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Árboles.

Un denso bosque.

Yo corría. ¿De qué diablos corría? Había algo persiguiéndome. Luces brillaban detrás mía.

Se escuchaban gritos, reclamos, furiosos. De repente choqué contra algo. O alguien.

Levanté la cabeza desde el suelo y cuando estuve de pie, observé al hombre en traje delante de mí. Estaba de espaldas.

-Señor, ayúdeme...- dije apurada, con el miedo en cada palabra-... ayúdeme, por favor...

Mi voz rota se fue cuando alargué la mano hacia su hombro. Al tocarle, no se giró, sino que mis ojos se pusieron en blanco, y caí de rodillas.

Imágenes horrorosas empezaron a pasar delante de mí. Antorchas, sangre, cuchillas, carne podrida y dolor...

Mucho, mucho, dolor...

Mi grito retumbó en la habitación varios segundos después de que despertase, sentada de golpe en mi cama.

Sudaba por todos lados y llevé mis manos a la cabeza, tocándome el pelo mojado. Miré alrededor de mí, todavía estaba en la habitación. Miré el gramófono, y éste había dejado de sonar.

Miré a mi alrededor, todo estaba tranquilo. Llevé una mano a mi pecho y me apoyé contra el cabecero de la cama.

Una pesadilla, solamente había sido una pesadilla.

Me levanté y decidí que sería mejor ponerme algo de ropa cómoda. Tras ponerme unos pantalones negros ajustados y una camisa blanca olgada, bajé a la primera planta.

Me preparé una infusión de té y observé de reojo cómo algo pasaba corriendo.

-¡DIOS!- grité derramando todo el té caliente sobre mis manos.

Maldije y llevé mis manos rápidamente bajo el fregadero. El agua helada impactó contra las quemaduras y me escoció. Maldije.

Entonces giré mi cuello para volver a observar la puerta de la cocina. Algo había pasado corriendo. Era tan difuminado que no sabía exáctamente qué era.

No, si al final iba a tener aquí metido a Usain Bolt. Caminé despacio y observé a mi izquierda y a mi derecha. El pasillo estaba vacío. Me crucé de brazos y miré cabreada el techo.

-Ya no ejerzo esa labor- dije dirijiéndome a nadie en particular- Ya no ayudo a espíritus, he empezado una vida nueva- dije firme y no se me pasó por alto el valanceo ligero del cuadro colgado a mi derecha. Negué- ¡Me he trasladado aquí porque esto es un pueblo tranquilo, y vete buscando a otra persona que te ayude, porque yo ya no lo hago!

Solté eso de forma brusca, aunque no era mi intención.

Di un brinco cuando el cuadro se soltó de su sitio, haciéndose mil añicos en el suelo. Fulminé a la nada. Con que esas tenemos... Di otro brinco cuando el timbre sonó en la puerta.

Me cago en... y me cagué de verdad en todo cuando abrí la puerta y vi quién era.

-¡Tessa!- caturreó mi mejor amiga, arrojándose a mis brazos con una bolsa en la mano.

Con la boca abierta, le correspondí el abrazo y no se me pasó por alto el niño que se escondía detrás de ella.

Su hermano.

-¡No me has avisado de que venías!- exclamé, entrecerrando los ojos por el sol de fuera.

Los hice entrar y su mirada rebelde se dirigió hacia mí.

DIABLO✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora