Capítulo 2

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Jeongyeon cogió al bebé en brazos y le acunó con torpeza. No había tenido en sus brazos un bebé desde que era una adolescente y cuidaba niños para ganar un poco de dinero.

Era evidente qué Jimin era uno de esos hombres que consideran que el instinto maternal es innato en todas las mujeres y que con sólo coger a un bebé en brazos se despierta en ellas.
Pero Jeongyeon no opinaba lo mismo.

-En serio, Park, no tengo la menor experiencia en este tipo de cosas -dijo ella-. ¿No podrías buscar a otra persona que te ayude?

-Las secretarias harían demasiadas preguntas -dijo Jimin, como única explicación.
Jeongyeon sonrió complacida, a pesar de que consideró el comentario de Jimin como un velado insulto a las mujeres en general, como si las secretarias fueran más chismosas que los asesores.

-No tiene que ser una secretaria -señaló Jeongyeon-. Estoy segura de que los empleados que son padres sabrán más que yo acerca de cómo tratar a un bebé.

-No seas tonta -replicó Jimin.

Jeongyeon no veía nada de tonto en su comentario. Muchos hombres en la actualidad participan en el cuidado de sus hijos desde su nacimiento. P&D contaba en su nómina con un gran número de hombres de ideas anticuadas, pero sin duda habría uno o dos que hubiera tenido alguna vez un niño pequeño en los brazos. Sin embargo no quiso discutir con Jimin.

El bebé estaba inmóvil en sus brazos y advirtió que sus párpados se cerraban.

-Creo que se está quedando dormido -susurro.
Jimin suspiró.

-Gracias a Dios -dijo---. Me vendrán bien algunos minutos de paz -se puso de pie, se pasó una mano por el pelo y miró a la criatura adormilada en brazos de Jeongyeon, con gesto pensativo.

- ¿Es niña o niño? -preguntó Jeongyeon.

-Cámbiale el pañal y lo sabrás.
Jeongyeon metió el dedo índice dentro del pañal. No parecía estar muy mojado.

-No creo que supiera cambiar uno de esos pañales modernos.

-Te asombrarías de lo pronto que puedes aprender.-comentó Jimin y alzó la papelera para que la joven pudiera ver su contenido; tres pañales usados.

-¿Cómo se llama?

-Manse- Jimin fue hacia la ventana, miró hacia fuera y luego se volvió hacia Jeongyeon.

La joven estudió la cara del bebé. Le quitó el biberón de la boca y lo dejó en el suelo. El niño no se movió.

-Bien -dijo JeongYeon -. Creo que ya no me necesitas.

-¿Estás bromeando? -exclamó Jimin.

-Me necesitabas para calmarle y ya está tranquilo -señaló JeongYeon.

Jimin miró a la joven, luego al bebé y otra vez a Jeongyeon.

-Nunca había necesitado tanta ayuda como ahora -declaró.
Jeongyeon le miró con asombro.

El hecho de que admitiera ante ella que necesitaba ayuda era inusitado.

Fijó la mirada en la cara de su compañero de trabajo. Nunca había negado el hecho de que era guapo, pero aquella tarde lo encontraba más atractivo que nunca. Le gustaba el desorden de su pelo, su expresión vulnerable y esa mirada un poco asustada de sus profundos ojos. Le gustaba el ángulo desafiante de su mandíbula cuadrada como si estuviera retando al bebé.

La mirada de la joven se desvió hacia el antebrazo masculino, fuerte, musculoso y bronceado. Sus manos eran grandes y vigorosas pero poseían una agilidad sorprendente. Incluso después de cuatro años, ella no había olvidado el contacto de aquellas manos sobre su piel.

No recordaba con frecuencia aquel breve momento de intimidad entre Jimin y ella y la súbita remembranza encendió sus mejillas, Bajó la mirada hacia el bebé y le vio dar un respingo. Un instante después empezó a llorar otra vez.

-Por lo visto no es muy aficionado a las siestas largas -observo Jeongyeon, con voz inusitada mente ronca.

-Quizá no este cómodo -dijo Jimin, estudiando al bebé.

