15. Scabbers

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Personajes creados por J.K Rowling, aunque por supuesto yo los he adaptado a mi imaginación...


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<< Sentarse en silencio, y mirando a la pared, era mi castigo favorito cuando era niña, porque eso me daba la oportunidad de vivir una gran aventura gracias a las historias que me regalaba mi imaginación.>>


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30/08/84

Tan solo diecinueve días después de su incursión en Azkaban, los habitantes de Grimauld Place ya habían forjado lazos familiares y convivían en paz y harmonía.

Esa tarde, Remus, sentado en el sofá del salón, se encontraba un poco aburrido.
Severus estaba en el laboratorio, situado en el sótano, disfrutando de una intensa investigación sobre una poción que ayudara más con los cruciatus que la que había disponible actualmente.
Sirius y Harry jugaban en el solarium, y por las risas histéricas que el castaño podía escuchar desde donde se encontraba, parecían estar pasándolo muy bien.
Sabía que podía unirse a la diversión, pero a su pareja le había costado mucho acercarse, de nuevo, al pequeño ojiverde, y por eso prefería dejarlos solos, para que pudieran seguir reconectando.

Levantándose del sofá, decidió salir a estirar un poco las piernas. Uno de sus autores favoritos había sacado un nuevo libro a la venta, tal vez podría ir a Florish&B a comprarlo. Sí, defensivamente ese parecía un buen plan.

Tras dejar una nota informando de su paradero, y ponerse su vieja chaqueta de tweed, usó la red flu para desplazarse hasta el Caldero Chorreante.

Por suerte, la librería estaba muy tranquila, apenas había clientes en su interior, tan solo algunos padres que apuraban sus últimas compras antes de que sus hijos partiesen a Hogwarts en tan solo dos días más.

Uno de esos padres, era Arthur Weasley, que había acudido con su hijo Percy en busca de un libro que el niño quería y para el que había estado ahorrando durante varios meses.

Remus saludó al hombre y le preguntó sobre su familia. El pelirrojo estaba contándole sobre cuánto se parecían los gemelos a sus tíos, cuando Percy se puso muy nervioso porque su rata no estaba en su bolsillo como siempre.

Arthur intentó tranquilizarlo, pero por las mejillas del niño ya empezaban a correr lágrimas. No quería volver a casa sin su mascota.
Remus, apiadándose del pelirrojo adulto, decidió ayudarles a buscar a la rata escapista.

— ¿Qué os parece si yo busco en el piso superior y vosotros en este? — propuso el hombre lobo, sonriendo al niño.

— Muchas gracias, Remus. Te la agradezco mucho, eres un buen hombre.

Las heridas de la guerraWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu