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Cuenta los pasos hasta la puerta, y no la abrirás. Esta sola te dejará entrar, cuando aceptes la verdad.

Cuando Dua se despidió y mi fuego empezó a moverse en mi interior, me di cuenta que no necesitaba perder más tiempo.

Lección de Bastor, alias te daré golpes si no mueves el culo en el campo—cosa que recordé la mañana anterior cuando me revisaba las uñas y no corría—.

Sin embargo también se trataba del hecho que muchas veces había empezado a señalar un vínculo invisible con ciertas personas y eso solo había traído caos. No iba a correr el mismo riesgo tras todo lo que había pasado.

Menos con Dua.

Una vez que la Driagna se fue a su habitación y las luces de los pasillos empezaron a atenuarse con tal de bailar con las luces del cielo, escapé de mi habitación como lo había pensado desde las primeras noches, cuando finalmente logré descifrarlo... y en realidad acepté que no lo lograría del todo sola.

¿Nada de soledad? Pues no, tenía que ser práctica también, como la oscuridad en la que me escondí cuando entré a uno de los salones, hasta que desde un trozo de tela empezaron a moverse luces azuladas, casi como cristal. No pude despegar mis ojos, no mientras esos hilos de luz caían delicadamente sobre las antorchas con magia que, se sabía que no respondían a nada más que la señal de los maestros durante el día y momentos de clase, de no ser así, no funcionaban.

¿Cómo hacían para funcionar en ese momento?

Bueno, tenía a Tauren Nighy enfrente, con su magnífica habilidad de hacer mover mis tinieblas. Así, bañando bragas o pijamas en este caso.

— ¿Ese es tu plan?

Sus brazos cruzados solo lo hicieron lucir mucho más alto, como si empezara a devorar cada trozo de la habitación, ese tipo de chispa que solo Tauren podía poseer. Aún sentía las piernas débiles de imaginar sus labios en mi cuello u otras partes de mi cuerpo, mi interior calentándose en segundos, pero los planes para esa noche eran completamente diferentes.

Necesitaba darme más golpes mentales si así iba a ser toda la noche. No importaba que respirara. Podía estar estoico en una esquina y yo simplemente ardería.

Ladeé la cabeza, observando la ventana. Todo estaba protegido por la magia Driagna para evitar que alguien saltara, supongo que más que nada en mi habitación, pero si te movías en el interior... y buscabas el arco correcto, verías los signos de poder que, de saber atacar, se podían sobrepasar.

Pero no estábamos para ese juego en ese momento.

—Exactamente. Dijiste que íbamos a trabajar juntos. Tengo un presentimiento, Tauren.

A ese punto ya iba a trabajar con medio mundo de tinieblas, pero a veces era así, irse por el mejor camino, hasta que conviniera.

Tauren no dijo nada. La chispa de sus ojos iluminando toda la habitación como un cuadro sinóptico. Le respondían a él con facilidad, y no se trataba de ese poder oculto del que todos hablaban pero nadie sabía con exactitud de qué se trataba, y sin embargo era como la canción que te haría caer por un barranco sin dudarlo un solo segundo.

—Esto es lo que tenemos...—Uní ambas manos. Tauren enseguida siguió cada movimiento que hice—: Los Kuznetzov buscan al Dranor que quiere convertirse en reflejo, ¿no? Causaría problemas, y aunque tienen pistas, no los ha llevado a ningún lado, a excepción de esta escuela. Al tiempo un Espejo desapareció en las narices de este lugar, se suponía que estaría bajo la protección de los reyecitos, y mira cómo resultó. ¿No crees que las cosas pueden estar unidas?

DETRÁS DEL REFLEJO [#4]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora