iii. vampi

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ME ENCONTRABA ligeramente ruborizada, apenada y nerviosa cuan adolescente recibiendo un piropo encantador

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ME ENCONTRABA ligeramente ruborizada, apenada y nerviosa cuan adolescente recibiendo un piropo encantador. Le sonreí tímidamente aun si saber que responder. Sebastian solo me sonrió y jugó con su lengua, negando con la cabeza. Como si todo hubiese sido una buena broma. Le seguí el juego y me reí con él.

—Bueno, tampoco generalicemos —atribuí ladeando la cabeza—. No es como que todos los estadounidenses estén tan guapos.

—¡Ah! ¿Ese es un cumplido para mí?

—Eso creo —dije riéndome un poco más fuerte y él se unió, achinándosele sus verdes azulados ojos.

—Realmente no soy americano —confesó parando de reír un momento. Yo lo miré con los ojos abiertos como dos platos, pero sin dejar de lado esa expresión juguetona—. Nací y viví unos años en Rumania.

—¡Vaya! Eres un vampiro —bromeé. Él soltó una carcajada—. Aquí es donde también haces una referencia estúpida a mi país.

—Oh no lo haré —negó inmediatamente con la cabeza aun riendo—. Creo que si lo hago sonaré racista.

—Si, tienes razón —contribuí arrugando la nariz burlona—. Entonces... ¿no te unirás a la fiesta? —pregunté apuntando con mi dedo pulgar hacia la puerta.

—De verdad me encantaría —dijo tocándose su pecho izquierdo, en son de sinceridad—. Pero como puedes ver, aún me falta mucho por finalizar.

—¡Claro, claro! Entiendo. Entonces, creo que yo debo regresar a terminar con todas esas teorías del porque vives aquí. No te quito más tiempo —él me sonrió sin mostrar los dientes—. Si necesitas algo de ayuda házmelo saber. Suerte y... buenas noches.

—Ten una linda y agradable noche Leo—me dijo sonriendo tiernamente—. Te acompaño.

Sebastian me dirigió hasta la puerta. Una vez estando ahí, me limité a esbozar una sonrisa sin mostrar los dientes y a despedirme con la mano, a lo cual, él hizo lo mismo.

[...]

Me encontraba en la lavandería del edificio. Estaba conversando con una joven adulta —que realmente poco conocía—, que según me contó, no hacía mucho que se había divorciado y en esa inaudita confianza de lavandería, también me recomendó no casarme, ya que solo me traería problemas y gastos innecesarios de dinero. Pronto entraría Lizzie, quien me salvaría de mi anterior vecina. Ella me sonrió y me miró ciertamente impresionada.

—Esta es una área que se te ve con escasez—bromeó dejando su cesto de ropa en el piso—. Aún más si es sábado por la noche.

—Si bueno... ya sabes que adoro dejar todo para el último —confesé floja, echando unas prendas a la lavadora—. Eso me condena a estar horas aquí.

—Tu maldición —apuntó burlona—. ¿Y cómo vas con el trabajo?

—De maravilla. Quiero decir, amo mi trabajo, pero tengo un problema con Lucy... ella quiere que contrate una asistente ¿puedes creer?

darling  ━ sebastian stanWhere stories live. Discover now