8. Una visita a un viejo compañero...

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Personajes creados por J.K Rowling, aunque por supuesto yo los he adaptado a mi imaginación...



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<< Las plumas deben volar libres...>>


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18/07/1984

Severus Tobías Snape, llevaba los últimos tres años de su vida viviendo como un zombie. Y es que así era como se sentía: muerto en vida.
¿Y cómo podría sentirse de otra manera, si él había sido indirectamente el culpable de la muerte de su querida Lily?

Apenas había tenido tiempo de llorar su muerte antes de que Dumbledore lo hiciese instalarse en un castillo repleto de mocosos insufribles.

Por suerte, ahora era verano, y podía ponerse al día con sus lecturas aplazadas, en lugar de corregir ensayos con arañazos de gato.
Y en eso estaba el pelinegro, leyendo un libro sobre pociones, cuando sonó el timbre en su casa de la infancia en La Hilandera.

Su sorpresa fue mayúscula cuando abrió la puerta y se encontró con Remus Lupin, el menos idiota de Los Merodeadores.

— Siento molestarte, pero eres el único que puede ayudarme — habló el castaño, mirándolo con ojos suplicantes.

— ¿Y por qué tendría que ayudarte? — preguntó el ojinegro, cruzándose de brazos.

— En realidad, la ayuda no es para mí — respondió el licántropo, abriendo su túnica para mostrar al pequeño ojiverde— Te presento a Harry. Está muy enfermo, y te necesita.

— ¿Por qué lo tienes tú? — inquirió el pocionista, mirándolo con sospecha.

— Seré rápido. Lo saqué anoche de un armario bajo las escaleras en la casa de la hermana de Lily — informó Remus con un suspiro frustrado.

— ¿Petunia? ¿Por qué tenía ella al niño? — se interesó el slytherin, Lily jamás habría dejado a su hijo con su hermana, no sin supervisión.

— Dumbledore lo dejó allí — gruñó el hombre lobo, apretando al niño contra su pecho.

— ¿Por qué haría una estupidez semejante? — escupió Severus, sin dejar de mirar a ese niño que parecía demasiado pequeño y frágil.

— ¿Quién lo sabe? Pero ahora no tengo tiempo para eso. ¿Puedes ayudarlo? — preguntó el gryffindor, con gesto desesperado, mirando a su cachorro.

— Sígueme — ordenó el ojinegro, dejándolos entrar en su hogar.

Severus guío a Remus por la casa hasta su dormitorio. La habitación estaba decorada en tonos verdes oscuros que combinaban con la madera ébano de los muebles.

Las heridas de la guerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora