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El pasado silencioso camina a tu lado, esperando a que las tinieblas despierten para devorarte en un bocado.

Los secretos volaban en el aire al igual que el deseo oculto y las mejores armas forjadas por los antiguos Dranors por un bien mayor a las tinieblas. Yo misma estuve con ellos, yo misma usé una de las tantas dagas y...

Joder, llevaba libre muchos años, pero no podía negar que se sentía como un pellizco leve, corto...

Esa noche sentí que nuevamente el oxígeno era supremamente superficial, escaso, no tenía espacio, pero al tiempo sí. Podía estirar mis piernas, pero no era suficiente como estar corriendo por un bosque desolado a mitad de la noche, hasta que mis propios pensamientos me hiciesen detenerme en la nada, para gritar, llorar, reír como loca con la naturaleza y los seres ocultos de testigos. No era igual que sentir el aire fresco besándome las mejillas, no se acercaba a la sensación de mi ser desplazándose por todas partes...

Fueron solo diez segundos los que lograron desestabilizarme.

Simples palabras que revolvieron cada centímetro en mi interior.

Una ducha fría me sirvió para ahogar el calor que emanaba mi cuerpo, las líneas pronunciándose sobre mi piel, hundiéndome en el escalofrío que me recorría pese a estar escuchando cómo el cielo seguía quebrándose en relámpagos y truenos furiosos, aleteando, susurrando un canto de poder antiguo, imitando mi corazón.

Estaba desquiciada, quizás como muchos decía. Sin embargo, no era tan tonta como para caminar en medio de reflejos, Driagnas y Dranor que podían percibir hasta el último sentimiento que resguardaba. Mi identidad era lo único que me quedaba después de tanta miseria, mentiras y desgracias; debía protegerla aunque me costara la vida, aunque detalles menores pudiesen haber salido a la luz...

Antiguos, él... Tauren...

Él sabía algo... y bien pudo haberlo mencionado disimulada y distinguidamente, pero eso no quitaba el hecho de que lo sabía. ¿Qué significaba eso? Información infiltrada, atrapada en susurros, rastreos...

Era consciente de que no todos estaban al tanto de mis movimientos. No ir al club dentro de la escuela ciertamente se convertiría en un problema mayor si no me hacía cargo, pero no podía evitar imaginar qué otras cosas sabía Tauren si se había permitido a hablar con tanta libertad sobre mí.

Actuaba como si me conociera.

Como si me conociera de verdad y...

Necesitaba saber qué era lo que sabían acerca de mí. Todos y cada uno. No iba a correr un solo riesgo para echar a perder aquello que me costó tanto.

Siendo una reflejo bastarda ante el mundo de tinieblas, no significaba nada, pero ser la única sin un apellido reconocido en una Escuela de reflejos, me dejaba como un punto brillante en medio de la oscuridad.

— ¿Qué saben?

Daxon levantó la vista de su plato, el cabello mojado rozándole las pronunciadas cejas y el tenedor suspendido a mitad de camino. Una que otra gota le bajó por la sien, dejando en claro que hacía poco había tomado una ducha.

Fue evidente su ceño fruncido, al igual que sus labios semi abiertos tras mi interrupción, mientras alejaba el pedazo de codorniz cocida y las verduras al vapor. Inhalé y exhalé antes de volver a repetir la pregunta. Porque no había mejor persona que pudiese responder cualquier duda, que él. Era amigo y conocido de todos en la Escuela de los Kuznetzov, cualquier duda que tuviese, Daxon sabría responderla.

Por eso estaba ahí, frente a él.

Ni siquiera me había acercado al bufet repleto de exquisita comida que, si no hubiese sido por las semillas de inseguridades que había sembrado el Dranor, estaría devorando. Mi deber, mi mayor deseo, si esperaba quedarme ahí por más tiempo, evitando que descubrieran mi pasado, lo que ocultaba en mi interior, era saber por completo qué tipo de información se había regado entre los reflejos, Driagnas y Dranor.

DETRÁS DEL REFLEJO [#4]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora