00,3

489 75 58
                                    

Cadenas... cadenas... ten cuidado con ellas, porque iguales son a la vida eterna.

Comí todo lo que pude hasta que uno de los gorilas me detuvo, repitiéndome por milésima vez que si devoraba aquel pastelillo de fresa, terminaría vomitando por toda la habitación y tendrían que limpiar el desastre con mis manos. Ante la última confesión, sonreí de forma cínica y con lentitud me metí el bocadillo a la boca, mirándolo a los ojos.

—Delicioso... ¿No hay más?

El gorila soltó un gruñido.

—Para ti, no.

Conteniendo una carcajada, rodé los ojos sin poder objetar cuando me levantaron. Me tomé mi tiempo para observar cada uno de sus movimientos. Si quería escapar, debía hacerlo en ese instante. Porque... ¿una escuela de reflejos? ¿Ir a un lugar repleto de Driagnas, Dranor, reflejitos y maestros? A ver. A ver. Sacudí cada pensamiento al instante. Quizás no era tan trillado, tal vez, hasta podía liberarme de esa carga que me había estado persiguiendo permaneciendo distraída en vez de terminar sin consciencia propia gracias al alcohol.

Podían considerarse unas vacaciones, sí.

— ¿Tiene alguna pertenencia que desee que recojamos? —preguntó el de ojos oscuros, rayos verdosos vibrando—. Iremos a donde nos indique, no importa dónde esté.

Sopesé unos segundos hasta el más valioso objeto que guardaba en mi escondite. Sin embargo, me negué completamente a revelar el paradero de este, por algo era mi "escondite" y permitir que esos gorilas entrasen sin cuidado alguno a buscar lo que necesitaba, era una completa locura.

Negué en segundos, cediendo a retirarme de la majestuosa habitación en la que había estado la última hora. El lugar ya se estaba volviendo asfixiante después de un rato. Nunca me había acostumbrado a permanecer en un solo espacio por mucho tiempo. No lo soportaba. Por esa misma razón había ido de un lado a otro, sin tener algo similar a un... un...

—Entonces, debemos irnos de inmediato.

Siempre corriendo...

Bufé, aburrida por cómo todos actuaban en esa mansión.

¿Tan rápido huían para dejarme encerrada por quien sabe cuánto...? Era ridículo tomarse las cosas con tanta prisa. Más que nada, siendo inmortales.

Solo habían pasado un par de horas, pero había comprendido a la perfección que la pelirroja seguía ordenes de alguien más y que, ese alguien, era muy rico, arrogante y poderoso en el mundo de los reflejos.

Y no se trataba, no del todo, de Avén Kuznetzov.

¿El príncipe o rey de tinieblas se estaba tomando el tiempo de dirigir a los bebés reflejos? Lo dudaba, más que nada con los problemas que iban atravesando el mundo de tinieblas. Era obra de otra persona, quizás con una visión legendaria, como en tiempos pasados...

Solo unos pocos tenían el orgullo de decir que eran más que otros seres de tinieblas, lo sabía porque me había rodeado por ellos, pero de esa misma manera me había negado a seguir vagando por las Ciudades de los reflejos o juntarme a ellos.

Me levanté y caminé sin ánimos hasta el auto que nos esperaba.

Escuela de reflejos, Driagnas y su versión masculina, los Dranor.

¿A qué reverendo idiota se le había ocurrido hacer cosa semejante? No sabía cuál de los Kuznetzov ideó todo el plan de una guardería, pero me encargaría de ser el horror de los horrores, con tal de dejar mi marca, tal y como era costumbre.

DETRÁS DEL REFLEJO [#4]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora