ii. hablaremos

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MI CORAZÓN sintió que le habían dado una paliza en ese preciso momento

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MI CORAZÓN sintió que le habían dado una paliza en ese preciso momento. La escena en mi visión se congeló y me dejo apreciar el momento exacto en el que ella bostezaba y se tallaba los ojos con sus manos, sin dejar de sostener la sábana —que no por mucho estaba por caerse—. Me quedé estática y sentí un nudo en la garganta. Era de noche y apenas venían despertando de su round de sexo. Me miró con el ceño fruncido.

—¿Y tú eres? —me preguntó con la voz rasposa. Me encontraba a una distancia considerable, pero aun así, el olor a licor  llegó hasta mis fosas nasales.

De pronto, Sebastian apareció por detrás, de la exacta manera en la que salió la mujer; somnoliento. Tenía el torso desnudo y sólo tenía mal enredada una sabana en su cadera. Me logró distinguir tan solo cuando sus ojos se acostumbraron a luz del pasillo y abrió estos como dos platos redondos, bastante sorprendido. Se metió a la habitación con todo y la chica, cerrando la puerta tras de sí. Escuché unos gritos, que tan solo se basaban en correr a su acompañante y pensé inmediatamente que aunque estaba decidida en quedarme a hablar, la mejor opción era retirarme.

Me sentí mal por la chica. Que aunque me estuviesen consumiendo los celos como un fuego que no se lograba extinguir, la manera en la que él se comportó con ella fue la más incorrecta y descortés. Aun así, no quise prestarle mucho más de mi tiempo y atención.

—¡Eleonora! —me gritó una vez estaba abriendo la puerta. Me paré en seco—. Espera. Por favor.

Me giré a verlo. Se había cortado el cabello, casi al ras de la cabeza. Tenía una barba prominente, cosa que jamás había visto. Incluso, divisé un moretón en su ojo derecho y me pregunté en que diablos se había metido para haber recibido una paliza. Me sentí triste por verlo de esa manera. Tan mal, tan perdido. Se me acercó un poco y sucedió lo mismo que hace un rato; un olor descomunal a licor. La mujer que hacía un rato se había acostado con él, salió de la habitación con la blusa mal puesta, el pantalón sin abrochar y poniéndose un zapato en el camino. Parecía estar furiosa, que solo nos pasó a ambos como si no estuviésemos ahí. Me moví de la puerta para que ella pudiese salir y cuando lo hizo, azotó esta con tanto coraje que retumbó todo. Sebastian continuaba viéndome.

—Leo... —me llamó con una fúnebre mirada.

—¿Qué sucedió aquí? —pregunté mirando a mi alrededor.

—Perdona el desastre, me apena muchísimo.

Iba continuar a decir algo sin duda alguna, pero su boca comenzó a hacer sonidos extraños que venían desde su estómago. Se cubrió la boca y salió corriendo hasta su habitación. Le seguí a paso rápido, pues me espanté demasiado. Se encontraba vomitando. Me quedé afuera del baño, recargada en la pared y con los ojos cerrados esperando a que cesara el sonido. La escena me partía el corazón. Una vez terminó de vomitar, me metí al baño y tomé un pedazo de papel, me hinqué y limpié su boca del exceso. Él se encontraba con los ojos cerrados pues seguramente se sentía mal. Lo ayudé a poner de pie y dejé que se lavara la boca. Después, se quedó recargado en el lavabo mirando al piso. Es que sencillamente se veía pésimo.

darling  ━ sebastian stanWhere stories live. Discover now