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Capítulo dedicado a @funydh15. Seguid votando y comentando para seguir publicando y dedicando.

Debo decir que la satisfacción que me produjo verle allí tirado en el suelo, con la mejilla roja e incluso un corte al principio de labio superior, fue única.

Su mano voló a su mejilla y me miró con la boca abierta, sin poder creerse lo que acababa de hacer.

-H-hija... ¿Acaso estás del lado del diablo? Arrepiéntete de tus actos...

Cesó de hablar al escuchar mi risa.

Yo cesé la mía para clavar mi mirada en él, y mi semblante se volvió oscuro.

-Deja de fingir, hijo de puta- me acuclillé a su lado para que las monjas del fondo, que nos miraban con la mano en la boca, no me oyesen- Ambos sabemos que te hiciste el loco aquel día cuando viniste a hechar todo mal de mi casa. Ambos sabemos que mentiste, que sabías perfectamente el ser que habitaba esa casa. Ambos sabemos que conoces a Stephen Rogers y ambos sabemos que tuviste algo que ver con su muerte- al callarme vi que tragó saliva sonoradamente e incliné la cabeza a un lado- Pero déjeme decirle algo, padre- escupí la última palabra con asco- Descubriré la verdad sobre el caso de los Rogers y demostraré la inocencia de Stephen... Aunque sea lo último que haga sobre la faz de esta tierra.

Entonces me levanté y eché a caminar hacia la puerta de la iglesia. A medio camino me paré, recordando que no le respondí a su pregunta.

-Por cierto- elevé la voz para que él levantase la mirada del suelo y la enfocase en mí- Que sepa que prefiero estar del lado del diablo, que del suyo.

Y tras eso doy un portazo.




Mis llaves siendo dejadas en la mesilla del vestíbulo es lo único que se escucha.

Me quito la chaqueta y la cuelgo, frunciendo el ceño al escuchar una carcajada femenina proveniente del salón.

Solo está encendida la tele, todo está a oscuras.

Y lo más impactante fue lo que estaba en el sofá. Una Sally cómoda, acariciaba el pelo de Stephen, que yacía con su cabeza en su regazo, mientras jugaba con la mano libre de Sally.

Al parecer le estaba contando algo divertido.

Decidí seguir escondida para escuchar de lo que hablaban.

-No te rías, es la verdad- la voz ronca de Stephen sonaba mucho mejor.

-¡Yo no me hacía popo encima, callate! - gruñó una Sally avergonzada.

Se tapó la cara con las manos, roja, y le tocó reír a Stephen.

Con la boca abierta observé cada gesto que hacía. Dios, su risa era hermosa. Una hilera de dientes blancos junto a unos labios rosados estirados, iluminaban la oscuridad del salón.

Una sonrisa se posó en mis labios y entonces Sally se fijó en mi presencia.

-Tessa. Has venido.

-Tess- Stephen se reincorporó rápidamente e hizo una mueca de dolor.

Pero antes de frenarlo ya estaba a escasos centímetros de mí. Sus ojos inspeccionaban cada poro de mi piel y mi cuerpo.

-Estoy bien... - susurro cuando sigue indagando.

Inspira hondo y levanta la mano, como queriendo decir o hacer algo, pero acaba bajándola.

Se gira hacia su hermana, que nos mira sonriente desde el sofá.

-Es mi hermana- me dice mirándome con una sonrisa.

Mis ojos se cristalizaron porque lo dijo en un tono vacilante, como si no se creyese que estuviese allí.

Asentí, intentando no derramar las lágrimas.

-Lo sé... Ves-dije agarrando un lado de su cara-... Aun hay gente para ti, Stephen. Aun hay gente que te quiere.

Mi susurro hace cambiar algo en él, ya que su sonrisa se borra y me mira raro.

Como si estuviese perdido y pensando en algo. Entonces tengo tiempo para observarlo. Las venas verdes que se veían bajo su piel literalmente habían desaparecido, y su piel blanca ya no lo era tanto.

En cuanto a sus ojos, su color era más natural. Los orbes amarillos casi no se percibían. Debía de preguntarle sobre este hecho más tarde.

Abre la boca para decir algo, pero sus palabras son ahogadas por el timbre de la casa.

El timbre y golpes sin cesar en la puerta. Stephen da un paso amebazador, con sus ojos oscuros, pero yo pongo mi mano en su pecho.

-Es alguien que probablemente conozco ya- susurro mirando de reojo a Sally, deduciendo quién estaba haciendo todo ese jaleo.

Sally agarró del brazo a Stephen y yo caminé suspirando hacia la puerta. La abrí y puse una de mis manos en el marco, para que fuese quien fuese no pudiese entrar. Y bingo, era maléfica.

-¡QUIERO QUE MI HIJA SALGA En ESTE MOMENTO! - brama en mi cara, jadeando y con los ojos rojos- ¡¿También le has metido la mierda que me dijiste en la cabeza?! ¡COMO NO SALGA EN ESTE MOMENTO, JURO LLAMAR A UNA POLICI...!

-Calmate mama, Tessa es una amiga. Solo olvidé decirte que hoy iba a quedarme hasta tarde con ella- me giré para ver a Sally con su mochila colgando y mirando seria a su madre. Me sorprendió dándome un beso- Gracias por todo.

Eso último sólo lo escuché yo y asentí.

Pasó por delante de su madre sin mirarla y caminó hacia el coche que estaba aparcado en la esquina.

Había alguien dentro, y deduje que era el otro hermano.

-Aléjate de mi familia- bramó la mujer en mi cara.

Echó a caminar hacia el coche.

-¡¿Qué familia?! - se detuvo al escuchar mi voz y se giró a mirarme- Usted misma la rompió hace años.

Me fulmina con la mirada y sus ojos se llenan de lágrimas de rabia antes de andar hacia el coche.

Observo el silencio cómo sacó a Sally del interior y empezaron a discutir entre gestos.

No dudo en cerrar la puerta. Ya a sido suficiente por hoy.

Apoyo mi espalda contra la puerta y suspiro antes de hechar a andar hacia el salón.

Pensé que Stephen había desaparecido de nuevo, e iba a encender la luz, pero le vi de reojo en frente de la ventana.

Caminé en silencio hacia él y apoyé mi barbilla sobre su hombro, mirando al punto fijo en donde él estaba mirando.

Su familia.

-No a cambiado nada- susurra refiriéndose a su madre- Sigue tan gruñona y cabezona como siempre.

Permanecemos en silencio hasta que arrancan el coche y desaparecen.

Entonces, se gira lentamente hacia mí y me mira con una media sonrisa que me hace tener unos nervios estúpidos sin razón.

Estamos cerca.

Demasiado.

-Gracias por lo que has hecho hoy - susurra apoyando su frente sobre la mía- Es literalmente lo más bonito que han hecho por mí en esta vida.

Reímos por lo bajo y nuestras miradas chocan. Trago saliva cuando veo su mirada bajar a mis labios.

Inspiró hondo y acaricio con mi dedo una herida que ya está cicatrizado en su mandíbula.

-¿Ya no te duele? - susurro.

Niega sin apartar la mirada de mis labios.

-Más me duele no morderlos.

Su voz ronca junto a esa frase fue el punto culminante que me llevó a morderme mis propios labios.

Un gruñido salió de su interior y sus ojos se volvieron más oscuros. Entonces abrí la boca, y dejé salir la palabra que me hará arder en el infierno.

-Hazlo.

DIABLO✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora