iii. se acabó

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ME QUEDÉ de pie observándolo, en mi mente cuestionándome si estaba lista para escuchar lo que quería decir

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ME QUEDÉ de pie observándolo, en mi mente cuestionándome si estaba lista para escuchar lo que quería decir. Es que, el tema cada vez se estaba convirtiendo en algo baladí.  A él por otro lado se le notaba apenado, con una especie de vergüenza nata. La verdad es que si estuviese en su lugar también lo estaría. Miraba sus manos y jugaba dándole vueltas por todo su dedo a sus anillos de plata. Me di por vencida y me senté, pues que más daba si lo escuchaba o no. De hecho, ya no tenía muchas opciones.

—¿Dirás algo o te quedarás viendo tus manos los escasos minutos que tengo libres? —dije, que aunque no quise que se notara ese desdén en mi voz, fue tan evidente que hasta a mí me parecieron frías mis palabras. Sebastian me miró de reojo.

—Lo siento Eleonora...

—Deja de disculparte Sebastian —rectifiqué un poco agotada de las mismas palabras—. Todo lo que has dicho en meses es lo siento, lo siento, lo siento Eleonora.

—Es que de verdad lo siento.

—¿Y? ¿Eso solucionó algo? —pregunté. Me miró y se mantuvo en silencio, sabiendo que quizá, el decirme esas palabras comprobó que efectivamente, nada se había solucionado—. ¿Qué carajo estás haciendo con tu vida, Sebastian? ¡Dios! ¡No aceptas ayuda de tu mejor amigo! ¡De tus mejores amigos!

Me estaba comenzando a exasperar. Ya que todas aquellas cosas que jamás le dije sobre este tema que me tenía irritada, se me estaban desbordando de la boca. No estaba bien mi comportamiento, pues él no estaba actuando a la defensiva conmigo. Él simplemente tal vez solo buscaba hablar. Relajé mis hombros y me recargué en mi silla. 

—Está bien. Fui un hijo de puta por mentirte, por ocultarte las cosas. ¿Pero qué hay de mí, Eleonora? De mis sentimientos, de mis miedos, de mis secretos. No puedes ser así de egoísta, entiendes. ¡Si! También estuve casado y tuve un hijo. ¿Tampoco puedo explicarte como sucedieron las cosas o continuarás juzgándome?

Me quedé callada y le di la razón. Sin embargo, mi orgullo quería permanecer intacto, así que no articulé ninguna palabra o gesto. Él, al notar eso, no tenía de otra más que continuar o quedarse callado hasta que alguno dijera algo.

—Si. Hace seis años me casé con ella. Vivíamos en Rumania y éramos tan, pero tan infelices. Si, también te mentí cuando te dije que estuve a punto de ser padre, porque si lo fui. Hace tres años le presenté el divorcio y ella simplemente enloqueció y no hay día, de verdad no hay un solo día en el que no me arrepienta de esa acción que nos llevó a tener una tremenda discusión. Cuando yo volví del trabajo esa tarde, ella no estaba, ni mi hijo. Ellos simplemente desaparecieron. Créeme cuando te digo, que los busqué hasta en el más pequeño rincón. Sus padres nunca me quisieron decir donde se encontraba, pero la busqué por todos los lugares donde ella pudo haber escapado. Mi abogado hizo de todo para poder acusarla de algo, poder simplemente hacer algo. Y jamás di con ella. Desde entonces, pasaron tres años.

darling  ━ sebastian stanWhere stories live. Discover now