- ¿Insinúas que no tengo un regazo confortable? -preguntó  Jeongyeon con ironía.

-Me gustaría averiguarlo -dijo él y cuando Jeongyeon le dirigió una minada de reproche, sonrió con su habitual encanto y aclaró-. Tengo entendido que después de comer debe eructar.

-Es obvio que sabes más de esto que yo-Señaló Jeongyeon y se colocó al bebé sobre el hombro para darle unas palmaditas en la espalda.

El bebé eructó y al hacerlo arrojó un poco de leche cortada sobre la camisa de la joven. Jimin le quitó al bebé de los brazos.

-Lo siento -dijo--. Debí advertirte que hace eso. A mí me ha manchado también.

Jeongyeon vio una mancha en la camisa de su compañero. Frunció el ceño y ahogó una imprecación.
Jimin cogió un pañuelo de papel y trató de limpiar la blusa de su compañera.

-Pagaré la lavandería.-prometió-. Lo siento de verdad, Jeongyeon.
El uso de su nombre de pila desconcertó a la joven. Al igual que el inesperado calor que la recorrió desde el hombro hasta el pecho cuando las manos masculinas se movieron sobre su camisa con frotes firmes aunque gentiles. De nuevo se encontró recordando aquella tarde de invierno hacía casi cuatro años, cuando la había tomado por los hombros, la había hecho volverse hacia él y había murmurado:

-Usa tu imaginación.

Turbada por el recuerdo, así como por la nueva oleada de calor despertada por el contacto de su mano, le apartó con suavidad pero también con firmeza.

-Pagarás la lavandería Park-dijo, usando con deliberación el apellido de su colega para disipar la intimidad que sus acciones habían creado entre ambos por un instante. Cogió el pañuelo de manos de Jimin y se frotó la mancha-. ¿Me podrías traer un poco de agua?

-Sí, por supuesto -dijo Jimin y salió del despacho, después de quitar al bebé de brazos de la joven para dejarle sobre una manta limpia en el sofá.

Jeongyeon suspiró aliviada cuando él salió. ¿Por qué después de tantos años, de repente la acometían los recuerdos de aquella absurda ocurrencia? Había sido al poco tiempo de conocerse y ambos habían bebido un poco más de la cuenta. Lo que había empezado como una comunicación sensual pero básicamente sin importancia habla terminado con una especie de declaración de hostilidades.

Ella casi lo había olvidado y estaba segura de que Jimin lo habría olvidado por completo.

No había ninguna razón para que el ridículo incidente volviera a revivirse en su mente.
Pero había sucedido, Quizá fuera debido a que sentía un poco más de simpatía por Jimin en su situación actual o porque le parecía más atractivo cuando estaba un poco desaliñado. O quizá se debiera a que, cuando Jimin había dicho su nombre o cuando le había mirado mientras el bebé dormía en el regazo de Jeongyeon,  sus ojos se habían impregnado de una ternura que ella no le creía capaz de sentir.

Lo había conocido un viernes frío y ventoso a mediados de diciembre, cuando ella acababa de entrar a trabajar en P&D y Suni, una de las secretarias que trabajaban en el mismo piso que Jeongyeon, había ido a buscarla para acompañarla al comedor de empleados de la compañía donde iba a tener lugar una pequeña fiesta para celebrar las navidades.

Habían adornado el recinto con globos, serpentinas y un árbol de navidad y en medio de la estancia había una mesa langa llena de toda suerte de canapés y bebidas.

Jeongyeon se sirvió un vaso de ponche. El sabor de las frutas se mezclaba deliciosamente con ron y quién sabe qué otro licor.

Jeongyeon no había tomado ponche desde hacía mucho tiempo y después de beber con entusiasmo un vaso, se sirvió otro.

Suni le presentó algunos de los compañeros de trabajo y señaló a otros, haciendo algún comentario pertinente al respecto.

-¿Quién es ese? -preguntó Jeongyeon, al ver al chico de ojos color castaño, guapo y elegante, que charlaba animadamente con otros hombres junto al árbol de navidad.
Suni suspiró con nostalgia.

-Es Park Jimin. ¿No es un sueño? Todas las empleadas de P&D estamos locas por él.

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