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Al día siguiente, mi querida amiga y su hermanito se marcharon con la luz del alba.

Yo no pude conciliar el sueño a partir de ahí, ya que las imágenes de ayer no se me quitaban de la cabeza. Sea quien sea ese alguien, debe de gustarle mucho jugar y atormentar a la gente, ya que no paraba de darme sustos y dejándome comiéndome la cabeza.

Mi mente fue a Sky cuando me levanté y me vestí. Eran las nueve de la mañana, así que saldría a dar un paseo. Tal vez ahora estaría pensando en mí.

Me gustaría decir que soy yo quien salvé a Sky de algúno de sus tormentos, pero la verdad es que no fue así. Quiero, decir, siempre me gustó ser la chica que rescata al chico atormentado, pero en este caso, yo era la atormentada.

Llegó con mucha luz; y no le importaba que tan oscura estába, y se quedó ahí a un ladito mío, alumbrándome. Nunca se lo podré agradecer lo suficiente.

Me dirigí hacia la puerta y la abrí, pero maldije al recordar que debía de llevar las llaves conmigo, así que me dirigí a la cocina. Metí la mano en la cima de la nevera y saqué la llave de encima de la nevera.

Mientras echaba a caminar de nuevo hacia la puerta, mis pasos se frenaron. La puerta estaba cerrada. La había dejado abierta, lo sabía.

Miré detrás a de mí y a mis lados. No entendía porqué no se dejaba ver. Suspiré y me pregunté cómo hizo para cerrar la puerta sin hacer ruido, ya que era imposible hacerlo.

La volví a abrir y di un grito ahogado cuando el pomo se escapó de mis dedos para volver a chocar contra el marco, cerrándo así la puerta.

Di varios pasos atrás y miré alrededor con el ceño fruncido.

-Ja, ja, muy gracioso- dije en un breve susurro. Suspiré y me dirigí de nuevo hacia ella- Seas quien seas, estás muy equivocado si crees que me vas a retener hoy en casa.

Así que desafiante, volví a abrir la puerta.

Y se volvió a cerrar.

La abrí, y se cerró.

Abrí, cerró. Abrí, cerró. Abrí, cerró.

-¡Maldita sea!- brame, soltando las llaves de golpe contra el suelo.- Muy bien, has ganado.

Con la ira de mil demonios, me dirigí al salón, pero me detuve de golpe cuando una risa resonó por toda la casa.

Por toda la jodida casa. Era una risa ronca, llena de humor, a la vez que de terror. Mis pelos se pusieron de punta uno a uno y yo no sabía a dónde mirar.

Solo sabía una cosa, y era que no tenía miedo. Así que hechándole huevos, subí las escaleras y me dirigí a la habitación de invitados, ya que lo primero que sucedió como hecho paranormal, se llevó a cabo aquí.

Miré de reojo el gramófono y repasé la habitación con la mirada. Era una habitación simple, con papel negro adornando las paredes, una gran ventana que daba al jardin y un gran... gran, armario.

Fruncí el ceño mientras daba breves pasos hacia él. Lo abrí, y como anteriormente había inspeccionado, estaba vacío. Durante la mudanza me había dado el lujo de rebuscarlo todo, ya que según el que me la vendió, podía llevarme o tirar cualquier cosa de valor que encontrase.

No encontré nada.

Pero ahora, mirando los cajones en donde se guardarían los zapatos, me replantee esa idea, ya que no los había visto anteriormente.

Me arrodillé y los abrí.

Todos estaban llenos de lo mismo. Cintas. Muchas cintas de las antiguas. Suspiré y me senté, recordando que en el sótano, había un reproductor de éstas.

Decidí que estaba entre tirarlas o ver su contenido. A lo mejor eran películas buenas antiguas, pero al ver que estaban nombradas con números en rojo del 1 al 14, me replantee la idea.

Salí del cuarto para dirigirme al mío y vacié la cada grande donde deposité toda la ropa que necesitaba pasar por un lavado.

Acto seguido me fui a la habitación de invitados y me preocupé por meter todas las cintas dentro de la caja.

No pesaba tanto, así que bajé la escalera con ella en brazos. Total, si no me iba a dejar salir de casa, algo habría que hacer mientras.

Abrí el sótano y bajé las escaleras. El sótano era algo que atrajo demasiado mi atención cuando compré ésta casa, ya que era algo muy bonito a comparación con cómo suelen ser los demás sótanos.

Las paredes estaban forradas con un papes rojo intenso y provocador con rosas negras impresas sobre él. Luego, había una cama con dosel en el centro de ésta.

Me había encantado la vista y la forma en que todo estaba organizado, así que les pedí a los de la mudanza que no movieran nada.

Podría ser un buen lugar para descansar o para ver películas, ya que en frente de la cama, estaba el reproductor de cintas.

Me acerqué a él y puse la primera cinta. Me senté en la cama esperando a que cargase y empecé a ar golpes impacientes con mi pie en el suelo.

De repente apareció la imagen. Mi boca se entreabrió por lo que había delante de mí.

Era un chico, bueno, un hombre. Era muy bello, demasiado, joder. Estaba sentado en una silla en frente de la cámara. La miraba fijamente.

Tenía una mirada firme y segura. Su piel era blanca, y hacía una combinación increíble con sus ojos grises, su pelo negro como la noche y sus labios carnosos y rosados.

Vestía entonces una camisa de manga corta y unos pantalones negros. Estaba hipnotizada por semejante belleza, hasta que empezó a hablar.

-Ésta noche no sé qé sentir, ni qué pensar... ni qué hacer- inspiró hondo. Fruncí el ceño- Todos están cenando arriba, orgullosos, felices, sin importarles lo que yo haga aquí abajo- su mandíbula se apretó y sus ojos pasaron a una ira indescriptible.

Me di cuenta de que esto era como un video diario. Puse una pierna encima de la otra.

Debía de ser un miembro de los antiguos inquilinos de esta casa. Me eché hacia delante, interesada.

-Hoy estuve a punto de controlar mi ira- medio sonrió y a mí se me encogió el corazón- Hasta que mi padre le dejó claro a mi mejor ex amigo lo mierda que era- susurró y mis ojos se abrieron, horrorizados- Supongo que preferí eso, supongo que los moratones en la cara se los tiene bien merecidos, ya que ni era un mejor amigo, ni era nada, si al escuchar segundas palabras se largaba.

Tragué saliva y mis ojos se humedecieron. Desde luego que se tenía los golpes bien merecidos.

Se miró los puños de las manos, y yo entonces me di cuenta de que estaban en carne viva.

-El amor no existe.- devolvió la mirada a la cámara y no supe expresar la rabia y la dureza que había en ellos- No existe porque no existen personas que amen igual, que tengan las mismas ganas, que le pongan la misma energía y le den el mismo cuidado.

Mis labios temblaron y cuando sonó el timbre de casa, me quedé clavada en el sitio, al escuchar su última frase.

Antes de que se apagara el reproductor, anunciando el fin de la cinta.

-El amor, es solo dolor, decepción, e ira.

DIABLO✓Where stories live. Discover now