga, no quita que sea una zorra. — suspiro. Desde aquella vez que Alejandra vio a Ximena besuqueándose con uno de sus primos, no se le quita de la cabeza aquella idea.

—No, no voy a pintar a Ximena.

—Entonces ¿a quién?— él volvió a suspirar, mirándola inseguro no más estacionar su carro. Alejandra alzo una ceja y sabía que no iba a dejar de molestarlo hasta que se lo dijera.

—Isabela Montalvo, voy a pintar a Isabela Montalvo.

Su hermana se quedó estática por un momento, observándolo detenidamente. Sin embargo, aquel gesto de confusión no tardo en deformarse a una sonrisa maliciosa. Se encogió en su asiento, expectante. —Entonces lo mejor será no perder el tiempo ¿no? — señalo con voz risueña. Saliendo del auto, volvió a fruncir el ceño ¿Por qué no se burlaba de él?

El sol de las tres de la tarde lo golpeo al salir del auto. Gruño, tratando de aclarar su vista para encontrar a su hermana. Finalmente, logro verla frente a una tienda. Se acercó a ella, quejándose al ver la vitrina —Te dije que no me voy a casar— ella puso los ojos en blanco.

—Ya sé que no vas a casarte, pero, quieres un vestido blanco ¿Qué mejor que una tienda de novias?— canturreó entrando a la tienda y no tuvo más opción que seguirla, arrastrando los pies. Se sintió agobiado entre tantos vestidos y brillo. Era como una gran nube cubierta de purpurina.

Una dependienta se les acerco, sonriente. —Bienvenidos ¿puedo ayudarles en algo?— Alejandra asintió efusivamente.

— ¡Mi hermano busca un vestido para su novia!

— ¡No es mi novia!— alzo la voz, sobresaltando a varias personas en la tienda. Se encogió al darse cuenta, poniéndose colorado hasta las orejas. Alejandra se burló y la muchacha asintió, confundida.

—Entiendo... de todas formas, aquí también vendemos distintos vestidos, ¿Qué estilo busca?

Miro a su hermana, que parecía indecisa —Aquí el artista eres tú ¿Qué idea tienes para la pintura?— lo pensó por unos minutos, imagino su idea desde cero, pasando por las flores hasta las joyas.

—Algo ligero, nada demasiado opulento, quiero que resalte ella.

—Bien...— Alejandra miro a la dependienta —Algunos vestidos para bodas en la playa pueden ir bien, seda preferiblemente, sin adornos— de repente dio un brinco, pareciendo recordar algo —. ¡Ah! Que sea talla S, ella es delgada y bajita— la mujer asintió antes de perderse en el interior de la tienda.

—Vaya...— dijo, impresionado. Ella sonrió orgullosa.

—Tú sabes de artes, yo sé de moda, hermanito— sacudió su cabello como en un comercial, antes de adentrarse más a la tienda. La dependienta ya tenía varios vestidos en sus manos, lista para enseñárselos. Acabaron escogiendo uno de mangas por los hombros, hecho de seda. Bastante simple que le funcionaria perfecto. Alejandra aseguro varias veces que a Isabela le quedaría hermoso y por alguna razón, le creía.

Al salir de la tienda, su hermana siguió insistiendo en que quería un helado. Caminaron hacia una heladería cercana. Mientras ella hacia la fila, no resistió más el impulso de querer llamarle. Sin embargo, la voz que escucho al otro lado de la línea no le gusto para nada.

« ¡Nicolás! »

Píntame la miradaWhere stories live. Discover now